domingo, 26 de marzo de 2017

CONGRESO DE LAICOS



    Dentro de pocos días (30 marzo-1 abril) se reunirá en Caracas el VII Congreso Nacional de Laicos  bajo el lema “Protagonismo del laico en la realidad venezolana”.
Por laico se entiende en la comunidad católica aquella persona, que integrada a la Iglesia por el bautismo, comparte su fe, es corresponsable de su misión evangelizadora  y tiene como tarea peculiar la transformación de  la realidad social según los valores humano-cristianos de la Buena Nueva. El término laico tiene como sinónimo el de seglar (éste viene del latín secularis y se refiere a lo temporal, mundano).

   La Iglesia está constituida  en su casi  totalidad por laicos. El bautismo de por sí incorpora al laicado. Quienes no son laicos, a saber,   los clérigos o “ministros ordenados” (obispos, presbíteros y diáconos) así como  los “religiosos” y “religiosas”, suman  una ínfima minoría, que en Venezuela no llegaría a los diez mil. Dato cuantitativo  que  advierte ya el invalorable aporte de los laicos para  el presente y el futuro tanto de la  Iglesia como de la  nación.

    Una de las características principales de la actual renovación doctrinal y práctica de la Iglesia es precisamente la toma de conciencia acerca del protagonismo de los laicos dentro de la comunidad eclesial y desde ésta hacia  el mundo. Elemento clave en esta materia es que lo específico, lo más propio y peculiar del laico, es lo que le atañe en  cuanto a la buena marcha de su entorno social,  partiendo de familia -núcleo fundamental y primera escuela de todo-, para extenderse a  las demás formas  de agrupación y en los varios ámbitos de lo económico, político y ético- cultural (educación, comunicación, tiempo libre, ecología, “gratuidad”...). En este terreno el laico está llamado a actuar bajo propia responsabilidad

   El Papa Francisco ha puesto especial interés en su pontificado  al tema de los laicos y, dentro de éste, a la espinosa cuestión del “clericalismo”, es decir, a un protagonismo absorbente y hegemónico de los “ministros ordenados” (jerarquía) dentro de la comunidad eclesial. Lo ha patentizado recientemente en carta escrita al Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, con ocasión de una reunión de la misma sobre el ser y quehacer de los laicos en la Iglesia. El Papa  busca situar las cosas en su debido lugar, guardando un justo equilibrio; sin minimizar o diluir el papel de la jerarquía (clérigos), sí lo reformula, reivindicando la importancia y el necesario protagonismo del laicado. El “clericalismo”tiene una larga historia de siglos y se agudizó en alguna forma a partir de la separación protestante en el siglo XVI.

   El Papa Bergoglio, en correspondencia a la  teología renovada potenciada por el Concilio Ecuménico Vaticano II, puntualiza la naturaleza y la misión genuinas del seglar. Éstas no residen en ser simplemente ayudante, subordinado, “mandadero”, del clérigo; su identidad es  la de  miembro activo, corresponsable, coprotagonista al interior de la Iglesia y -algo sumamente importante- la de alguien cuya tarea peculiar es contribuir en la  construcción de una “nueva sociedad” (“civilización del amor”), que responda a la dignidad y derechos-deberes fundamentales de la persona humana y al “mandamiento nuevo” (amor) de Jesús el Señor. Una sociedad humanamente deseable y obligante, de calidad materio-espiritual, abierta también a su realización trascendente humano-divina.

   El “clericalismo” ha acostumbrado al laico a una actitud de dependencia respecto de los clérigos, que induce pasividad, inhibe iniciativas y creatividad, reduce la corresponsabilidad  y  tiende a valorar  la actividad evangelizadora del laico sólo como servicio intraeclesial (liturgia, catequesis, organización interna) cuando el campo de acción propio y desafiante del seglar ha de ser el de lo secular o “mundano” –en el buen sentido de este término-.


   El próximo Congreso de laicos se presenta, pues, como un magnífico estímulo al protagonismo laical en esta  Venezuela que sufre una honda crisis, especialmente en lo que toca a la entraña moral y espiritual dela nación. 

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