sábado, 7 de mayo de 2011

15.4.11
PROYECCIÓN SOCIAL DEL EVANGELIO
Ovidio Pérez Morales
El Evangelio, asumido en la fe, tiene que proyectarse en las realidades sociales de nuestro mundo (economía, política, cultura). Éstas según el plan creador y salvador de Dios, que es Comunión, deben orientarse en un sentido liberador y unificante. Todo lo que se inscribe en la línea de la libertad y la justicia, de la solidaridad y la fraternidad, de la reconciliación y la paz, se encamina en esa dirección claramente humanizante.
La fidelidad a Cristo exige renovar, a la luz y en el sentido del Evangelio, la convivencia humana a todos los niveles; desde el familiar hasta el internacional.
El Concilio Plenario de Venezuela en La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad nos enseña: “Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural.” (CIGNS 90). Este documento, junto con el de Evangelización de la cultura en Venezuela, forman una especie de compendio de Doctrina Social de la Iglesia aplicada a nuestro país.
La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla, 1979) recalcó ya que en el rostro del desempleado, del marginado, del enfermo, del minusválido, del anciano, del niño… “deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela” (DP 31-39).
La sociedad “nueva”, Civilización del amor, que los cristianos hemos de construir en colaboración con todos los hombres de buena voluntad, es la del compartir, de la vida y la solidaridad. Como notas características ha de ofrecer: comunicación de bienes (correspondiente a la destinación universal de los mismos), convivencia democrática y calidad espiritual de vida.
Un buen cristiano ha de ser un buen ciudadano (griego polítes), es decir, una persona preocupada por el bien de la ciudad (griego polis), por el bien común. Tiene, por tanto, un ineludible deber “político”, como miembro aquélla.
A la Iglesia, en cuanto comunidad de fieles e institucionalmente tal, no le compete formular un modelo determinado de organización de los distintos ámbitos sociales (económico…). Tiene que estimular sí, a la búsqueda y actuación de modelos cada vez más compatibles con las exigencias del ser humano y con los valores del Evangelio.
El laico, llamado obviamente a participar en la vida y actividad internas de la comunidad eclesial, tiene, sin embargo, como campo específico de acción, lo temporal, lo “mundano”, desde la familia hasta la comunidad internacional. En perspectiva evangélica ha de comprometerse, por tanto, en la edificación de una “nueva sociedad”, la cual, en cuanto histórica, será siempre perfectible. Esto exige una formación permanente en la Doctrina Social de la Iglesia, la cual tiene que comenzar desde la primera catequesis y perfeccionarse y ampliarse a lo largo de la vida.
Juan Pablo II en su visita apostólica se expresó así el 10-02-96 en el Teatro Teresa Carreño, de Caracas: “… la Iglesia ha asumido la apasionante tarea de la Nueva Evangelización, que tiene como meta renovar la vida según el mensaje de Jesucristo y hacer de los valores evangélicos savia y fermento de una Nueva Sociedad, favoreciendo en los fieles cristianos la coherencia entre la fe y la vida, así como la superación de las fallas sociales, el fomento de la dignidad humana y de una recta conducta familiar, laboral, política y económica”.
El Evangelio, la fe, la Iglesia, el cristiano y particularmente el laico, tienen que proyectarse de modo efectivo en la construcción de una “nueva sociedad”.

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