martes, 10 de septiembre de 2013

AUTODESLEGITIMACIÓN Y REENCUENTRO

En estos últimísimos tiempos venezolanos se han venido manejando bastante los términos de legitimidad e ilegitimidad a raíz de los cambios habidos en la dirección presidencial de la República. Hasta el Tribunal Supremo ha llegado la controversia, tema que no aspira a ser objeto de las presentes líneas Quisiera concretarme, en efecto, a un aspecto casi nunca tratado en esta materia y es cuando la causa de la ilegitimidad no reside en un agente extraño al ilegitimado, sino en éste mismo, quien, a través de actos propios, conscientes y libres, se autodeslegitima. No es la primera vez que toco el presente tema. Lo hice ya en un llamado hecho al entonces Presidente Hugo Chávez Frías, a propósito del 19 de abril de 2010. Por lo tanto al calor de la celebración bicentenaria de la Independencia. El título de esa interpelación fue: “!Presidente, vuelta al Cabildo”. No es conveniente autocitarse, a menos de que sea necesario. Así justificado, traigo aquí las siguientes líneas: “Volver al Cabildo exige, de modo prioritario y patente, que asuma Usted su responsabilidad de Presidente de la República. Este delicado cargo implica la escucha y dedicación a todos los venezolanos, trabajando por su unión en pro del bien común nacional. Nada más contradictorio con ello, que la identificación, implícita o explícita –y, peor, cuando se la exhibe- con sólo un sector de la población, despreciando y marginando a los demás, con base en motivos ideológico-políticos, raciales, religiosos o de cualquier otro género. El Presidente lo es, de verdad, cuando respeta a los ciudadanos no a pesar de, sino precisamente por sus diferencias, conviviendo en la diversidad comprensible e inevitable de una sociedad democrática, pluralista. Cuando tiene el reconocimiento de todos: los que lo eligieron y los que no votaron por él o lo adversan, pero que, en todo caso, deben y necesitan percibirlo sensible, cercano, humano, como su Presidente. De otro modo, está en juego la legitimidad de su ejercicio como mandatario. “La vuelta al Cabildo, Ciudadano Presidente, no podría menos que acarrear al país la alegría del reencuentro de los venezolanos, con la esperanza de lógicos frutos: progreso compartido, vigencia de la justicia y el derecho, fraterna solidaridad, paz estable, cultura de civilidad”. Fue un llamado que hice desde entraña venezolana y cristiana. Queda vigente. Y la circunstancia es propicia para reiterarlo, porque las condiciones nacionales se han agravado y también porque la circunstancia internacional lo demanda. En efecto, desde nuestro país, en desencuentro, se hacen reclamos por la paz en Siria, nación que dolorosamente exhibe las consecuencias trágicas de un sangriento desencuentro. Venezuela en su decurso histórico ha sufrido ya bastante con repetidas autodeslegitimaciones como para volver a reeditar fracasos. Felizmente la historia no se ha cerrado. Y Dios regala siempre horizontes a nuestra libertad.

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