domingo, 30 de noviembre de 2014

NAVIDAD POLÍTICA


 
El Papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium ha desarrollado el tema de la dimensión social, política de la Buena Nueva.

El Evangelio, al igual que la fe, la vida del cristiano y la misión de la Iglesia,  no deben quedarse encerrados en una esfera puramente cultual, ni en expresiones simplemente subjetivas. Han de volcarse, en efecto, hacia la construcción de una convivencia fraterna, que conjugue justicia y solidaridad, respeto mutuo y servicialidad. Un compartir que responda a la condición relacional humana y a la dignidad de hijos de Dios y hermanos en Cristo.

La Navidad tiene una dimensión social, política. El Reino de Dios, que se ha hecho presente en Jesús de Nazaret, es un Reino de justicia y de paz. En éste, la unión con Dios ha de traducirse en  comunión fraterna, sea en el círculo íntimo familiar, sea en los más amplios del vecindario, de la ciudad y de la comunidad internacional.

El Hijo de Dios se ha hecho humanidad, para que nos unamos con Dios y entre nosotros, a imitación de Él, que vino no a ser servido sino a servir y a dar la vida por todos.

El mundo en que Jesús se encarnó, el nuestro bien concreto, es uno en el que la paz tiene que hacerse realidad, abrirse camino, en medio de tensiones y conflictos. Es, en efecto, un claroscuro, un tejido de encuentros y desencuentros, de amores y agresividades, de danzas y de matanzas.  Recordemos una vez más lo que los Evangelios nos narran sobre los tiempos del Niño Jesús. Al canto de los ángeles en Belén sucedió un masivo infanticidio, fruto de la soberbia de Herodes y su celo por el poder. Y el Jesús chiquito, que recibió la visita de los pastores, tuvo que salir muy pronto al exilio con sus padres  para escapar de las garras del sátrapa. Cuando celebremos la Navidad estas cosas tienen que ayudarnos a entender realísticamente la presencia salvadora de Cristo en la historia.

La Venezuela en que celebramos la Navidad 2014 es la de una nación dividida, en la cual se trata de imponer un proyecto político-ideológico, que ha forzado a miles de venezolanos a irse del país y a millones de compatriotas a sentirse extraños en su propia tierra. Los venezolanos debemos reencontrarnos  en el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de todos, como ciudadanos de una patria común e hijos de un mismo Dios.

Esta Navidad constituye para nosotros una urgente interpelación a reconstruir la unidad nacional y trabajar por un nuevo Gobierno, que tenga consciencia de ser de-y-para-todos los venezolanos. Y que quienes vivimos, trabajamos, sufrimos y nos alegramos, nos inquietamos y anhelamos en este país, lo entendamos  como casa común en la que hemos de con-vivir y a la que hemos de cuidar, desarrollar, proteger y embellecer juntos. No “a pesar de” que somos diferentes, como si esto fuese algo malo, sino “precisamente por” ser diferentes. La patria no es un monolito sino un cuerpo.

Como cristianos, unidos a todos los compatriotas de las más distintas confesiones y convicciones,  hemos de celebrar también políticamente la Navidad, comprometiéndonos a ser constructores de paz en libertad, igualdad y fraternidad, pidiéndole a Dios nos ilumine y fortalezca, nos anime y capacite para construir a Venezuela como una nación democrática, pluralista, en marcha hacia un desarrollo material y espiritual compartido.

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