En lo que toca a nuestro país obligante mención merecen dos documentos íntimamente
relacionados del Concilio Plenario de Venezuela (CPV), en cuyo 25º aniversario
(2000-2006) estamos: La contribución
de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (No.3, CIGNS) y Evangelización
de la cultura en Venezuela (No. 13, ECV). El primero constituye una especie
de manual nacional de Doctrina Social de la Iglesia al estar estructurado
según la metodología conciliar del ver-juzgar-actuar.
Sobre esta materia, en continuo movimiento, he escrito en repetidas
ocasiones; esta vez, de modo sintético, destacaré algunos puntos de particular
importancia y actualidad para una interpretación especialmente cristiana,
eclesial, de la política.
Punto primero y fundamental es la noción misma de Dios, que rompe los
parámetros del Iluminismo o Ilustración, coincidentes en gran medida con los
comunes de los cristianos: el Ser infinito, personal, omnipotente, creador,
pero en ningún modo solitario y que poco tenga que ver con la construcción humana
de la convivencia social (polis). La noción cristiana genuina es que Dios
es Uno y Único pero Trinidad, amor, que pone su sello comunional a su obra
creada. El Papa Francisco en su encíclica Laudato Si´ ofrece un cuadro iluminador
de esta concepción unificante humano-cósmica (ver 238-240).
Un punto segundo es antropológico básico: el ser humano ha sido creado por
Dios a su imagen y semejanza, como ser para la comunión, social, político.
Lo que está en las antípodas de todo individualismo aislante, a lo Robin Hood. La
política no es, por consiguiente, una opción o escogencia: se nace, crece y se
muere político; la a-apoliticidad es una fantasía. O una mala política.
Como tercero, en el plano ético, moral, aparece como precepto máximo: el
amor a Dios y prójimo, (ver Mateo 22, 34-40), que ha de expresarse en formas
bien concretas de solidaridad, que Jesús ejemplifica en su narración del Juicio
Final (Ibid. 25, 31-46). El amor sintetiza y ahonda todos los valores y
virtudes: respeto, justicia, misericordia, sensibilidad, bondad….
El cuarto es la política como expresión ineludible, indispensable y
obligante del amor. El CPV afirmó: “Una de las grandes tareas de la Iglesia en
nuestro país consiste en la construcción de una sociedad más justa, más digna,
más humana, más cristiana, más solidaria (…) Los cristianos no pueden decir que
aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la
compleja organización social, política, económica y cultural” (CIGNS 90).
El quinto es la variedad de modos del ser-quehacer políticos: a) ejercicio
del poder, b) compromiso partidista, c) ejercicio ciudadano (sociedad
civil). Deber, vocación, capacidad, oportunidad son factores aquí influyentes o
determinantes. Como suele decirse: no todos están hechos para todo.
Como quinto aparece la Iglesia, cuyo modo de participación política
depende de la condición de sujeto concreto que asuma: a) comunidad creyente, b)
jerarquía eclesiástica y c) laico o seglar. Combínese esta trilogía con la del punto
anterior y resultará una variedad de cursos de acción, vocaciones y responsabilidades.
Pero sobre la referida base de una común, ineludible y obligante politicidad. El
“meterse en” política -ordinariamente así se habla- no es una opción. Lo optativo
es sólo el modo se serlo y hacerlo.
No es tarea simple el manejarse debida y acertadamente en esta materia.
Pero es un deber que se ha de precisar con serio discernimiento, sobre todo
cuando se trata de campos o aspectos obligantes para todos como son: la defensa
y promoción de la dignidad de la persona humana y sus derechos fundamentales,
la prioridad del bien común, la edificación de una nueva sociedad libre, justa,
pacífica, fraterna.
El ser humano es un ser político. Así fue creado y debe actuar en recta
concordancia. Máxime si se considera creyente y se confiesa cristiano. El Concilio Plenario de Venezuela asumió en
el Actuar de su documento sobre “nueva sociedad” este “Desafío 4: “Ayudar a
construir y consolidar la democracia promoviendo la participación y
organización ciudadana, así como el fortalecimiento de la sociedad civil”.
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