Cuando se quiere identificar proyectos político-ideológicos
como el que este Régimen está imponiendo en Venezuela, los politólogos
ofrecen varias denominaciones, fruto de
un cruce de substantivos y adjetivos como los siguientes: populismo,
autoritarismo, dictadura, personalismo y
competitivo, electoral, sofisticado. No percibo
mayor inclinación a utilizar los términos totalitarismo y totalitario.
En esta materia son casi
inevitables las mezclas. Un gobierno no
realiza una idea o un propósito al estado puro. Lo político-ideológico
se mezcla con lo psicológico, lo programático con lo pragmático crematístico, lo racional con lo pasional, cuando
no con lo narco y patológico. Cuando en los catecismos se habla de los pecados
capitales (soberbia, avaricia y envidia,
por mencionar sólo tres), se está tocando algo que en una u otra forma y en
diversa medida se mete por los poros de quienes agencian la res publica, la administración del Estado.
Bajando a nuestra Venezuela y
enfocando el proyecto del SSXXI-Plan de la Patria que ahora con la fulana
Constituyente se pretende “legalizar”, la calificación que no dudo en aplicar
al Régimen es la de totalitario.
Sobre totalitarismo ha escrito de
forma sistemática gente experimentada como Hannah Arendt. Y muestras dolorosas
sobre las cuales investigar y reflexionar las tenemos de modo patente con el
comunismo y el nazismo. El siglo XXI, que se esperaba superase monstruosidades del anterior, está exhibiendo
reliquias y novedades, reveladoras de
cómo la historia se repite (aunque, en verdad, la repetición no es de ella,
sino de nosotros los humanos).
Una forma fácil de entender el
totalitarismo la ofrece el simple análisis de la palabra. Ésta viene de total y dice totalidad. Algo a lo cual en su espacio nada se le escapa. En la polis el totalitarismo se refiere a la relación estado-persona y
sociedad; significa un sistema en el que el estado (encarnado en un partido y
un líder) se autointerpreta como como el llamado a ordenar, dirigir, controlar a la persona y a
la sociedad en la totalidad de sus quehaceres.
Hay tres ámbitos que se suelen
distinguir en la actividad humana: el económico o campo del tener, el
político relativo al poder y el cultural
(en sentido restringido de ético-cultural) referente a dimensiones como lo
artístico y lúdico, lo ecológico y amistoso, lo moral y espiritual, lo
religioso y trascendente. En una organización sensata y sana de la polis esos ámbitos se manejan en la
conciencia de su interconexión pero también de su distinción, así como de la convergencia y diferenciación de
competencias o tareas del estado, de una
parte, y de la persona-sociedad, de la
otra. En un país democrático pluralista, en un estado de derecho, se procura
delimitar bien lo correspondiente al sector oficial con el fin de asegurar un
amplio espacio a las personas y a la sociedad para el ejercicio responsable de su libertad.
En un sistema totalitario, en
cambio, el Estado –que se identifica con el Partido y el Líder supremo- tiende a controlar todos los ámbitos del
quehacer humano y societario, la totalidad de la persona y de la convivencia. No
sólo busca monopolizar lo político estrictamente tal y algo de lo económico, como
hacen las dictaduras, sino también lo ético- cultural; de allí la completa
hegemonía comunicacional, el dirigismo educativo artístico e intelectual, el
dominio y manipulación de lo religioso, la intromisión en lo familiar, la
absorción de lo sindical y gremial, en fin el control de todo el entramado
social. Las organizaciones de base se convierten en simples correas de
transmisión de un mando central. A esto se añade el culto de la personalidad y
la mitificación o idolización del poder y del Jefe máximo. Verdadera idolatría.
El SSXXI-Plan de la Patria marcha
en esta dirección. Y, por supuesto, la Constituyente, que apunta abiertamente a
la implantación de un totalitarismo comunista en Venezuela. Cuba y Corea del Norte constituyen modelos a
imitar.
Frente a un tal inconstitucional
e inmoral propósito del Régimen no queda sino adoptar una firme desobediencia y
declararse en abierta rebelión, Constitución en mano y convicción ética y religiosa. Civiles y militares,
los venezolanos todos, hemos de formar
un frente común para salvar al país del estatismo salvaje y el inhumano
colectivismo, del control total, que este Régimen ilegítimo pretende imponer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario