No raras veces las faltas contra la estética son peores que las
transgresiones en materia ética. Sucede con exhibiciones del poder político,
cuando de modo descarado se violan normas constitucionales y se ejerce con
desfachatez la represión particularmente en tiempos electorales.
Estos días el tema de elecciones se incrementa y con él la realización de
primarias. Pues bien, justo en este momento se viene dando un cierre abundante
de emisoras radiales no oficiales y un incremento de actos persecutorios del
régimen contra defensores de derechos humanos y políticos disidentes. (Uno
tiene conocimiento directo de casos dolorosos de ensañamiento contra personas y
sus entornos familiares).
Es manifiesto el acogotamiento de sectores sociales con medidas
empobrecedoras que afectan de modo patente a educadores y pensionados, dignos
de un delicado tratamiento por la trascendencia de su labor o lo vulnerable de
su condición. Junto a ello se perciben
los privilegios de la “nueva clase” frente a las estrecheces de la gente común,
denunciados por el yugoeslavo Milovan Djilas con respecto a la oligarquía
comunista de la postguerra.
Contra la estética es también el ufanarse gubernamental de un crecimiento
económico argumentando en base a la multiplicación de casinos y bodegones así
como de altamente publicitados espectáculos, mientras el un país se desangra
con desesperada emigración en un marco internacional cada vez más estrecho y aun
hostil.
Junto a lo estético, la desfachatez en el ejercicio arbitrario del poder lastima
algo más grave, el ámbito ético, al golpear la moral y espiritualidad de la
población. Hay una serie de disposiciones, actitudes y comportamientos que resultan
seriamente afectados. Pensemos en la autoestima y la libertad, la participación
y la responsabilidad, la paz y la esperanza. La psicología es ciencia que puede
aplicarse malévolamente para humillar, cerrar horizontes, masificar, instrumentalizar,
entristecer, desesperar a las personas, para empequeñecerlas y dominarlas. Los
daños al alma son peores que los materiales a los cuerpos.
Los obispos de Venezuela, en el marco de su servicio pastoral han venido
haciendo un seguimiento de la situación y ofreciendo orientaciones a la
comunidad eclesial y al país en general. Su palabra ha sido de anuncio, pero
también de denuncia de aquellas cosas que obstruyen el buen relacionamiento con
Dios y con el prójimo. Han sido directos y claros en la identificación de la
gravísima crisis nacional, así como de la causa principal de la misma, que
radica en el tipo de proyecto político ideológico socialista comunista que con
sus mixturas y contradicciones se trata de imponer, sin importar los costos
humanos y el sufrimiento que traiga al pueblo venezolano.
Ante la situación de deterioro general el Episcopado planteó el año pasado
(Exhortación del 12. 7.2021) la necesidad de una “refundación de la nación”, de
reedificar el país. Para ello urgió la necesidad de la solidaridad y la unión:
“Estamos conscientes de que sólo si unimos esfuerzos y voluntades podremos
sacar el país adelante (…) Sólo tomando conciencia del protagonismo de todos
los miembros del pueblo venezolano, único y verdadero sujeto social de su ser y
su quehacer, podemos alcanzar la meta tan deseada por la inmensa mayoría del
pueblo: reconstruir nuestra nación”.
Estamos prontos a iniciar otro año del nuevo del siglo y milenio. Como
seres libres no podemos aceptar un fatalismo histórico. Como creyentes y seres
racionales tenemos el reto de construir una convivencia nacional fraterna,
corrigiendo rumbos y abriendo horizontes deseables. Es un desafío a los
venezolanos a doscientos años de la llamada Independencia. Sector oficial y
sociedad civil, gente de diversas confesiones e ideologías estamos llamados y
obligados como un solo soberano a reconstruir el país para ésta y las futuras
generaciones. No estamos condenados a ser una nación despedazada interiormente,
fracasada materialmente e indigente espiritualmente. Tenemos derecho y
obligación a una Venezuela digna, libre, productiva, solidaria. Es mandato
divino y ha de ser compromiso nuestro.
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