La primera quincena de julio ofrece
una secuencia muy significativa en materia de liberación política. El 4 se
tiene el Independence Day,
aniversario de la adopción de la Declaración de Independencia por el Congreso
Continental en los Estados Unidos en 1776; al 5, venezolano, me referiré ampliamente a continuación; luego
viene el festivo 14 Juillet francés,
que rememora la toma y destrucción de la Bastilla, prisión símbolo de la
tiranía real, en 1789.
El 5 de julio de 1811 el Congreso reunido en
Caracas declaró solemnemente nuestra Independencia, que se formuló en una
Constitución, la primera en su género en Latinoamérica.
El acto fundacional de Venezuela fue
un hecho predominantemente civil y cívico, protagonizado por figuras como Juan Germán
Roscio, Luis López Méndez y Francisco Javier Ustáriz. El Episcopado Venezolano,
en mensaje con ocasión del Bicentenario
de la Declaración de Independencia, expresó lo siguiente: “Tanto el 19 de abril
como el 5 de julio fueron dos acontecimientos en los que brilló la civilidad. La
autoridad de la inteligencia, el diálogo, la firmeza y el coraje no tuvieron
que recurrir al poder de las armas o a la fuerza y la violencia. La sensatez en
el intercambio de ideas y propuestas respetó a los disidentes y propició el
anhelo común de libertad, igualdad y fraternidad”.
Con el correr del tiempo las
conmemoraciones de esta fecha patria fundacional se han reducido, por cierto, a
desfiles de gente armada y exhibición de artefactos bélicos como fruto de una
hipertrofia militar, lamentable consecuencia de un reduccionismo histórico. Un
cambio político y cultural deberá convertir
estos aniversarios en fiesta nacional englobante.
La proclamación de la Independencia
se hizo “En el nombre de Dios Todopoderoso (…) Poniendo por testigo al Ser
Supremo (…) implorando su divinos y celestiales auxilios, y ratificándole en el
momento en que nacemos a la dignidad que su Providencia nos restituye, el deseo
de vivir y morir libres (…).
Quienes fundaron la República asumieron
la igualdad y los derechos del ser humano como algo cimentado en su dignidad de
criatura de Dios; le dieron, pues, una base sólida ética y trascendente, con las obvias limitaciones propias del tiempo, pero que permanece interpelante para cada
momento de la vida nacional.
A poco más de dos siglos, este 5 de Julio nos
plantea a los venezolanos el grave reto de re-independizar, re-liberar la República. Esta, en efecto, ha recaído en un
coloniaje esta vez castrocubano, y se encuentra encadenada a un proyecto dictatorial
totalitario comunista. El Gobierno
corrupto y prepotente lo trata de imponer y a fin de darle formalidad “legal” prepara
mediante su secretaría electoral (CNE), para fines de este mes, una
Constituyente espuria a espaldas del soberano. De República democrática
liberadora, digna y abierta, Venezuela se ha convertido en el escenario
internacional, por obra y gracia del Socialismo Siglo XXI-Plan de la Patria
y múltiples corruptelas, en vitrina
vergonzosa de opresión, miseria y aislamiento.
Con la ayuda de Dios, sin embargo, los venezolanos recogeremos la herencia noble
de nuestros próceres y reconstruiremos la República para relanzarla a
promisores horizontes. Debemos convertir el próximo 5 de julio en jubilosa y fecunda
celebración, que inaugure el Mes del
Cambio.
Un gran frente constitucional en que converjan
la Asamblea Nacional, la Fiscalía General de la República, los Partidos Democráticos,
la Sociedad Civil organizada, con el apoyo de la calle y la Comunidad
Internacional, no sólo impedirá la falsa Constituyente, sino logrará el cambio
del Régimen, la estructuración de un Gobierno robusto de Integración-Transición-Salvación
y unas elecciones generales en las cuales el soberano (CRBV 5) decida el futuro
que quiere para Venezuela. La Fuerza Armada Nacional si quiere ser fiel a la
Constitución y servir a ese soberano que la legitima, mantiene y apertrecha,
tendrá que alinearse con el gran movimiento patriótico de Re-Independencia.
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