miércoles, 12 de diciembre de 2012
COMPÓNGANME EL MUNDO
13.12.’12
COMPÓNGANME EL MUNDO
Ovidio Pérez Morales
En el Evangelio de Lucas encontramos una advertencia de Jesús, a propósito del “último día”, que implicará el juicio definitivo: “Yo les digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho; uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y otra dejada”.
En este texto resalta lo relativo a la responsabilidad personal y las consecuencias que ésta acarrea. Hemos sido hechos sujetos conscientes y libres, personas; portadoras, por tanto, de algo que no podemos delegar y es la responsable autoría de nuestros actos y, correlativamente, de nuestras omisiones.
No es raro el que nosotros pretendamos descargar nuestra responsabilidad en otros. No sólo en lo que se refiere a la fabricación de “chivos expiatorios”, en los cuales volcar ligera y alegremente nuestras culpas, sino también en desprendernos de realizar algo que nos toca en conciencia.
Estas reflexiones las hago en vísperas de una jornada eleccionaria, en la cual debemos decidir quién ha de regir nuestro estado. Se hacen llamados a votar, que incluye una viva exhortación a no pocos, que –y no es el caso de juzgar intimidades- se abstienen de hacerlo, poniendo en otras manos una decisión de tantas consecuencias para el bien común.
Una de las cosas que más me ha servido en la vida es el pensamiento de que el mundo y la Iglesia descansan sobre mis hombros y dependerán en medida grande o pequeña de lo que yo haga o no haga. Es obvio que este pensamiento brota de un corazón creyente, consciente de la poquedad del ser humano y de la necesidad del fundamental auxilio divino en todas nuestras empresas, así como de la evidencia de que uno es con-causa entre muchas otras creadas. Pero me ayuda mucho ese pensamiento porque me mantiene siempre proactivo. No quiero ser de los que ven pasar los trenes y se montan en ellos para que los conduzcan a donde quieran. No me resigno a que me construyan un mundo sin que yo sea partícipe en la definición de sus fines y en la edificación de la obra. Esto sea dicho también en lo que respecta a la Iglesia y a su construcción
No podemos esperar, sentados o enchinchorrados, a que nos compongan el mundo. Hemos de componerlo. Más aún, si no nos comprometemos en la tarea, nos lo transformarán en cualquier cosa y también en lo que menos podríamos desear.
Dios nos creó como sujetos activos en el mundo. Para desarrollarlo, poniendo en ello todo nuestra inteligencia y nuestra voluntad. Todo nuestro tesón.
Una frase muy usada, pero sumamente expresiva, es la de que “el mundo anda como anda, no tanto por lo que hacen los malos, cuanto por lo que los buenos dejan de hacer”.
Una y otra vez me gusta citar el Evangelio de Mateo en aquella sección referente al Juicio Final (25, 31-46). Allí aparece que los condenados resultan tales, no por sus obras malas, sino solamente por sus pecados de omisión respecto del prójimo, el cual aparece, por cierto, como representación de Cristo: “tuve hambre y no…”.
Suena extraño que se tenga que insistir tanto en el llamado a votar en un país sumido en profunda crisis. Pero este llamado debe incrementarse “no a pesar de” ello, sino “precisamente por” ello.
¿Compónganme mi mundo? ¡No! ¡Me lo compondré yo!
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