En cierta
ocasión dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: “Si se mantienen en mi
Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad
los hará libres” (Jn 8, 31-32). Me es grato recordar el haber encontrado escrita
esta frase “La verdad los hará libres” en la fachada de la Universidad de
Friburgo (Alemania). Frase utilizada frecuentemente para indicar la base y
condición de un efectivo ejercicio de la libertad, de una real liberación.
De regímenes
como el que estamos sufriendo los venezolanos, característica resaltante es la
mentira. De allí el uso de un persistente neolenguaje que distorsiona la realidad y concreta la
hegemonía comunicacional para crear “islas de fantasía” en situaciones de
desastre, así como aplastar todo disenso de la “verdad” oficial.
“No mentir” es
el octavo mandamiento del Decálogo, regalo divino entregado a Moisés, como
declaración moral fundamental.
Mentir es decir
algo falso con la intención de engañar. Es incoherencia entre lo que se dice y
lo que se piensa. En este sentido se
diferencia del simple error, que es incoherencia entre lo que se tiene en la
mente (juicio) y lo que se da en la realidad. Así alguien puede ser veraz,
sincero, a pesar de que esté comunicando algo erróneo. La frase arriba referida
entiende verdad en ambos sentidos, y aún en otro, muy
importante (entitativo), la autenticidad de una cosa, como cuando decimos que
“esto es oro de verdad”.
Como expresiones
de la mentira pueden catalogarse: calumnias,
falsas imputaciones, irrespeto a
la buena fama de las personas, juicios temerarios y todas aquellas formas de
falsificación, de ocultamiento de la verdad. Presentación desvergonzada y
burlona de la mentira es el cinismo. Como cuando se proclama que el pueblo está
comiendo completo mientras muchos buscan comida en la basura y la gran mayoría se
debate en penurias. La mentira decora encarcelamientos injustos, inventa
magnicidios y complots, maquilla errores, hace trucos con fraudes y tropelías
del más diverso género, disfraza violaciones de derechos humanos.
En este
régimen del Socialismo XXI no percibimos sólo mentiras dispersas. Ha institucionalizado la falsedad para engañar. Funcionalización
revolucionaria. El “pensamiento único” acaba con la libre circulación de ideas, la
contraposición de juicios al oficial y la actitud crítica, las cuales posibiltan
un discernimiento favorable a la manifestación y difusión de la verdad; busca
homogeneizar la mentes de acuerdo al patrón del poder, en la línea de un
dogmatismo ideológico-partidista unido a mezquinos intereses pragmáticos y crematísticos.
Elemento
fundamental para la constitución y buena marcha de una sana convivencia es la
salvaguarda de la verdad en el relacionamiento social. Porque la veracidad
genera confianza entre los seres humanos. La mentira, en cambio, rompe el
tejido de las relaciones sociales; es violencia que se ejerce a los demás,
obstruye el acceso al genuino conocimiento (derecho humano), es semilla de división y fuente de males. La
mentira es destructiva, disgregadora y esclavizante.
En el inicio
mismo del primer libro de la Biblia, el Génesis
(capítulo tercero), encontramos,
bajo un género y ropaje literario peculiar, el relato paradigmático del
daño producido por una mentira monumental,
de consecuencias catastróficas. El maligno engaña a los primeros seres humanos
y la consecuencia es la expulsión de éstos del Paraíso; les promete la
autodivinización y termina dejándolos al desnudo. Jesús identificará al diablo como “padre de la mentira (Jn 8,
44).
Dios, la
verdad suprema y el supremamente veraz, ha creado al ser humano para el conocimiento y la comunicación de la verdad,
raíz de libertad y herramienta de liberación.
La
reconstrucción de este país exige un trabajo en varias dimensiones básicas,
ineludibles. Una de ellas, es el esfuerzo serio y mantenido de recuperar la
veracidad, especialmente por parte de
sus liderazgos y de modo particularísimo de aquellos que gobiernan. Porque sólo
en la verdad seremos libres.
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