sábado, 1 de diciembre de 2012
DOCTRINA SOCIAL A TODO NIVEL
DOCTRINA SOCIAL A TODO NIVEL
Ovidio Pérez Morales
Lo que acontece de negatividad social en nuestro país (asesinatos, violencia, injusticias, odios, corrupción administrativa…) tiene lugar en un pueblo que se confiesa mayoritariamente católico. Esto constituye una seria interpelación a la conciencia de os creyentes y a la Iglesia como conjunto.
Ante esta realidad es preciso actuar, individual y colectivamente. Desde la sociedad civil y desde los órganos del Estado. A la Iglesia le corresponde obviamente una enorme responsabilidad en la materia.
Gran parte de esta tarea se sitúa en el ámbito formativo. El documento del Concilio Plenario de Venezuela Iglesia y educación subraya que los actores educativos son múltiples: educandos, familia, escuela, educadores, Estado, sociedad (medios de comunicación social y nuevas tecnologías, “la calle”, asociaciones diversas), comunidad eclesial. Cada uno tiene que situarse frente a su deber. Para formar no sólo en conocimientos y técnicas, sino, sobre todo, en lo que respecta a valores personales y de convivencia.
En lo relativo a la Iglesia urge que ella se comprometa a formar en la Doctrina Social de la Iglesia en todos los niveles o instancias eclesiales. Y ello desde la catequesis más elemental, hasta la educación en la fe en seminarios, institutos para laicos y facultades eclesiásticas. Partiendo de la iglesia-escuela más chiquita pero de importancia inimaginable como es la familia.
Punto de partida en todo esto es entender la acción social -que pudiera más integralmente denominarse edificación de una nueva sociedad- no como algo secundario u optativo, sino como uno de los seis objetivos específicos o dimensiones de la misión de la Iglesia (Evangelización), junto al anuncio kerigmático, la catequesis, la liturgia, la organización de la comunidad visible y el diálogo.
No puede quedarse la formación cristiana en lo puramente sacramental y oracional, ni en el solo aprendizaje de los dogmas y el Decálogo. Ha de formar para la convivencia en libertad, justicia, participación, solidaridad, paz. En este sentido me gusta mucho recordar el criterio del Juicio Final como aparece en el evangelio según san Mateo (cap. 25, vv. 31-46).
Es inaceptable que se apoyen o acepten, con “conciencia tranquila”, formas de relacionamiento social y de ejercicio del poder político realmente opresivas y despersonalizantes, violatorias de los Derechos Humanos y contradictorias con el mensaje evangélico.
Formación “masiva “en la Doctrina Social de la Iglesia: eh aquí una tarea inaplazable, obligante. En alguna parte he referido el luminoso ejemplo del inolvidable arzobispo caraqueño Rafael Arias Blanco, quien por allá en los ’40-’50, en su Catecismo destinado a niños de la escuela primaria, ofrecía lecciones concernientes a la referida Doctrina.
Abundan los folletos de piedad, está bien, pero brillan por su ausencia los de formación social. Claro que no basta difundir ideas, pues ha de traducírselas en la práctica, pero ¿qué pasa si ni siquiera se tienen buenas ideas?. Por otra parte, una enseñanza pedagógica de la Doctrina Social debe incluir experiencias de aplicación y compromiso.
A mí me gusta martillar cosas como la de que la familia “ha de ser la primera cátedra de democracia”.
Formar en la Doctrina Social de la Iglesia a todo nivel: reto urgente e ineludible.
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