viernes, 3 de octubre de 2014

NOCIÓN OMNIPRESENTE

Hay una noción o categoría que está y debe estar presente en todo el andamiaje doctrinal y práctico cristiano. Es decir, en todo el cuerpo de proposiciones y de orientaciones del conjunto del mensaje. Se trata de la noción o categoría comunión. Comunión equivale a términos como unidad, compartir, unión. Dice relación interpersonal en profundidad. De allí que la expresión entrar en comunión con alguien o con algunos significa establecer una relación de real cercanía, de honda comunicación, de efectiva solidaridad. Para el cristiano la comunión tiene su más perfecta expresión y, al mismo tiempo, su trascedente e inefable realización, en el ser mismo de Dios, que no es individualidad aislada, sino Trinidad, comunión divina de Padre-Hijo-Espíritu Santo. El Dios en que creemos los cristianos, el único Dios verdadero, no es persona solitaria, sino viva y fecunda unidad interpersonal, que se nos ha revelado por el Hijo encarnado, Jesucristo el Señor. Ahora bien, Dios no ha querido quedarse en su perfectísima y feliz realidad trinitaria, sino que ha creado una familia humana, para que sea verdaderamente tal y se una con la trinitaria. Y a esa familia humana ha querido redimirla de su condición histórica pecadora por la encarnación salvadora del Hijo, para hacerla Pueblo de Dios. Esa plan creativo y salvador unificante tiene un signo e instrumento en la Iglesia. La presencia y la actuación positiva de ésta en el mundo revela lo que Dios, Unitrino, viene realizando en toda la humanidad, en la historia toda: la unidad de los seres humanos con Dios y entre sí. Esta obra de Dios tendrá su culminación cuando la historia llegue a su fin y la Iglesia a su plenitud. Se tendrá entonces la congregación universal de todos los justos cabe la Trinidad. Es lo que el Concilio Vaticano II ha expresado con el término -muy antiguo, por cierto- de Iglesia universal definitiva. Ésta se dará luego del retorno glorioso de Jesucristo y constituirá la plenitud celestial del Reino o Reinado de Dios. La Iglesia que peregrina en la historia tiene como tarea la evangelización, cuyo objetivo fundamental es anunciar, celebrar y actuar, como signo e instrumento (sacramento), el designio o plan unificante, comunional, de Dios-Trinidad. Por eso la Iglesia ha recibido de su Señor como mandamiento máximo e integrador: el amor. Esto lo explicitó Jesús en su Discurso de despedida en la Última Cena, como leemos en el Evangelio de Juan. Todo lo anteriormente dicho justifica el establecer la noción de comunión como categoría articuladora de todo el mensaje –doctrinal y práctico- cristiano. Es la razón por qué comunión conforma la respuesta a las múltiples preguntas teóricas y operativas, que se pone y debe poner el cristiano, tales como: ¿Qué es Dios? ¿Cuál es el sentido del plan divino creador y salvador? ¿Cuál es la razón de ser de la Iglesia y el norte de su misión en el mundo? ¿A qué apunta el mandamiento máximo de Jesús? ¿De qué será la plenitud celestial del Reino de Dios? Ser y hacer comunión en su Iglesia y en la humanidad, tal es la vocación y tarea de los cristianos tanto en su vida privada como en la pública.

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