Se acaba de celebrar el
VII Congreso Nacional de Laicos de Venezuela, con la participación de
los consejos diocesanos, arquidiocesanos y nacional así como de diversos
movimientos y asociaciones que reúnen a los laicos del país. Igualmente hubo
una significativa representación de seglares que no están integrados en esos
organismos, pero actúan como luz y fermento del Evangelio en los diversos
ámbitos de la sociedad venezolana.
Al final del Congreso se produjo un Mensaje sobre la situación
del país, la cual, como era obligante, fue referencia obligada de oración, reflexiones
y determinaciones.
Inmediatamente antes de dicho encuentro el Episcopado
Venezolano había producido una declaración relativa al agravamiento de la
situación nacional, al que se sumaban las
recientes sentencias -155 y 156- del Tribunal Supremo de Justicia, que han
conmocionado al país. El Mensaje de los laicos retoma lo denunciado por los obispos, pero reprocha
algo más, que se refiere al sainete montado por el Régimen tratando de enmendar
la plana a la barrabasada del Tribunal.
El reproche tiene que ver, no ya con los aspectos constitucionales y políticos
de las sentencias, sino con reglas elementales
de la urbanidad y de la ética: “la subsiguiente actitud de burla y desprecio al
pueblo soberano por parte del Ejecutivo y su régimen. Todo lo cual pone una vez
más de manifiesto la centralización totalitaria
del poder, que diluye y destruye la autonomía e independencia de los
poderes y la vigencia del Estado de Derecho”.
El Congreso de Laicos afirma que todos estos acontecimientos
acentúan “lo oportuno e imperativo” del
llamado que hiciera la Asamblea Conjunta de Obispos y laicos el pasado mes de
enero: “Por eso es urgente un cambio político profundo, que haga posible una
convivencia ciudadana solidaria donde todos los venezolanos podamos convivir en
una democracia basada en la verdad y la libertad, en la justicia y la paz, en
la reconciliación y la fraternidad”.
Los laicos conforman la gran mayoría, para no decir la casi
totalidad de la Iglesia. De allí lo
importantísimo de su protagonismo en la comunidad eclesial y, de modo
particular, en lo que le es más propio, su presencia activa y evangelizadora en
los distintos ámbitos sociales, comenzando por la familia. El Mensaje del Congreso
concluye con algo que merece poner de relieve: “Nos comprometemos y animamos al pueblo fiel de Dios y
a todos los venezolanos a trabajar urgente y decididamente a unir fuerzas a fin
de lograr un cambio político que abra las puertas a una convivencia nacional
pluralista, fraterna, de trabajo y progreso, en democracia y en el marco de la
Constitución, por el bien común de Venezuela. Igualmente a
expresar de modo efectivo nuestra solidaridad con nuestros hermanos que
sufren por el hambre, la enfermedad y la violación de sus derechos humanos”.
Los laicos de Venezuela junto con los pastores de la Iglesia están
haciendo patente pues, su claro compromiso por un cambio positivo nacional
hacia una convivencia libre, pacífica, democrática, solidaria.
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