El pueblo venezolano no aguanta más dilaciones. El soberano
no admite suplente. La Constitución no acepta plan B.
El Revocatorio debe darse ya, porque la gente en su inmensa
mayoría quiere un inmediato cambio de Régimen y éste, además de dañino, carece
tanto de legitimidad moral como como de
respaldo constitucional.
El desastre nacional en los más diversos órdenes urge un
relevo en la conducción de la República. El hambre (por escasez y carestía), la muerte y la enfermedad (por
falta de medicamentos y asistencia),la delincuencia desatada (por combinación
de incapacidad administrativa y política de estado), la corrupción hecha
metástasis (por la concentración-hiperpartidización-discrecionalidad del
poder), la opresión oficial (por la imposición de un proyecto
político-ideológico totalitario con criminalización de la disidencia), el
colapso de los servicios y de la producción nacional (por la estatización de toda
actividad económica) hacen indispensable la entrega del timón a otra dirigencia,
venezolana de veras, democrática, capaz, transparente y de futuro.
El país cuenta con un instrumento constitucional y viable
para iniciar de modo efectivo este mismo año el cambio necesario: el Referendo
Revocatorio. Algunos pasos se han dado ya en este sentido y a pesar de los
múltiples obstáculos puestos por el Consejo Nacional Electoral -contradiciendo de
modo patente y desvergonzado su finalidad y sentido- hay tiempo suficiente para
la referida consulta.
El cambio lo haremos los venezolanos desde adentro, pero debemos
contentarnos porque el marco internacional es muy propicio. Organismos
internacionales de la más diversa índole manifiestan su apoyo al Referendo y a
un nuevo escenario político venezolano.
En casa se ha ido tejiendo una amplia convergencia ciudadana.
Se logró constituir una mesa de unidad interpartidista y crece una dinámica confluencia de instituciones,
asociaciones y sectores de la sociedad civil sobre este común denominador: el establecimiento de una
convivencia pluralista, que refleje y actúe las notas con las cuales la Constitución identifica el deber ser
de la sociedad y del Estado venezolanos.
Ahora bien, como vivimos en un mundo concreto de Estados y,
por cierto, en uno de problemática tradición en cuanto a la relación entre lo
civil y lo militar, no se puede obviar el tema de dicha relación en la
Venezuela actual. A pesar de la mescolanza que se ha hecho en década y media de
“revolución socialista” entre uno y otro campo, debido principalmente al
mesianismo chavista y a la orientación castrocomunista del Régimen, soy de los
que creen y esperan que la Fuerza Armada de nuestra República, superando
liderazgos y grupos “enrojecidos” y/o corruptos, responderá a su compromiso con
la Constitución y el bien de la República, y así romperá el encadenamiento del
sector militar a una causa históricamente fracasada y dañina para la propia institución
castrense.
Como obispo de la Iglesia católica puedo afirmar que ésta,
por medio de su Conferencia Episcopal, denunció, aún antes que otros sectores o
entes nacionales (comenzando por los partidos políticos), la naturaleza del
Régimen, identificándolo no ya sólo como democrático a medias y aún
dictatorial, sino, más todavía, como totalitario
en la línea socialista-marxista-leninista). Y en lo que respecta ahora al
Referendo Revocatorio, la misma Conferencia ha sido clara y firme en apoyarlo y defenderlo para 2016. El Proyecto del
Socialismo Siglo XXI-Plan de la Patria fue siempre para los obispos moralmente
inaceptable y constitucionalmente ilegítimo.
El cambio de régimen y, como paso hacia éste, el Referendo
Revocatorio para el presente año son, pues, moralmente obligantes y constitucionalmente
imperativos. Ahora bien, frente a las amenazas oficiales y recogiendo el anhelo
profundo del pueblo venezolano traería aquí la plegaria del Salmo 19: “Unos
confían en sus carros, otros en su caballería; nosotros invocamos el nombre del
Señor, Dios nuestro”.
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