Revaluación es revalorizar algo que ha sido depreciado.
Esperamos suceda eso con nuestra moneda nacional, que está descendiendo
velozmente a niveles inimaginables desde hace poco tiempo. Pero no es esta
recuperación el objeto de la presente reflexión, sino otra de gran hondura y
trascendencia: la del Libertador.
El momento es propicio para el tema por la
circunstancia nacional, particularmente marcada por la consulta popular del 16
de Julio. El soberano (CRBV 5) se ha manifestado de modo multitudinario y patente
en favor del tránsito de un régimen dictatorial y un proyecto totalitario de
signo comunista, al sistema exigido por nuestra Constitución: un “Estado democrático y social de Derecho y de
Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de
su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad,
la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los
derechos humanos, la ética y el pluralismo político” (CRBV Art. 2).
Esta semana es clave. No sólo se debe desmontar el
intento de la fraudulenta Constituyente, sino -lo más importante- echar los
fundamentos de un nuevo Gobierno, que puede calificarse de transición, unión,
integración, encuentro, salvación nacional. Es de esperar que la racionalidad y actitudes positivas se impongan en el sector
oficial y con peculiar acento en la Fuerza Armada, para facilitar el paso inevitable
a lo que el soberano quiere, evitando más sufrimientos, lágrimas y muertos. Los
representantes de la alternativa democrática, por su parte, han de exhibir,
junto a lucidez, justicia y firmeza, gran realismo, visión y magnanimidad. Y priorización
del bien común.
Es aquí donde se hace imprescindible introducir el tema
bolivariano. Nada mejor para esto que abrirlo con el Artículo 1 de la Constitución:
“La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e
independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad,
igualdad, justicia y paz internacional, en la doctrina de Simón Bolívar, el
Libertador”. Subrayemos para la siguiente reflexión tres términos: patrimonio
moral, valores y doctrina.
Mucho se ha abusado de Bolívar -ya desde el siglo antepasado-
convirtiéndolo en lugar común de exhibiciones retóricas y respaldos políticos,
cuando no de mascaradas irreverentes. En estos mismos años lo bolivariano ha servido para todo. También
para identificar cuerpos policiales y militares, culpables de asesinatos y violadores
de múltiples derechos humanos; revoluciones que son involuciones; políticas
gubernamentales hegemónicas, represivas y corruptas. No sólo en incoherencia,
sino en contradicción con el pensamiento y la obra del Padre de la Patria.
Se impone en este tiempo nuevo venezolano el rescate
del genuino Bolívar. Para aprovechar debidamente su patrimonio moral, sus
valores, su doctrina. Fue un, cristiano católico patriota, que mantuvo constante
su fe y religiosidad, así como su entrega ciudadana, en medio de las vicisitudes
de la guerra, de corrientes filosóficas e ideológicas adversas, de los vaivenes
amorosos, de sus experiencias de triunfos y frustraciones. Sin deificarlo, se
ha de poner de relieve su amor a la libertad, su propósito de fundamentar moral
y cívicamente las nuevas repúblicas, su sensibilidad humanista, el sentido
trascendente de su ética y su sinceridad religiosa.
Debemos acudir a Bolívar con gran respeto, sin tijeras
para modificar su vida y recortar su pensamiento. Dejarse interpelar por las
grandes líneas de su mensaje. No convertirlo en título y lema vacíos, sino
familiarizarse con lo fundamental de su doctrina. Entre los escritos pedagógicos,
que pueden ayudarnos en un tal trabajo, recordaría aquí el Mensaje del Episcopado venezolano con ocasión del Bicentenario del
Nacimiento del Libertador (12. 1. 1983).
Tarea obligante, animadora y saludable hoy y para el tiempo que estamos
inaugurando, es la de revaluar a quien fue
bautizado el 30 de julio de 1783
como Simón José Antonio de la
Santísima Trinidad.
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