El trastorno personal por el cual se interpreta la realidad de manera
anormal, denominado esquizofrenia, consiste en un divorcio entre mente y
entorno, y puede ampliar su aplicación a un ámbito más amplio, que implica
desintegración, paralelismo, entre lo ideal o formal y mundo objetivo, yendo
más allá de lo estrictamente personal.
Un ejemplo bien concreto de esquizofrenia lo encontramos así, en el
binomio, que bien puede denominarse contradicción: Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela y realidad institucional concreta del
país. Siendo sinceros, hemos de reconocer que en nuestra patria han proliferado
las constituciones y escaseado la constitucionalidad. Aplicación abusiva de la
identidad, a la hegeliana, entre lo real y lo “racional”.
Aparte de lo ampliamente dañino que resulta incoherencia entre la Constitución
y la vida nacional, ello estimula una pedagogía ciudadanía muy negativa, pues
invita a disociar el comportamiento concreto de la gente, respecto de las
normas vigentes en los más diversos niveles de la convivencia social, desde la
desobediencia a los semáforos, hasta violaciones jurídicas de alto nivel institucional.
Ya el Preámbulo de la Constitución contiene una serie de principios
divorciados de la realidad del país, que se convierten en simple proclama. Y no
se diga de los Principios Fundamentales que siguen, entre los cuales
está el artículo 6, en nada acorde con aquello de “vinimos para quedarnos”, que
tan ofensiva y desvergonzadamente suele espetarse. “El gobierno (…) es y será
siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo,
responsable, pluralista y de mandatos revocables”. Hasta se ha llegado a
definir desde la cumbre del poder la ideología chavista como ideario y
orientación de la Fuerza Armada, y el Plan de la Patria como Carta Magna
operativa. No es del caso entrar aquí a desmenuzar artículos de la Constitución
para mostrar su inoperancia práctica; baste sólo citar el artículo 19 sobre
los derechos humanos y su obligatoriedad, el cual exhibe la esquizofrenia
nacional en la materia. La existencia de unos 300 presos-torturados políticos y
la conatelización comunicacional ya no escandalizan a la hora de
participar el Régimen en encuentros internacionales sobre la normalización
de Venezuela.
El país un dualismo ha inventariado en estos últimos tiempos una dualidad
de presidentes, de asambleas nacionales y pare de contar, así como lo que hemos
conceptuado un nudo gordiano de ilegalidades e ilegitimidades de no fácil
discernimiento, hasta el punto de que para encontrar actualmente una salida institucional
no queda más remedio que proceder sobre situaciones de facto: tal es el
caso de las elecciones primarias y las posteriores de carácter general. Todo ello, como es de esperar, coloca al país
en situaciones bastante problemáticas en la esfera internacional, con efectos,
obviamente, en el campo financiero y económico general.
La esquizofrenia es también causa y efecto de lo que se ha identificado
como el “pájarobravismo criollo”, factor cultural con efectos nefastos no sólo
en el relacionamiento a nivel vecinal, sino en las altas esferas de la
conducción nacional. Por esa viveza, Venezuela, de país altamente cotizado
fuera de nuestras fronteras, ha pasado a ser un mendicante y un sujeto de ayuda
humanitaria. El “pájaro bravo” ha saqueado no sólo los recursos de modestas
alcaldías, sino las arcas de entes poderosos como PDVSA y empresas de alto
coturno en la región de Guayana. Las víctimas, en la presente dictadura militar
social comunista, son millones tanto de pensionados y de empleados con sueldos
de hambre, como de emigrantes forzados
La refundación nacional, plantea, por tanto, no sólo un reordenamiento
económico y político a los más varios niveles, sino una renovación
ético-cultural de personas, grupos y sectores. Tarea educativa que ha de concretarse
seriamente desde los primeros pasos en el campo escolar. “No somos suizos” es
la excusa que se pone con frecuencia para justificar criterios y conductas
antisociales y la renuencia a la corrección. Pero tampoco somo genéticamente
“pájaros bravos” o ciudadanos disociados.
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