domingo, 19 de mayo de 2013
RE-UNIÓN DE LOS VENEZOLANOS
Reunir, decía Perogrullo, es volver a unir. Cuando se da un alejamiento de partes, una ruptura del conjunto. Ello no implica que lo anterior haya sido necesariamente perfecto ni, mucho menos, idílico. Simplemente que era pasable y vivible.
El último documento de la Conferencia Episcopal Venezolana se refiere, precisamente, a la urgente re-unión de nosotros los venezolanos, quienes, viviendo en una misma casa territorial e histórica, estamos “divididos en dos mitades prácticamente iguales”. Así lo señalan los obispos en su Comunicado y ha quedado en evidencia en las últimas elecciones”.
Venezuela no puede continuar así. No sólo va contra una elemental racionalidad, sino que está en juego la supervivencia misma de la nación. Se suele hacer mención –hasta la saciedad- de Bolívar. Pues bien, atiéndase a su último grito de moribundo en Santa Marta a favor de la re-unión. Sirva para algo la memoria –tan gastada- del Libertador.
Paso primero, condición elemental para una re-unión es el reconocimiento mutuo. Es tragicómico decirlo. Sí, reconocimiento mutuo. Este reclamo interpela a todos pero, especialmente, a quienes tienen el poder, la Fuerza Armada, el Banco Central y la casi completa hegemonía comunicacional. Aquí se podría utilizar la comparación de la lucha entre un león suelto (sector oficial) y un gato amarrado (disidencia u oposición). Esta desigualdad sea dicha sólo en cuanto a disponibilidad de recursos). Cuando se habla de encuentro y de diálogo la iniciativa y el esfuerzo mayores han de venir del sector oficial.
¿Qué significa aquí reconocimiento? Aceptar al “ otro” como ser humano, ciudadano, compatriota. Y si se es creyente, aceptarlo como hijo de Dios. Y si se es cristiano, aceptarlo como hermano en el Señor. Si se lo acepta así, se lo respetará (Derechos Humanos), se lo escuchará (entre otros con la libertad de MCS), se admitirá su participación en tareas que son y ha de ser comunes (obras comunitarias, organizaciones, gremios, Asamblea Nacional, juntas comunales o vecinales). Si medio país está en la otra acera política, bajar fraternalmente a la calle es cuestión fundamental para el país.
Lo anterior excluye y tiene que excluir muchas cosas. Citemos: sectarismo, apartheid, violencia física o verbal, fanatismo, odio, rostro furibundo agresivo, hostigamiento por razones políticas, criminalización de la protesta…).
El creyente tiene doble motivo para actuar en la línea del re-encuentro. Su fe en Dios, la cual si es sincera y no mero show, ha de llegar a una actitud delicada y amistosa hacia el prójimo, no “a pesar de” ser distinto, sino “precisamente por” no ser exactamente como uno.
El cristiano. ¿Qué decir? El Evangelio es clarísimo con su primer y "nuevo mandamiento“que se explica muy bien en el Sermón de la Montaña. Delante de Dios no vale ostentar imágenes ni besar crucifijos. Seremos juzgados por el amor. Y el amor de Dios es bondadoso y misericordioso; es servicio y con-dolencia, es iniciativa de aprecio y primer paso para el encuentro.
Y algo que hemos de recalcar en nuestra vida y acción: la verdad. El Señor nos dice que la verdad nos hará libres. El Demonio es el padre de la mentira. Dios, que escruta nuestros corazones y para quien no hay nada oculto, nos exige proceder en la verdad.
El título del Comunicado de los obispos es una cita de 1 Jn 3, 17: “Amemos no sólo de palabra sino con hechos y conforme a la verdad”.
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