miércoles, 29 de junio de 2011

23.6.11
UNIDAD NACIONAL: TAREA PRIORITARIA
Ovidio Pérez Morales
Primera necesidad de la Venezuela actual: unidad de la nación.
Tiene que ser, por tanto, la tarea prioritaria de todos, especialmente de los que están al frente de los poderes públicos. Comenzando por quien preside el Ejecutivo.
¿Por qué constituye la primera necesidad? ¿Por qué el Presidente ha de ser el primer actor?
Las respuestas a estas preguntas pueden encontrarse en un mensaje que dirigí públicamente al Sr. Presidente en abril del año pasado, bajo el título: “Presidente, vuelva al Cabildo”.
En medio de la crisis del país, mencioné uno de los elementos sobresalientes de la misma: la ruptura de la unidad nacional. Recojo aquí lo dicho entonces, que ahora, lamentablemente, tiene mayor relieve.
“Venezuela, en efecto, ya no es una como sueño ni una como experiencia de convivencia. Por motivos ideológico-políticos se la ha dividido artificialmente, Por lo menos a la mitad se la califica de apátrida y hasta de antipatriótica, decretándosela excluida del goce pleno de los derechos ciudadanos. ¿Cómo se va a celebrar festivamente, en democracia, el cumpleaños de una República cuya unidad se niega? Ya no se la considera la casa común que soñaron los fundadores, amplia, acogedora, tolerante, pacífica, fraterna, sino el recinto cerrado, exclusivo, único, de una secta maniquea. No ya la gran familia sino un ámbito inclemente de rechazos, y de apartheid superado en otras latitudes. ¡Los Derechos Humanos no son ya de todos los humanos!”.
Dada esta ruptura de la unidad del pueblo venezolano, retomé la interpelación de Francisco Salias para dirigirla al Sr. Presidente en los siguientes términos:
“Volver a la unidad de la Patria. Esta unidad no podría ser pseudo-armonía etérea o bucólica, tampoco uniformidad monolítica ni homogeneidad masificadora, asfixiantes, sino compartir plural, diversificado. Esto obliga a promover la efectiva participación de todos, individual y grupalmente considerados; a impulsar la solidaridad que integra, así como la subsidiaridad que estimula y conjuga la actividad de los cuerpos sociales intermedios, articulándola con la tarea que corresponde al Estado, en aras del bien común y de su punto culminante: la paz en la justicia y la verdad. Esto recuerda y exige, en lo concreto y cercano, saldar una deuda pendiente con nuestra memoria histórica integral y una responsabilidad con hombres y mujeres reales caídos, mutilados, exiliados, presos o absueltos, convocando a una “comisión de la verdad” sobre los sucesos de Abril 2002. Tarea prioritaria de un Presidente es, en efecto, buscar la cohesión, la confraternidad de todos los ciudadanos, por encima de distingos de cualquier género, con miras a un trabajo corresponsable y compartido para lograr el progreso material, moral y espiritual de la Nación. El Primer Magistrado lo es de todos los venezolanos, no de un “proyecto”, ideología o partido, sino de una sola y misma patria. Nada debe estar más presente en la función presidencial que la prédica y acción convocantes, congregantes, a todos, de quienes es, a la vez, mandatario y servidor (y quienes, si pragmáticamente a ver vamos, son también contribuyentes que pagan los gastos presidenciales)”.
Entonces lo escribí y ahora lo ratifico, porque la situación se ha agravado. Los problemas del país son muchos. Pero el de la división de los venezolanos en dos mitades me parece monstruoso, particularmente en momentos en que se están preparando celebraciones del Bicentenario. ¿Cómo nos atrevemos a festejar el nacimiento de la República, cuando la estamos desmembrando, y los nacidos en esta tierra o sembrados en ella no nos reconocemos todos como venezolanos? Es una burla a los próceres y un espectáculo sin sentido.
Pero como la división no es una fatalidad, sino un pecado reparable, el momento es propicio para interpelar al Presidente e interpelarnos nosotros. La felicidad de la nación está en juego.
Bolívar clamó en sus últimos momentos de peregrinaje por este mundo, por la unidad. Recojamos ese reclamo. Porque sólo haciéndolo podríamos festejar dignamente el Bicentenario. ¡Lo otro sería un carnaval y un show vergonzoso!
Podemos corregir el rumbo que nos lleva a la autodestrucción. Y lo debemos hacer con humildad y coraje.
En nombre de Dios hago este llamado a la conciencia de todos y especialmente de los que tienen mayores responsabilidades, para que nos convirtamos y rehagamos caminos.

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