13. 8. 11
CUMPLEAÑOS DEL MURO
Ovidio Pérez Morales
Junto a lo que queda del Muro de Berlín celebro con tristeza y alegría, acompañadas de una inocultable preocupación, sus bodas de oro. He vuelto, por invitación episcopal, a esta ciudad, que he conocido en circunstancias muy diversas de su accidentada historia contemporánea.
Cuando la Ciudad estaba divida, para conocer el “sector Este” (soviético, República Democrática Alemana) tuve que pasar el punto de chequeo llamado Charlie, en el que se percibía en lo vivo hasta dónde puede llegar el ser humano, cuando se deja llevar por factores perversos excluyentes, deshumanizantes.
En las primeras horas del domingo 13 de agosto de 1961 se instalaron barreras y se cortaron las comunicaciones entre los sectores oriental (comunista) y occidental (democrático) de Berlín, lo cual muy pronto se convirtió en un muro muy firme, acompañado de alambradas, torres de observaciones y múltiples medios de aislamiento y control. Motivación fuerte e inmediata para esta edificación la constituyó el flujo abundante y creciente de berlineses que escapaban de la zona comunista. Con el Muro quedaron cortadas avenidas y líneas férreas, así como tapiadas puertas y ventanas. Pensemos en una ciudad como Caracas, en la cual, por ejemplo, el 23 de Enero y la Plaza Altamira quedasen cortados en dos por un muro alambrado y una vigilancia policial agresiva permanente.
El 9 de noviembre de 1989 el indetenible curso de la historia forzó medidas en el Régimen del Este para facilitar el paso, las cuales produjeron torrentes de ciudadanos volcados hacia el Sector Occidental de Berlín y la “desconstrucción” del Muro. Fue la noche del famoso derrumbe y del feliz reencuentro (Wiedersehen) en todo Berlín.
En una reacción en cadena se dio lo que todos conocemos relativo a la reunificación de Alemania y a la recomposición del tablero mundial, como consecuencia del desmoronamiento del bloque comunista y la emergencia de nuevas coordenadas geopolíticas.
La Caída del Muro no ha significado, ciertamente, la llegada de lo definitivo. La peregrinación humana sigue con su andar no pocas veces contradictorio, con sus avances y retrocesos. Pero, sin duda alguna, con un dinamismo indetenible hacia la libertad y la justicia, que, junto a otros valores, trazan en la historia un horizonte de esperanza.
El recuerdo del Muro produce tristeza. Su caída, gozo.
En mí, como venezolano, suscita, también, preocupación. En efecto, estamos en nuestro país del Bicentenario en presencia de un “Muro” emergente. El que se pretende echar entre los venezolanos, en base a un proyecto político-ideológico (Socialismo del Siglo XXI) de tipo maniqueo y manifiestamente excluyente; según éste, el país –a pesar de algunos slogans mentirosos- no pertenece a todos, ni todos en él pueden disfrutar de los mismos derechos. Lemas como el de “Patria, Socialismo o Muerte” –aunque se les modifique oportunísticamente- son bastante expresivos del apartheid en marcha.
Por cierto que durante estos días resido en un ámbito, que me resulta muy grato y espiritualmente reconfortante. Se trata del conjunto integrado por el Monasterio de las Carmelitas Reina de los Mártires -con un anexo residencial-, unido a la Iglesia Memorial María Reina de los Mártires, en recuerdo de las víctimas del Nazismo, que por aquí, a pocas cuadras, fueron ejecutadas (con horca o guillotina) en la horrendamente célebre Prisión de Plotzensee. El Comunismo y el Nacionalsocialismo son claros ejemplos de lo que el totalitarismo significa en cuanto a grave y masiva violación de los derechos humanos más fundamentales, y a retroceso de la cultura entendida como proceso de genuina humanización
La historia es maestra de la vida, si sabemos ser buenos alumnos. Ella busca enseñarnos que la libertad, la justicia y la paz se construyen con seres humanos libres, justos y pacíficos, que quieren esos valores para todos los demás, con miras a tejer una sociedad verdaderamente solidaria y fraterna.
El Muro de Berlín se plantea como indeclinable exigencia para todos los humanos y, en particular –lo subrayo aquí- para los venezolanos, en el sentido, no sólo de evitar la edificación de barreras para la convivencia humana, sino de convertirnos en constructores de una nueva sociedad y, por lo tanto, de agentes convencidos e inquebrantables de encuentro, reconciliación y paz.
lunes, 14 de noviembre de 2011
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