ANGEL LOMBARDI
Ovidio Pérez Morales
El pasado fin de semana tuve la grata oportunidad de participar en la clausura de una serie de actos en homenaje al profesor Ángel Lombardi, figura destacada, por múltiples conceptos positivos, no sólo de la región zuliana sino del país y más de allá de nuestras fronteras nacionales. En su denso curriculum apreciamos el haber sido rector de la Universidad del Zulia (LUZ) y ser actualmente rector de la Universidad Católica “Cecilio Acosta” de Maracaibo.
En la invitación que se me hizo, la cual acepté muy gustoso, se motivaba así dicho homenaje: “De larga permanencia al frente de las causas cívicas de nuestro país, la ciudad de Maracaibo tiene en él a su más consecuente tutor en materia de gestión cultural. Rector esclarecido de sus universidades, educador orientador de la opinión pública, editor entusiasta promotor de su arte y de su literatura, con él nos compromete una deuda de responsabilidades ciudadanas y afecto, la cual queremos refrendar y reconocer de manera pública”.
En esta hora crítica de Venezuela homenajear al Dr. Lombardi resulta iluminador y esperanzador. En efecto, en su persona se están reconociendo y exaltando valores, que son indispensables para la reconstrucción del país. Se está reafirmando también algo que es urgente para una nación tentada de caer en el desconsuelo, el conformismo, la desilusión o el derrotismo: en su persona tenemos un profeta de esperanza. No porque él caiga en optimismo fáciles a lo Doctor Pangloss –el iluso personaje del Cándido-, sino en cuanto mantiene firme su convicción creyente en las inmensas e inagotables potencialidades del ser humano y, sobre todo, en la sabia potencia de un Dios-Amor, cuyo plan sobre la historia es conducir el drama humano a una plenitud culmen, que es, al mismo tiempo, término y superación del dinamismo histórico.
Quisiera destacar aquí dos aspectos del iter vital del ilustre Rector: ciudadano y universitario
Ángel Lombardi es protagonista de ciudadanía, constructor de lo que puede denominarse una nueva sociedad. Su pensamiento y acción conjuga valores, que no pocas veces se asumen aisladamente o en contraposición, a saber: justicia y libertad, verdad y tolerancia, igualdad e iniciativa, pluralismo y fraternidad, diversidad y paz. Conjunto que se sitúa en las antípodas de los pensamientos únicos, de las injusticias y marginaciones sociales, de las hegemonías y apartheids socio-político-culturales, de los estatismos, de los regímenes autocráticos y los sistemas totalitarios. Una nueva sociedad integra la centralidad de la persona humana, la primacía del bien común, la communio corresponsable y fraterna. Lo cual es, para el cristiano, doblemente imperativo, como ciudadano de este mundo y como miembro de un Pueblo, cuyo mandamiento máximo es el amor y su horizonte de esperanza la unidad perfecta en y con un Dios que es Amor-Comunión (Cf. 1 Jn 4, 8).
Como universitario, el Dr. Lombardi encarna, en su actuación y su palabra, existencial y discursivamente, los desiderata de una genuina universidad y de una auténtica universidad católica. Creyente en profundidad y sin aspavientos, humanista cristiano sin complejos, demócrata convencido y militante sin hipocresías, comprometido socialmente en una línea liberadora sin concesiones dirigistas, intelectual de gran madurez sin pretensiones elitistas. Sus escritos, recogidos en Cátedra de papel (Ediciones del Rectorado de la Universidad del Zulia) y otras múltiples obras, constituyen una verdadera antología del deber ser de una universidad acorde con su identidad histórico-cultural, en sintonía con el propio país, al cual ha de servir, atenta a los signos de los tiempos, autónoma y democrática. En lo que respecta a la universidad católica, el Rector de la “Cecilio Acosta” delinea bien su perfil en el libro que inauguró la política editorial de dicha casa de estudios en 1998: Universidad católica, esencia y trascendencia. Allí percibimos bien que el adjetivo no significa restricción o frontera, sino servicio mayor, en cuanto abre lo mejor de lo humano a horizontes de mayor trascendencia.
Concluyo estas líneas con las cuales cierra Lombardi el libro que acabo de citar: “El país depende de nosotros y cada uno debe empezar por responder por cada uno. Ética y solidaridad son las palabras claves del futuro. El porvenir es una aventura abierta a la imaginación y un reto a la voluntad. Nosotros como educadores y universitarios no renunciamos a la lucidez crítica, pero tampoco a la esperanza”.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Cumpleaños del Muro
13. 8. 11
CUMPLEAÑOS DEL MURO
Ovidio Pérez Morales
Junto a lo que queda del Muro de Berlín celebro con tristeza y alegría, acompañadas de una inocultable preocupación, sus bodas de oro. He vuelto, por invitación episcopal, a esta ciudad, que he conocido en circunstancias muy diversas de su accidentada historia contemporánea.
Cuando la Ciudad estaba divida, para conocer el “sector Este” (soviético, República Democrática Alemana) tuve que pasar el punto de chequeo llamado Charlie, en el que se percibía en lo vivo hasta dónde puede llegar el ser humano, cuando se deja llevar por factores perversos excluyentes, deshumanizantes.
En las primeras horas del domingo 13 de agosto de 1961 se instalaron barreras y se cortaron las comunicaciones entre los sectores oriental (comunista) y occidental (democrático) de Berlín, lo cual muy pronto se convirtió en un muro muy firme, acompañado de alambradas, torres de observaciones y múltiples medios de aislamiento y control. Motivación fuerte e inmediata para esta edificación la constituyó el flujo abundante y creciente de berlineses que escapaban de la zona comunista. Con el Muro quedaron cortadas avenidas y líneas férreas, así como tapiadas puertas y ventanas. Pensemos en una ciudad como Caracas, en la cual, por ejemplo, el 23 de Enero y la Plaza Altamira quedasen cortados en dos por un muro alambrado y una vigilancia policial agresiva permanente.
El 9 de noviembre de 1989 el indetenible curso de la historia forzó medidas en el Régimen del Este para facilitar el paso, las cuales produjeron torrentes de ciudadanos volcados hacia el Sector Occidental de Berlín y la “desconstrucción” del Muro. Fue la noche del famoso derrumbe y del feliz reencuentro (Wiedersehen) en todo Berlín.
En una reacción en cadena se dio lo que todos conocemos relativo a la reunificación de Alemania y a la recomposición del tablero mundial, como consecuencia del desmoronamiento del bloque comunista y la emergencia de nuevas coordenadas geopolíticas.
La Caída del Muro no ha significado, ciertamente, la llegada de lo definitivo. La peregrinación humana sigue con su andar no pocas veces contradictorio, con sus avances y retrocesos. Pero, sin duda alguna, con un dinamismo indetenible hacia la libertad y la justicia, que, junto a otros valores, trazan en la historia un horizonte de esperanza.
El recuerdo del Muro produce tristeza. Su caída, gozo.
En mí, como venezolano, suscita, también, preocupación. En efecto, estamos en nuestro país del Bicentenario en presencia de un “Muro” emergente. El que se pretende echar entre los venezolanos, en base a un proyecto político-ideológico (Socialismo del Siglo XXI) de tipo maniqueo y manifiestamente excluyente; según éste, el país –a pesar de algunos slogans mentirosos- no pertenece a todos, ni todos en él pueden disfrutar de los mismos derechos. Lemas como el de “Patria, Socialismo o Muerte” –aunque se les modifique oportunísticamente- son bastante expresivos del apartheid en marcha.
Por cierto que durante estos días resido en un ámbito, que me resulta muy grato y espiritualmente reconfortante. Se trata del conjunto integrado por el Monasterio de las Carmelitas Reina de los Mártires -con un anexo residencial-, unido a la Iglesia Memorial María Reina de los Mártires, en recuerdo de las víctimas del Nazismo, que por aquí, a pocas cuadras, fueron ejecutadas (con horca o guillotina) en la horrendamente célebre Prisión de Plotzensee. El Comunismo y el Nacionalsocialismo son claros ejemplos de lo que el totalitarismo significa en cuanto a grave y masiva violación de los derechos humanos más fundamentales, y a retroceso de la cultura entendida como proceso de genuina humanización
La historia es maestra de la vida, si sabemos ser buenos alumnos. Ella busca enseñarnos que la libertad, la justicia y la paz se construyen con seres humanos libres, justos y pacíficos, que quieren esos valores para todos los demás, con miras a tejer una sociedad verdaderamente solidaria y fraterna.
El Muro de Berlín se plantea como indeclinable exigencia para todos los humanos y, en particular –lo subrayo aquí- para los venezolanos, en el sentido, no sólo de evitar la edificación de barreras para la convivencia humana, sino de convertirnos en constructores de una nueva sociedad y, por lo tanto, de agentes convencidos e inquebrantables de encuentro, reconciliación y paz.
CUMPLEAÑOS DEL MURO
Ovidio Pérez Morales
Junto a lo que queda del Muro de Berlín celebro con tristeza y alegría, acompañadas de una inocultable preocupación, sus bodas de oro. He vuelto, por invitación episcopal, a esta ciudad, que he conocido en circunstancias muy diversas de su accidentada historia contemporánea.
Cuando la Ciudad estaba divida, para conocer el “sector Este” (soviético, República Democrática Alemana) tuve que pasar el punto de chequeo llamado Charlie, en el que se percibía en lo vivo hasta dónde puede llegar el ser humano, cuando se deja llevar por factores perversos excluyentes, deshumanizantes.
En las primeras horas del domingo 13 de agosto de 1961 se instalaron barreras y se cortaron las comunicaciones entre los sectores oriental (comunista) y occidental (democrático) de Berlín, lo cual muy pronto se convirtió en un muro muy firme, acompañado de alambradas, torres de observaciones y múltiples medios de aislamiento y control. Motivación fuerte e inmediata para esta edificación la constituyó el flujo abundante y creciente de berlineses que escapaban de la zona comunista. Con el Muro quedaron cortadas avenidas y líneas férreas, así como tapiadas puertas y ventanas. Pensemos en una ciudad como Caracas, en la cual, por ejemplo, el 23 de Enero y la Plaza Altamira quedasen cortados en dos por un muro alambrado y una vigilancia policial agresiva permanente.
El 9 de noviembre de 1989 el indetenible curso de la historia forzó medidas en el Régimen del Este para facilitar el paso, las cuales produjeron torrentes de ciudadanos volcados hacia el Sector Occidental de Berlín y la “desconstrucción” del Muro. Fue la noche del famoso derrumbe y del feliz reencuentro (Wiedersehen) en todo Berlín.
En una reacción en cadena se dio lo que todos conocemos relativo a la reunificación de Alemania y a la recomposición del tablero mundial, como consecuencia del desmoronamiento del bloque comunista y la emergencia de nuevas coordenadas geopolíticas.
La Caída del Muro no ha significado, ciertamente, la llegada de lo definitivo. La peregrinación humana sigue con su andar no pocas veces contradictorio, con sus avances y retrocesos. Pero, sin duda alguna, con un dinamismo indetenible hacia la libertad y la justicia, que, junto a otros valores, trazan en la historia un horizonte de esperanza.
El recuerdo del Muro produce tristeza. Su caída, gozo.
En mí, como venezolano, suscita, también, preocupación. En efecto, estamos en nuestro país del Bicentenario en presencia de un “Muro” emergente. El que se pretende echar entre los venezolanos, en base a un proyecto político-ideológico (Socialismo del Siglo XXI) de tipo maniqueo y manifiestamente excluyente; según éste, el país –a pesar de algunos slogans mentirosos- no pertenece a todos, ni todos en él pueden disfrutar de los mismos derechos. Lemas como el de “Patria, Socialismo o Muerte” –aunque se les modifique oportunísticamente- son bastante expresivos del apartheid en marcha.
Por cierto que durante estos días resido en un ámbito, que me resulta muy grato y espiritualmente reconfortante. Se trata del conjunto integrado por el Monasterio de las Carmelitas Reina de los Mártires -con un anexo residencial-, unido a la Iglesia Memorial María Reina de los Mártires, en recuerdo de las víctimas del Nazismo, que por aquí, a pocas cuadras, fueron ejecutadas (con horca o guillotina) en la horrendamente célebre Prisión de Plotzensee. El Comunismo y el Nacionalsocialismo son claros ejemplos de lo que el totalitarismo significa en cuanto a grave y masiva violación de los derechos humanos más fundamentales, y a retroceso de la cultura entendida como proceso de genuina humanización
La historia es maestra de la vida, si sabemos ser buenos alumnos. Ella busca enseñarnos que la libertad, la justicia y la paz se construyen con seres humanos libres, justos y pacíficos, que quieren esos valores para todos los demás, con miras a tejer una sociedad verdaderamente solidaria y fraterna.
El Muro de Berlín se plantea como indeclinable exigencia para todos los humanos y, en particular –lo subrayo aquí- para los venezolanos, en el sentido, no sólo de evitar la edificación de barreras para la convivencia humana, sino de convertirnos en constructores de una nueva sociedad y, por lo tanto, de agentes convencidos e inquebrantables de encuentro, reconciliación y paz.
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