lunes, 30 de septiembre de 2013

IGLESIA EN DEUDA

Obligante repetirlo: la Iglesia en Venezuela está en deuda con respecto una formación masiva en Doctrina Social de la Iglesia. Por Iglesia entiendo aquí el Pueblo de Dios en su conjunto. Dentro de él ocupan un primer y más obligante lugar quienes tienen la tarea de la conducción pastoral. Pero la Iglesia es mayoritariamente el conjunto de los laicos o seglares. Estar en deuda no significa que no se haya hecho nada, sino que lo hecho no está en modo alguno a la altura del deber que corresponde cumplir. Por consiguiente la responsabilidad es grande en cuanto al compromiso que es preciso asumir. Formación masiva significa educación a todos los niveles, comenzando por la Iglesia más pequeña que es-ha de ser la familia cristiana. Por consiguiente no se reduce a formación en ciertos grupos o elites, si bien en éstos dicha formación tiene que adquirir alta densidad. Doctrina Social de la Iglesia es el cuerpo de principios, criterios y orientaciones para la acción, que la comunidad eclesial tiene para contribución a la edificación de una nueva sociedad, es decir, de una convivencia acorde con los valores humano-cristianos del Evangelio. Cuando se haba aquí de formación, no se la entiende como un conjunto doctrinal dirigido sólo a la iluminación del cerebro, sino como enseñanzas, que, en una u otra forma, han de traducirse en práctica a través del proceso pedagógico mismo. Por ejemplo, formar en la solidaridad exige un hacerla vida ya, desde el aquí y ahora, a través de expresiones concretas y discernibles. Todos hemos de formarnos para formar. Pudiera hablarse entonces aquí de una dinámica conjunción alumno-maestro. Formarse-formar en forma de un círculo, no ya vicioso, sino virtuoso. ¿La primera escuela? La familia. Allí se aprende-ha de aprender a ser libres, justos, solidarios, veraces, tolerantes, dialogantes, pacíficos. La escuela formal viene después. La Doctrina Social de la Iglesia debe formar parte de la catequesis, ya desde su fase más elemental. La formación en la fe no se reduce a la enseñanza de los dogmas, del culto, de las oraciones y del listado del Decálogo. Ha de comprender aquello que habilite y anime a un relacionamiento con el prójimo -desde el individual inmediato hasta la sociedad (polis) grande- orientado e impulsado por los valores de la verdad, la práctica de los Derechos Humanos, la aplicación del mandamiento máximo del amor. La realidad actual de Venezuela en donde impera un estatismo opresivo, reina la delincuencia-impunidad, campea la corrupción, se impone la intolerancia y el odio, no puede menos de interpelar a todos y de modo particular a los creyentes. Porque –lo repito una vez más- lo que pasa en Venezuela, sucede en un país que se autodenomina -y las encuestan lo estiman- mayoritariamente católico. Aquellos pecados se darían de modo predominante, por consiguiente al interior de la comunidad Iglesia. ¿En dónde se manifiestan la fe, el bautismo, el mandamiento supremo de Cristo? Si se está en deuda hay que pagarla, por lo menos en alguna parte. Y pagarla con mucho ánimo, constancia y autenticidad.

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