jueves, 30 de octubre de 2014

MATERIALISMO IDEALISTA

Hablar de “materialismo idealista” especialmente en términos filosóficos suena a patente contradicción. Porque se trata de posiciones mutuamente excluyentes. Pero eso es lo que se ve plasmado en los “socialismos reales”. Éstos dicen avanzar hacia una plenitud histórica, sociedad feliz, producto de la “socialización” de los medios de producción. En perspectiva materialista, pues, se promete una humanidad enteramente liberada, disfrutando de una abundancia compartida de recursos y una democracia perfecta. Utopía asegurada. ¿Qué ha sucedido y sucede en la práctica con ese tipo de sistemas, en el pasado con casos como la URSS, en el presente con productos como el cubano castrista y en proyecto el SSXXI venezolano? Lo primero que se debe señalar aquí es el “idealismo” que entraña el uso del término “socialismo”. En la práctica –y pudiera decirse lamentablemente- esos sistemas no han realizado ni están realizando, ningún socialismo. En efecto, lo que registran es un estatismo feroz, un radical capitalismo de estado, una centralización absoluta del poder, que excluyen la genuina participación de las bases (comunidades; asociaciones de trabajadores y de estudiantes; agrupaciones de emprendedores y de otros sectores sociales). No se da allí ningún socialismo ni comunismo verdadero –que de por sí evocan máxima participación y corresponsabilidad-, sino una absorción de los ciudadanos por el poder omnímodo de la Nomenclatura (dirigencia del partido oficial y líder máximo). Todo esto se ve potenciado por dos factores privilegiados: los organismos represivos de seguridad del Estado y la hegemonía comunicacional oficial. En segundo lugar lo de futuro de abundancia material y de felicidad social queda en el papel. En su lugar dominan las carencias en una sociedad acogotada por la baja producción y productividad, así como por los gastos militares y los destinados a represión y propaganda. Pueblo y pobres son los sujetos que la propaganda oficial coloca como protagonistas y beneficiarios supremos del sistema “socialista”. Pero actores no son por lo que se acaba de decir. En cuanto a beneficiarios la realidad deja mucho que desear. Se da en buena medida una masificación de la pobreza y un empobrecimiento general. Esto en lo concerniente a lo material. Pero lo peor se da en el campo de lo político, y particularmente, en el de lo ético-cultural. El resultado es un ocaso de la libertad, la imposición del pensamiento único y un modelo cultural sectario y no correspondiente a la pluriformidad nacional. Por ello la historia ha experimentado la caída de esos sistemas. Y registrará el fracaso de los existentes. Porque hay cosas que tienen futuro y otras no. Tienen futuro la libertad, la justicia, el pluralismo. No lo tienen la opresión, la injusticia, la violencia. Estos “socialismos” tratan de imponer una ideología (tejido de ideas) que no se compadece con el progreso efectivo de los pueblos. En la realidad los frutos escasos o negativos se tratan de justificar con proclamas ideológicas, que siempre relanzan a un porvenir utópico, cada vez más lejano e inalcanzable. El materialismo no ofrece nada consistente, pero se inflan las esperanzas y se distraen las desesperanzas con el consuelo de la ideología. El materialismo, corto en resultados y limitado en posibilidades, se esfuerza en mantenerse en pie sólo por lo abultado de sus “idealidades”. Al fin y al cabo el materialismo dialéctico e histórico es el revés de la dialéctica idealista hegeliana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario