Giro copernicano es una expresión
que se utiliza para señalar un cambio radical o de suma importancia en el
planteamiento de una determinada cuestión, al invertir los factores que entran
en juego. Fue lo que planteó el astrónomo polaco sobre el protagonismo solar en
relación con la rotación de la tierra, la cual, en vez de centro de referencia,
pasó a ser satélite.
Las presentes líneas tienen por objeto
considerar el cambio eclesiológico y pastoral en la relación sacerdocio
ministerial-sacerdocio común, fruto de la renovación que tuvo en el Concilio
Vaticano II expresión, maduración y ulterior impulso. Dicho cambio fue asumido
por el Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006)[1]
y formulado en los siguientes términos, que justifican la calificación de giro
copernicano en la materia:
La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, cuya
novedad se define por su íntima relación con Cristo y su proyecto: el Reino; Él
“la estableció y mantiene continuamente” como “Iglesia santa, comunidad de fe,
de esperanza y de caridad” (LG 8), sacramento de comunión salvífica universal
(Cf. Ibid. 9). Cristo la ha hecho partícipe de su dignidad y misión profética,
sacerdotal y regia; y para que (cursiva nuestra) el Pueblo de Dios
realice su ser sacramental y su misión evangelizadora, le ha dado un ministerio
pastoral dotado de una profecía, un sacerdocio y una realeza calificados (cursiva
nuestra), que son presencia y actuación de Cristo-Cabeza de la Iglesia
(OPD 1).
Este texto, luego de exponer varios
elementos fundamentales eclesiológicos (íntima relación constituyente de Cristo
con el nuevo Pueblo de Dios y la naturaleza sacramental comunional de éste),
expone la gradación de lo profético, sacerdotal y regio en el siguiente orden:
1. Cristo, 2. Pueblo de Dios, 3. Ministerio pastoral. Gradación que invierte la
tradicional, “clásica” (1, 3, 2) Cristo-Ministerio pastoral-Pueblo de Dios. La
preposición para que expresa bien la finalidad, “funcionalidad”, del
ministerio con respecto a la realización efectiva del sacerdocio común en el
tiempo del peregrinar. La inversión, nada
secundaria o accidental, responde a razones teológicas de fondo y tiene
múltiples y hondas consecuencias. Manifiesta un verdadero giro copernicano. En la eclesiología pre-Vaticano II no era
extraño aún ignorar el sacerdocio común para simplificar lo sacerdotal en el binomio
Cristo-jerarquía. Lo de jerarcocentrismo y clericalismo era efecto inevitable
de una tal interpretación, así como el encierro de lo sacerdotal en lo cultual.
[1] El Concilio Plenario de
Venezuela, realizado con ocasión de los quinientos años de evangelización del
país (1498-1998), aprobó, entre sus diez y seis documentos, el número 9 sobre
el ministerio pastoral titulado Obispos, presbíteros y diáconos al servicio de
una Iglesia en comunión, el cual, justo en su número inicial, expone
sintéticamente una interpretación del papel que juega el sacerdocio ministerial
respecto del común.
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