En vista de los
acontecimientos políticos de estos iniciales días de 2019 me parece oportuno
exponer sintéticamente la última toma de posición de la Conferencia Episcopal
Venezolana ante la realidad nacional. La formuló en su Exhortación de la asamblea plenaria de julio pasado. Por cierto,
justo la próxima semana, del 7 al 12, se tendrá una nueva asamblea general ordinaria
de los Obispos (la primera de las dos que estatutariamente, en enero y julio,
se tienen cada año).
En este
artículo me ceñiré estrictamente a lo expresado por los Obispos.
Con respecto a
la crisis del país dicen: “sin temor a equivocarnos (la) calificamos como una gran tribulación (Cfr. Ap 12, 7-12) “.
Añaden que es “cada vez más grave” y destacan lo siguiente: “Una de las
situaciones que clama dramáticamente desde su silencio es el fenómeno de la
emigración. Venezuela se ha ido convirtiendo en un país en diáspora”, con todo
lo que eso significa de dramas personales y familiares y de pérdidas para el
país.
Los Obispos
afirman: “El principal responsable de la crisis por la que atravesamos es el
gobierno nacional, por anteponer su proyecto político a cualquier otra
consideración, incluso humanitaria”. Agregan:” Ignorar al pueblo, hablar
indebidamente en su nombre, reducir ese concepto a una parcialidad política o
ideológica, son tentaciones propias de los regímenes totalitarios, que terminan
siempre despreciando la dignidad del ser humano”.
Sobre la
consulta electoral de mayo, cuya ilegitimidad, extemporaneidad y graves
defectos de forma advirtieron, dicen que “sólo sirvió para prolongar el mandato
del actual gobernante. La altísima abstención, inédita en un proceso electoral
presidencial, es un mensaje silencioso de rechazo, dirigido a quienes quieren
imponer una ideología de corte totalitario, contra el parecer de la mayoría de la
nación”. Luego de señalar que desde el poder “se pretende conculcar uno de los
derechos más sagrados del pueblo venezolano: la libertad de elegir a sus
gobernantes”, hacen esta seria aseveración: “Reiteramos que la convocatoria del
20 de mayo fue ilegítima, como lo es la Asamblea Nacional Constituyente
impuesta por el Poder Ejecutivo. Vivimos un régimen de facto, sin respeto a las
garantías previstas en la Constitución y a los más altos principios de dignidad
del pueblo”. De inmediato ponen de relieve “Las actitudes de prepotencia,
autoritarismo y abuso de poder, así como la constante violación de los derechos
humanos”.
Con respecto a
qué hacer, los Obispos comienzan por recordar la invitación divina “a no tener
miedo, conscientes por nuestra fe, de que no estamos solos, sino que el Señor
nos acompaña y nos fortalece en nuestras vicisitudes (…) la oración, el
ofrecimiento del sacrificio y de las horas adversas nunca serán inútiles”. Y
luego advierten que, sin pretender sustituir en su papel y vocación a los
políticos, “ni convertirse en factor de gobierno o de oposición”, estimulan al
laicado a intervenir activamente en la palestra política y alientan a la
sociedad civil a comprometerse con el país.
Los Obispos
animan aquí “a las diferentes organizaciones de la sociedad civil, y a los
particos políticos, a exigir la restitución del poder soberano al pueblo,
utilizando los medios que contempla nuestra Constitución”. A los líderes de la
oposición les dice que “deben ofrecer al pueblo alternativas de cambio”. Y exhortan
“a la Fuerza Armada a que se mantenga fiel a su juramento ante Dios y la Patria
de defender la Constitución y la democracia, y a que no se deje llevar por una
parcialidad política e ideológica”.
Finalmente, el
Episcopado se compromete junto a las instituciones y organizaciones de la
Iglesia a “continuar y reforzar” la acción solidaria, favoreciendo también “un
cambio estructural en pro de la transformación de nuestra sociedad”. Agregan:
“puesta la confianza en Dios, afiancemos las exigencias en favor de la justicia
y la libertad”.
Concluyo con
una observación mía. En la línea de su misión evangelizadora, la Conferencia
Episcopal Venezolana asume, pues, una posición profética, activa, clara y
corresponsable, ante la gravísima crisis nacional, promoviendo el cambio de
rumbo que urge el país.
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