jueves, 1 de octubre de 2015

FRANCISCO FRENTE AL PODER





   El Papa Francisco dejó claras ciertas cosas en la ONU, que tienen particular resonancia en Venezuela. Se trata de los límites y la distribución del poder. Abordó éstos temas desde la soberanía del derecho y en el contexto de la relación justicia-fraternidad.

En primer lugar el Papa recordó la necesaria  limitación del poder.  Expresó que ésta  “es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales”.

Apliquemos esta afirmación del Papa a la actuación de la autoridad pública en el  hoy de  nuestra política nacional. Pues bien, si algo ha caracterizado en este siglo el ejercicio del poder en Venezuela, ha sido la pretendida omnipotencia de los gobernantes, iniciada por la del  significativamente denominado “comandante eterno” y continuada por quienes enarbolan la “Revolución”  como principio y criterio máximos de la conducción del país. Esto constituye un retroceso hacia el absolutismo regio, la sacralización del poder político y  la identificación de la suerte del Estado con la una ideología, un grupo partidario o una persona. Como prototipo histórico de una tal tendencia  ha quedado  el  monarca francés Luis XIV (+1715) con su definición “El Estado soy yo”. Y como expresión de  “omnipotencia” criolla el anecdotario nacional registrará el “exprópiese”  del comandante temporal, cuando  decidía alegremente el destino de bienes que no eran suyos. 

Con ínfulas de  “omnipotente”, el régimen del  SSXXI pasa por encima de los Derechos Humanos, de los imperativos de la Constitución, de los reclamos de  organismos internacionales y -last but non least- de fundamentales exigencias  de la cortesía y la delicadeza humanas. En línea de “omnipotencia” busca imponer en nuestra patria un proyecto totalitario; lo ha denunciado repetidas veces  la Conferencia Episcopal Venezolana. En nombre de una ideología con pretensiones de fatalidad histórica se pone a todo un pueblo al servicio de fórmulas  y programas, que aplastan los reales intereses de la  gente de carne y hueso. Resultado: el pueblo es servidor de la elite gobernante y no lo contrario. En consecuencia, poco importan la opinión,  los sentimientos, los sufrimientos de los ciudadanos, frente a la  conservación  y el acrecentamiento del poder de la cúpula gobernante.     

En segundo lugar Francisco asumió y amplió lo que desde Montesquieu se viene subrayando para la configuración de un Estado: “La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder”.

Nuestra  Constitución dedica amplio articulado para establecer un Estado de derecho con  pluraridad de poderes  enderezada a garantizar una efectiva convivencia democrática. No los separa para contraponerlos, sino para que, en constructiva  interrelación y mutuo control,  contribuyan a una efectiva salvaguarda de los derechos de los ciudadanos  y del progreso global de la nación. Lamentablemente, bajo la consigna de “un solo poder”, se operado en estos últimos años una concentración de los poderes en el Ejecutivo, en la cual la culpabilidad del Tribunal Supremo de Justicia se ha exhibido de modo vergozoso.  Expresión patente de esto han sido  condenas jupiterianas de inocentes por parte  del monarca-presidente, mecanografiadas ulteriormente por juzgados de papel.     

El Papa Francisco recordó en la enseñanza que he comentado, elementos básicos de la Doctrina Social de la Iglesia como son la dignidad-centralidad de la persona humana y el poder como servicio, así como los principios de  participación y subsidiaridad, indispensables para la edificación de una “nueva sociedad”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario