jueves, 12 de enero de 2023

VENEZUELAS

     Este cambio de año con la agudización de problemas institucionales nacionales en un país -ya formalmente esquizofrénico- y un denso tejido de comunicaciones con los compatriotas que están fuera, ha subrayado con fuerza en mi interior una pregunta, que ya había alguna vez exteriorizado ¿Es que existe una sola Venezuela?

    Un simple dato cuantitativo revela la dramaticidad de la pregunta. Los venezolanos trasplantados a otras tierras suman hoy, dos veces la población del país a la caída del dictador Juan Vicente Gómez e igualan el total de habitantes cuando el avión del general Perez Jiménez lo llevó al exilio en enero de 1958. La Venezuela ex patriada supera con creces la población de muchos estados del orbe, incluidos no pocos de este continente. Y el éxodo continúa. Resulta triste despedir a familiares y amigos, que uno razonablemente estima nunca regresarán a residenciarse en este trozo de satélite solar que los vio nacer y anidó sus primeras ilusiones.

    El drama despoblador no es fruto de una catástrofe ecológica, un conflicto bélico o circunstancias semejantes, sino consecuencia de políticas destructivas, excluyentes, que desintegran el país. Y resulta doblemente triste percibir que consideraciones ideológicas, actitudes grupales intolerantes y egoísmos enceguecidos conducen a no pocos a congratularse por la diáspora. Se deshumaniza el juicio y se pragmática el resultado: mientras menos gente, se reducen los problemas de servicios y se merma la oposición.

    Cabe pensar que no pocos de los que se han ido habrían podido quedarse a través de un mayor esfuerzo y sacrificio propio, pero ¿quién es uno para juzgar conductas personales familiares? Por lo demás, para la generalidad resulta insoportable un ambiente de permanentes limitaciones y amedrentamientos; el ejercicio de derechos humanos fundamentales encuentra múltiples obstáculos en regímenes con proyecto totalitario como el Socialismo del Siglo XXI. En otros tiempos resultaba fácil y hasta festivo manifestar en la calle contra el régimen y en pro de determinadas causas; ahora la ausencia de un estado de derecho lleva a criminalizar fácilmente legítimas actuaciones ciudadanas. Las acusaciones de “odio” y conspiración están a la orden del día.  Poder pretendidamente omnipotente y absoluto.

    Lo de 2 venezuelas tiene aplicación también en otros aspectos de la realidad. Una primera es de tipo político-ideológico y se refiere a la división de los ciudadanos: en buenos, aderechados, revolucionarios/ malos, jurídicamente marginales, reaccionarios. De un lado, los que “vinieron para quedarse” y del otro los apena soportables. La dinámica del poder comunal tiene esa direccionalidad. Es bien significativo el hecho de que ya desde el comienzo, el régimen, copiando el modelo deshumanizante castro cubano, identificó a la disidencia con una especie animal (de gusano a escuálido). Los nazis ya habían apelado a ratas. Lenguaje en lógica genocida.

    El agravado foso social permite hablar también de dos venezuelas. La de la burbuja en un porcentaje reducido de la población, especialmente miembros de la Nomenklatura y “enchufados” en ésta, que se aprovechan del poder o se manejan a su sombra. Junto a ella una mayoría empobrecida que sufre un progresivo empeoramiento de sus condiciones de vida. El comunismo agrava divide y miserabiliza.

    Cuando el episcopado nacional planteó la urgencia de una refundación nacional tenía en vista esta división del país y el actual embrollo de inconstitucionalidades, ilegalidades e ilegitimidades, que clama por una reconstrucción a fondo de la República a sus doscientos años de establecimiento.

    Ha de abrirse espacio al soberano para que éste, en un clima de genuina libertad y bajo la supervisión de organismos internacionales, establezca una base sólida institucional para el funcionamiento del país, eligiendo un gobierno que recoja la voluntad popular y actúe con el respaldo más amplio de efectiva participación plural nacional. Por el momento el camino propicio registra elecciones presidenciales precedidas de una escogencia en primarias de la oposición.

    El objetivo hoy no puede ser otro que reunir a Venezuela como nación próspera y república democrática.

viernes, 30 de diciembre de 2022

DE SOLITARIO A SOLIDARIO

     En los dos últimos siglos celebró la Iglesia católica concilio ecuménicos o universales, por cierto bajo la misma denominación de Vaticano, por el lugar de celebración: el Vaticano I (1869) y el Vaticano II (1965). Los marcos históricos culturales fueron bien diferentes, especialmente por sus escenarios inmediatos europeos en que se celebraron, el primero marcado por una situación inmediata conflictiva y el otro por una progresiva apertura. La Iglesia en el siglo XIX apuntalaba defensas frente a corrientes racionalistas, materialistas, indiferentitas, y relativistas; la actitud del Vaticano II en los sesenta, en cambio, fue de disposición al diálogo, a un discernimiento hacia el encuentro y la convivencia pluralista.  Dos papas caracterizaron bien esas dos épocas: Pío IX y Juan XXIII.

    Realizados en la continuidad de una misma fe cristiana fundamental,   esos concilios trabajaron, sin embargo,  con dos concepciones “distintas” de Dios, que pudieran sintetizarse en dos adjetivos bien parecidos pero contrapuestos: solitario y solidario. Me animó a formular así el cambio una reflexión cuaresmal de los Obispos de Navarra y País Vasco publicada en 1986 y recogida por Enrique Cambón en su libro La Trinidad modelo social. Valga esta cita: “Cuando los cristianos confesamos la Trinidad de Dios, queremos afirma que Dios no es un solitario, cerrado en sí mismo, sino un ser solidario. Dios es comunidad, vida compartida, entrega y donación mutua, comunión gozosa de vida. Dios es a la vez el que ama, el amado y el amor…”

    El Concilio Vaticano I comenzó su documento sobre la fe católica con esta afirmación primaria de  los catecismos: “hay un solo Dios verdadero y vivo, creador y señor del cielo y de la tierra, omnipotente, eterno, inmenso, incomprensible, infinito en su entendimiento y voluntad y en toda perfección”. Dios como uno y único, distinto del mundo y fuente de los seres,  en lo cual coincidimos los cristianos con los adherentes de otras religiones monoteístas como el Judaísmo y el Islam.                       El Vaticano I, por cierto, insistió en la capacidad de la razón para conocer la existencia, perfección y unicidad de la divinidad: “Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas”. Confianza en la razón y  la reflexión filosófica, frente  a sensismos, agnosticismos y autosuficiencia cientificista. El mismo Concilio entra en el ámbito de la revelación y la fe, que enrique y ahonda el conocimiento religioso y abre un panorama enriquecedor en el relacionamiento con Dios. Dios no es ya simple ser unipersonal, sino Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), que establece un nuevo y original relacionamiento con los seres humanos, con profundas consecuencias en la praxis y espiritualidad cristianas.

    Se puede decir, sin embargo, que esta condición trinitaria de Dios, contenido central de la fe cristiana, no se ha reflejado tradicionalmente de modo adecuado, perceptible en la concepción y práctica de la Iglesia y los cristianos. Y es lo que viene sucediendo actualmente y se ha desencadenado con el Concilio Vaticano II. No es que se comienza a creer en la Trinidad, sino que se comienza a explorar y explotar todas las virtualidades que el misterio trinitario encierra para la comprensión del ser humano y de su hábitat cósmico y su historia, de la Iglesia y su misión en el mundo, del sentido de la totalidad de lo real. Pudiera hablarse aquí de una verdadera “revolución”.

sábado, 17 de diciembre de 2022

PESEBRE INTERPELANTE

     Por este tiempo del 2023 se cumplen mil años del primer Pesebre, construido en Greccio (Italia) por inspiración del Poverello de Asís.

    Se generó así una tradición, que se mantiene viva universalmente con un inventario de rica expresividad cultural. Su razón de ser se enraíza en la historicidad misma del acontecimiento cristiano. El escenario global contemporáneo es bien diferente, comenzando por el del “occidente cristiano”, de marcado pluralismo y desafiante para la fe en múltiples e inéditos aspectos. Con renovadas expresiones artísticas y variados entornos el Pesebre mantiene, sin embargo, su vigencia y viene promoviendo originales iniciativas como la Feria Popular del Pesebre de Coro -amplio abanico cultural de sólida consistencia regional y nacional de fe-.

    Una modalidad emergente del Pesebre, en rápida difusión ahora, es el llamado Pesebre trinitario. Comenzó en forma de micro pesebre: representación en reducido tamaño de la Sagrada Familia y su compañía de animales caseros, enmarcadas en un triángulo equilátero, representativo del misterio central cristiano, la Santísima Trinidad, Dios Padre-Hijo-Espíritu Santo. Esa trinitariedad  va informando también pesebres grandes, en los cuales al menos la gruta reviste clara forma triangular, explicitando así el misterio íntimo de Dios, que se nos ha revelado por su Hijo encarnado, Jesucristo. 

    Desafío grande para los cristianos en tiempo navideño es mantener, renovándola, la reproducción figurativa cristiana de la Navidad, evitando su disolución en expresiones neutras como los “santas” y “papás Noel” y el paisajismo invernal norteño. En cuanto al Árbol, éste tiene una génesis peculiar y se ha venido integrando armónicamente con el Pesebre. Hoy más que nunca se requiere de los creyentes convicciones firmes y manifestaciones precisas de su fe.

    Seria reflexión y aguda creatividad reclama la plasmación en el Pesebre de la convivencia -polis- que Cristo inspira y quiere para la humanidad: una sociedad realmente nueva, una “civilización del amor. La fantasiada como promesa definitiva para la humanidad en las profecías del Antiguo Testamento. La paz universal de feliz convivencia humana y comunión ecológica global dibujada con rasgos de penetrante viveza por el profeta Isaías. Recordemos aquí algunas de sus descripciones: “Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra” (2,4). “Serán vecinos el lobo y el cordero (..), el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá (…) el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte” (11,6-9). El Pesebre sea sensiblemente una pedagogía de paz, de dinámico compartir.

    Útil y oportuna tarea de inculturación resulta también en este sentido hoy la traducción del hábitat rural y pueblerino del Pesebre tradicional, en coordenadas del actual cambio epocal, con una polis global, en estrecha unión tecno comunicacional y vocación cósmica. pero amenazada por las tentaciones de siempre hacia encierros y confrontaciones.  Anhelos y problemas relacionales la humanidad la carga consigo, pero la promesa divina de paz universal permanece.

    Retomar, actualizar el mensaje pacificante del Pesebre y proyectarlo activamente en nuestro país y nuestro mundo constituye un imperativo cristiano en la línea de la inculturación del evangelio y la evangelización de la cultura. El Pesebre no es sólo grato rememorar de sueños de infancia, sino aguda interpelación de adultez cristiana. Cristo viene para que construyamos la “nueva sociedad” que prepara la Jerusalén celestial (ver Ap 21, 10).

    El “pesebre real nacional” genera un ineludible reto cristiano. Cristo quiere encontrar, no la sociedad que enfrentada que tenemos, con medio país expatriado, centenares de presos y torturados políticos, una población mayoritariamente miserabilizada y bajo un régimen opresor. Nación como de fieras mutuamente enfrentadas. Sino la convivencia fraterna que Dios Amor, Trinidad, quiere y nos manda tejer con Jesucristo “Príncipe de la paz” (Is 9, 5).

 

domingo, 4 de diciembre de 2022

EL ROSTRO DE DIOS

 



    De entrada conviene aclarar cierta equivocidad. Se habla, por ejemplo, del Dios cristiano, judío o musulmán; en realidad, no se trata de entes distintos (politeísmo), sino de perspectivas de interpretación. La expresión correcta sería, no Dios “cristiano” sino Dios revelado por Cristo o según la revelación cristiana.

    Sobre la temática divina -tan antigua como la presencia del ser humano en la historia- el filósofo Leibniz (1646-1716) escribió una obra a la cual tituló Teodicea (en griego significa defensa de Dios), para responder -desde lo que estimaba la sola razón- a objeciones respecto de la realidad del Ser supremo y afirmar su existencia y naturaleza. (Estrictamente hablando podemos decir que Dios no necesita defensores, sino adoradores y amigos obedientes).

    El Concilio Vaticano II, la más saliente asamblea reflexiva y operativa de la Iglesia del siglo pasado, encaró el problema del ateísmo, teórico y práctico, “como uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo” (Gaudium et Spes, 19). Del olvido, la indiferencia y negación de Dios el Concilio explicitó raíces, razones y formas, dentro de lo cual no omitió la culpa también de los creyentes. Sin embargo, insistió especialmente en que la afirmación de Dios, antes que restar fuerza a la dignidad y la potencialidad del ser humano, las fortalece, recordando además lo dicho por san Agustín: “nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones I, 1).

    El escenario contemporáneo del problema de Dios ofrece cambios significativos. Sobre el tapete no dominan tanto el planteamiento frío y neutro del iluminismo y de los radicalismos racionalistas e idealistas, el cientismo reductor positivista, los fantasiosos superhombres y paraísos terrestres, seguidos de desencantados existencialismos. Las tentaciones mayores ahora son el libertinismo, la cultura hegemónica de la diversión y el consumo, las ideologías desintegradoras de lo humano hacia nihilismos autodestructivos, el encierro en humanismos sin ventanas trascendentes,  la rendición ante macro poderes de un globalismo dominador.

    Hoy el desarrollo de una teodicea debe acompañarse de una genuina antropodicea, en cuanto la afirmación de Dios ha de ir unida a una auténtica y sólida defensa del ser humano, en la línea de lo sostenido por el escritor cristiano Ireneo de Lyon (+203): la gloria de Dios es el que el ser humano crezca.

    Esta perspectiva positiva de la relación humano-divina (“religatio”) requiere recalcar y desarrollar dos aspectos. El primero es la condición comunional (relacional, interpersonal, amorosa) de Dios y el segundo el carácter de imagen y semejanza de la creatura humana.

    Con respecto a lo primero, el aporte de la revelación cristiana es clave. En efecto, no sólo entiende  a Dios como persona, (ser inteligente, “queriente”, libre,  poder supremo), sino que lo define como Unitrino, compartir, diálogo, amor.  La perfección de lo personal no consiste en simple desarrollo auto referencial, solitario, sino que va en línea solidaria, comunicacional, participativa, comunional. La definición “Dios es amor” (1Jn 4, 8) da la clave para entender el conjunto del ser y su dinamismo.

    Con respecto a lo segundo el Génesis en su primer capítulo plantea la creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios (1, 2). Este reflejo divino explica primariamente la condición comunional, social, de aquél.  El “ser para el otro”, que es el hombre, juega su suerte, histórica y post temporal, no como un yo cerrado, sino en apertura, en conjunción inter humana y humano-divina. “Ser social” será juzgado según su solidaridad histórica. Es el mensaje fuerte de Mateo 25, 31-46, que identifica la cara del prójimo como el rostro de Dios visibilizado en Cristo. Esto es necesario  remacharlo en una cultura superficialmente muy comunicativa, pero altamente egoísta (solipsista).

    Hoy se está generando un fuerte movimiento tendiente a recuperar y difundir el triángulo equilátero como símbolo cristiano de la Trinidad divina. No podemos menos de saludarlo y subrayar su oportunidad y conveniencia. Ello potenciará sin duda el reconocimiento de Dios como amor y del ser humano como ser para la comunión.

 

 

 

 

sábado, 19 de noviembre de 2022

MOTIVOS PARA DIALOGAR

         Ser para la comunicación: medular definición del animal político creado por Dios para manejar la polis, cuya construcción y perfección le encarga. El ser humano ha sido lanzado pues a la historia como dialogante. La poética intuición del recordado Italo Pizzolante respondía a la causalidad omnipresente de diálogo: todo puede motivar el compartir de los humanos.

    Ahora bien, la antropología bíblica -ya el Génesis lo atestigua con su narración cargada de imágenes y mitos- revela, junto a la naturaleza relacional del ser humano, el escenario dramático histórico: el hombre con su libertad no sólo construye puentes, sino que también genera rupturas, ya directamente con su creador (desobediencia), ya con quien éste le ha dado como proximus y representante.  Adán y Caín con sus pecados (cierre egoísta, insolidaridad, beligerancia) inauguran el lado oscuro de la historia, llamada de por sí a formar un tejido de progresiva unidad como reflejo de la trinidad creadora.

    La grave crisis nacional que nos viene golpeando por más de dos décadas es, radicalmente, una falta de reconocimiento mutuo entre los venezolanos. Una ruptura de unidad.  Nuestra Constitución identifica y subraya a Venezuela como un pueblo y una nación, una república y un estado. Pero ¿qué exhibe la Venezuela real? El Régimen con su Socialismo del Siglo XXI la divide y enfrenta, la manipula y empobrece; la descuartiza. Ejemplos: la hemorragia forzada de compatriotas por el globo va por ocho millones; cárcel, tortura y hostigamiento de opositores y disidentes depende del dueño de la granja. Cuando Dios preguntó a Caín por su hermano Abel, el fratricida respondió: “No sé ¿Soy acaso el guarda de mi hermano?” (Gn 4, 9).

    La denuncia del Episcopado ha sido permanente. Retomemos lo dicho hace una docena de años: “El mayor problema y la causa de esta crisis general (…) es la decisión del Gobierno Nacional y de los otros órganos del Poder Público de imponer un sistema político-económico de corte socialista ma4rxista o comunista. Este sistema es totalitario y centralista, establece el control del Estado sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas. Además atenta contra la libertad y los derechos de las personas y asociaciones y ha conducido a la opresión y a la ruina a todos los países donde se ha aplicado” (Exhortación 12. 01.2015).

    Por algo el Episcopado ha planteado la urgencia de refundar la nación. Tarea pluridimensional, económica, política, ético-cultural. Refundar implica ante todo cortar el actual “nudo gordiano” de inconstitucionalidades, ilegalidades e ilegitimidades que caracterizan el país, restablecer el estado de derecho y la convivencia democrática. Urge prioritariamente otro timonel para Venezuela y posibilitar la decisión completamente libre del soberano (CRBV 5) para redefinir lo fundamental del rumbo republicano.

    La crisis - ¡cubre ya todo este siglo y este milenio! - planteó ya hace años la necesidad de un diálogo (dirigentes de gobierno, oposición, otros sectores). La Iglesia, comenzando por el Papa, lo estimuló, también con participación vaticana. Pero el diálogo no pasó de algunos encuentros y de mucha demagogia y comedia. Y el oficialismo lo ha venido manejando ulteriormente como un instrumento, juguete o payaso para entretener a la nación, silenciando ilusiones, cuando las cosas parecen ponerse serias, con desparpajos como el de “la revolución ha venido para quedarse”.

    El diálogo fue creado con el ser humano, no solamente para superar crisis y resolver problemas, sino, principalmente, para el bien-estar y progreso en convivencia. Tiene un sentido originariamente positivo y proactivo -la Biblia presenta la vida eterna como diálogo beatificante-. Democracia es polis dialogal. Por ello el diálogo exige una educación y un clima correspondientes marcados por valores como: verdad, libertad, respeto y aprecio mutuos, comprensión, bien común sobre intereses grupales o individuales. Fair play de autenticidad y transparencia.

    Se ha de dialogar no sólo para que el enfermo no muera sino para que su salud se fortalezca. Una “nueva sociedad” es un conjunto humano en apertura permanente de diálogo y comunión. Los Motivos de Pizzolante invitan a una generosa creatividad.

 

domingo, 6 de noviembre de 2022

DE PREPOTENCIA A CONVIVENCIA

    No raras veces las faltas contra la estética son peores que las transgresiones en materia ética. Sucede con exhibiciones del poder político, cuando de modo descarado se violan normas constitucionales y se ejerce con desfachatez la represión particularmente en tiempos electorales.

    Estos días el tema de elecciones se incrementa y con él la realización de primarias. Pues bien, justo en este momento se viene dando un cierre abundante de emisoras radiales no oficiales y un incremento de actos persecutorios del régimen contra defensores de derechos humanos y políticos disidentes. (Uno tiene conocimiento directo de casos dolorosos de ensañamiento contra personas y sus entornos familiares).

    Es manifiesto el acogotamiento de sectores sociales con medidas empobrecedoras que afectan de modo patente a educadores y pensionados, dignos de un delicado tratamiento por la trascendencia de su labor o lo vulnerable de su condición.  Junto a ello se perciben los privilegios de la “nueva clase” frente a las estrecheces de la gente común, denunciados por el yugoeslavo Milovan Djilas con respecto a la oligarquía comunista de la postguerra.

    Contra la estética es también el ufanarse gubernamental de un crecimiento económico argumentando en base a la multiplicación de casinos y bodegones así como de altamente publicitados espectáculos, mientras el un país se desangra con desesperada emigración en un marco internacional cada vez más estrecho y aun hostil.

    Junto a lo estético, la desfachatez en el ejercicio arbitrario del poder lastima algo más grave, el ámbito ético, al golpear la moral y espiritualidad de la población. Hay una serie de disposiciones, actitudes y comportamientos que resultan seriamente afectados. Pensemos en la autoestima y la libertad, la participación y la responsabilidad, la paz y la esperanza. La psicología es ciencia que puede aplicarse malévolamente para humillar, cerrar horizontes, masificar, instrumentalizar, entristecer, desesperar a las personas, para empequeñecerlas y dominarlas. Los daños al alma son peores que los materiales a los cuerpos.  

    Los obispos de Venezuela, en el marco de su servicio pastoral han venido haciendo un seguimiento de la situación y ofreciendo orientaciones a la comunidad eclesial y al país en general. Su palabra ha sido de anuncio, pero también de denuncia de aquellas cosas que obstruyen el buen relacionamiento con Dios y con el prójimo. Han sido directos y claros en la identificación de la gravísima crisis nacional, así como de la causa principal de la misma, que radica en el tipo de proyecto político ideológico socialista comunista que con sus mixturas y contradicciones se trata de imponer, sin importar los costos humanos y el sufrimiento que traiga al pueblo venezolano.

    Ante la situación de deterioro general el Episcopado planteó el año pasado (Exhortación del 12. 7.2021) la necesidad de una “refundación de la nación”, de reedificar el país. Para ello urgió la necesidad de la solidaridad y la unión: “Estamos conscientes de que sólo si unimos esfuerzos y voluntades podremos sacar el país adelante (…) Sólo tomando conciencia del protagonismo de todos los miembros del pueblo venezolano, único y verdadero sujeto social de su ser y su quehacer, podemos alcanzar la meta tan deseada por la inmensa mayoría del pueblo: reconstruir nuestra nación”.

    Estamos prontos a iniciar otro año del nuevo del siglo y milenio. Como seres libres no podemos aceptar un fatalismo histórico. Como creyentes y seres racionales tenemos el reto de construir una convivencia nacional fraterna, corrigiendo rumbos y abriendo horizontes deseables. Es un desafío a los venezolanos a doscientos años de la llamada Independencia. Sector oficial y sociedad civil, gente de diversas confesiones e ideologías estamos llamados y obligados como un solo soberano a reconstruir el país para ésta y las futuras generaciones. No estamos condenados a ser una nación despedazada interiormente, fracasada materialmente e indigente espiritualmente. Tenemos derecho y obligación a una Venezuela digna, libre, productiva, solidaria. Es mandato divino y ha de ser compromiso nuestro.

 

 


viernes, 21 de octubre de 2022

¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO?

     Los números no tienen color, calor, ni sustancia. Pero como se dice que son fríos, dentro de esta frialdad podemos recordar que los 7.1 millones y más de venezolanos emigrados forzados, doblan la población criolla a la caída de Gómez en 1936, e igualan la nacional a la caída de Pérez Jiménez en 1958. Una cifra superior a la de habitantes de varios países latinoamericanos y la de muchos del concierto internacional ¿1 venezolano fuera por cada 4 dentro?

    Los números cobran vida cuando se “encarnan” en seres humanos concretos. Entonces son 7.1 millones de compatriotas de carne y hueso, dispersos y rondando por los varios puntos cardinales del globo. Insertos en árboles genealógicos concretos, con relaciones familiares precisas y situaciones frecuentemente dramáticas y no pocas veces trágicas. Allí hay nombres y apellidos de niños abandonados, ancianos en soledad, muchachas expuestas, hogares descuartizados, jóvenes narcoatrapados; ilusiones truncadas, estudios interrumpidos, enfermedades agravadas, muertes aceleradas; parejas rotas y uniones fugaces.

    Inventariar daños materiales, perjuicios económicos, es relativamente fácil; no sucede lo mismo con pérdidas y destrozos antropológicos en profundidad. Es aquí donde se toca la autoestima, el sentido de la vida, la conciencia de auto realización. Es alegría o tristeza respecto de una habitación o empleo, de un emprendimiento o documento. Justificar una existencia e identificar una razón de vivir.  

    Junto a los aspectos negativos individuales y familiares de esta emigración forzada es menester anotar en el inventario del éxodo los daños sociales, económicos, políticos y ético-culturales de Venezuela como conjunto, el lamentable impacto habido en la educación y la asistencia social y, en general, en los servicios públicos a todos los niveles; el debilitamiento institucional de la sociedad civil y el acrecentamiento del simple poder de facto en el sector oficial. 

    Recordar el lado oscuro de la expatriación no significa ignorar logros parciales y elementos positivos dentro del maremágnum de la dispersión. Estos, con todo, no impiden calificar el conjunto como tragedia nacional y escándalo internacional, los cuales desafían gravemente a la conciencia y el compromiso humanos contemporáneos.  

    Un factor muy dañino en situaciones como la que estamos considerando es el síndrome de Estocolmo, que lleva a aclimatarse en situaciones y procedimientos inaceptables; las víctimas se van progresivamente familiarizando con violaciones de derechos humanos, tenidas inicialmente por in soportables.

    A propósito de este desangramiento de Venezuela viene muy a propósito hacer a los principales personeros militares y civiles del presente régimen Socialismo del Siglo XXI, la pregunta que Dios hizo al fratricida Caín, en lo que el Génesis narra como inicios de la historia humana: “¿Dónde está tu hermano Abel?” (Gn 4, 9).  Porque los millones de venezolanos que han salido a buscar otras tierras no lo han hecho por una catástrofe natural, un conflicto bélico o una calamidad semejante. El Episcopado venezolano ha sido claro y preciso al denunciar la causa: “En los últimos tiempos Venezuela se ha convertido en una especie de tierra extraña para todos. Con inmensas riquezas y potencialidades, la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna. Junto a esto, además de ir eliminando las capacidades de la producción de bienes y servicios, ha aumentado la pobreza, la indefensión y la desesperanza de los ciudadanos (…) Esto ha conducido a que un considerable número de personas decidan irse del país en búsqueda de nuevos horizontes” (Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana, Mensaje del 19 de marzo 2018).

    Porque la destrucción es global y el mal profundo el Episcopado ha urgido repetidas veces la urgencia de una refundación nacional. Ésta exige como condición fundamental nuestro reconocimiento mutuo como personas portadoras todas de una común dignidad y derechos humanos irrenunciables, participantes de una soberanía de carácter originario; sujetos éticos, libres y responsables. Y en perspectiva creyente: hijos de un mismo Padre celestial.

    ¡Sí!  ¡Dios nos ha puesto como guardas de nuestros hermanos compatriotas!