Sobre el “socialismo”, que el Gobierno trata de imponer en Venezuela, se debe aclarar que
no se trata de un genuino socialismo, sino del llamado “real”, que sigue el
modelo soviético y, más cercano a
nosotros, el cubano. Consiste en una organización de la sociedad que, antes que
repartir, desconcentrar, “socializar”, el poder, lo centraliza en forma de
pirámide (masa-base, partido, comité central), que culmina en el Jefe o Líder supremo. En vez de socialismo se
da un estatismo radical, que se traduce en capitalismo de Estado. Los
organismos teóricamente de base se convierten en correas de transmisión del
alto mando.
Aquí se buscó implantar este “socialismo” mediante una
Reforma Constitucional en 2007. Como ésta fue negada por el soberano, se la
buscó aplicar por caminos verdes, de acuerdo al principio de que la “Revolución”
está por encima de todo. A ésta se la tiene como norma-criterio jurídico y
ético fundante de toda legalidad y moralidad. Por eso se siguió adelante con el
Socialismo Siglo XXI, Plan de la Patria y todos sus derivados.
Los Obispos venezolanos se opusieron a la referida
reforma porque establecía “el dominio absoluto del Estado sobre la persona”,
contrariaba “la visión cristiana del
hombre” así como “principios fundamentales de la actual Constitución”. A estos
argumentos añadieron uno de orden histórico-práctico: “Experiencias de otros
países demuestran que en tal sistema, el Estado y su gobierno se convierten en
opresores de las personas y de la sociedad, coartan la libertad y la expresión
religiosa, y causan un gravísimo deterioro en la economía, produciendo una
pobreza generalizada. Ejemplo de ello han sido los países de Europa Oriental, la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas y, más cerca de nosotros, la República de Cuba”. Y en
lógica bolivariana la Conferencia
Episcopal Venezolana agregó: “Un modelo de Estado socialista,
marxista-leninista, estatista, es contrario al pensamiento del Libertador Simón
Bolívar”. (Exhortación…,19. 10.
2007).
El Régimen ha venido introduciendo este “socialismo”
con retórica bolivariana y apelación indigenista, pretensiones de liderazgo internacional
nutridas con pródigas donaciones, fuerte carga de corrupción y
narco-connivencias y hasta ingredientes caribeños de brujería. Lo que ha venido perdiendo progresivamente de
respaldo ciudadanos lo ha tratado de compensar con la intervención abusiva y
amedrentadora de cuerpos armados, legales o delincuenciales.
La aplicación del SSXXI le sigue costando muy caro a
Venezuela. El precio pagado por el soberano ha sido de sufrimiento en los distintos ámbitos sociales. Economía por el
suelo, reflejada dramáticamente en hambre y muertes por carencia y carestía de alimentos
y medicinas; política en ascuas, por criminalización de la disidencia, vía
libre a la delincuencia, fractura de la convivencia, instrumentalización
ejecutiva desvergonzada de los órganos electorales y judiciales; cultural, con
la institucionalización de la mentira, la hegemonía comunicacional y la
manipulación “revolucionaria” de la educación. Proyectamos una imagen lastimera
de país: rico convertido en mendigo, demócrata venido a menos y gente seria
caída en hazmerreír de no pocos.
¿Visión pesimista? Ser realista no significa hundirse
en desesperanza. Personalmente estoy esperanzado, no sólo por razones de fe,
sino al comprobar las manifestaciones de los compatriotas, que quieren
mayoritariamente un cambio nacional hacia la construcción de algo verdaderamente
nuevo y beneficioso para todos. El 6D
fue una muestra de ello; y ahora es la
voluntad de llegar al Revocatorio, no obstante los obstáculos que está poniendo
el organismo electoral del Régimen.
El precio pagado por el “socialismo” que se ha tratado
de imponer ha sido muy alto. Pero la mayoría de los venezolanos, cristianos y
no cristianos, no queremos pagar más ese
proyecto inmoral e inconstitucional. Lo vamos a devolver. ¡Ya!
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