Lema de la segunda visita de san Juan Pablo II a Venezuela en
1996 fue: ¡Despierta y reacciona, es el
momento! Los Obispos de Venezuela acaban de subrayar en su más reciente
mensaje (12.1. 2018) que ese lema “resuena en esta hora aciaga de la vida
nacional”.
“Hora aciaga”. Es decir, infausta, desgraciada, infeliz.
Momento triste, doloroso, insoportable. ¿Qué han hecho de Venezuela quienes
detentan el poder con pretensiones totalitarias y de eternidad? Un país hambreado,
enfermo, oprimido, aislado, improductivo, en vías de paralización, víctima de
la inseguridad y el vandalismo, forzado a emigrar. Regido por una nomenklatura prepotente, cuya única
preocupación perceptible es la conservación del poder por cualquier medio y con
una ideología (socialista-comunista) teñida de narco-corrupción y culto
sincrético, cuyos líderes pretenden también definir el credo y la praxis cristianos.
El Episcopado ha vuelto a denunciar a la Asamblea Nacional
Constituyente (ANC) como inconstitucional e ilegítima y plantea otra vez la
reestructuración del Consejo Nacional Electoral “para que cumpla con la
imparcialidad que le pide la Constitución vigente”.
Los Obispos destacan en esta oportunidad que ante la
suspensión del referéndum revocatorio, la creación de la ANC y las
“dificultades de entendimiento cada vez más graves entre el gobierno y la
oposición política, a falta de un punto de apoyo común que se respete en la realidad, como
debería ser la Constitución vigente”, el pueblo
debe asumir el ejercicio de “su poder originario”. Citan al respecto el
Art. 71 de la Constitución, según el cual “Las materias de especial trascendencia
nacional podrán ser sometidas a referendo consultivo” también a solicitud del
diez por ciento del electorado; y precisan como materia actual de consulta que el pueblo señale “el rumbo que quiere dar a
la nación”. A propósito de rumbo, pocas líneas antes el mismo Episcopado ha
recordado que la raíz de los problemas del país “está en la implantación de un
proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizado (léase Socialismo del Siglo XXI-Plan de la Patria)
que el gobierno se empeña en mantener”.
Los Obispos claman ante la debacle nacional: es el
momento, la hora. Lo cual equivale a decir: “basta ya”, “es
intolerable”, “se acabó el tiempo”. Se hace obligante y urgente ahora
despertar, reaccionar –“levántate y anda” (cfr. Mc 2, 9)-, actuar como
protagonistas de una tarea que nos desafía como humanos, creyentes, cristianos.
Se trata de sacar al país del desastre y encaminarlo hacia una Venezuela
deseable, hogar común de todos y para todos.
El criterio del Juicio Final que Jesús mismo establece según
el evangelio de san Mateo (25, 31-46)
debe aplicarse aquí: ayudar al prójimo (país) sometido a penurias de muy
diverso tipo (hambre, enfermedad, prisión…) y
urgido de una conjugada y efectiva acción solidaria. El Señor dice que,
según la respuesta, seremos objeto de bendición o maldición. No hay lugar para
el conformismo, la pasividad y menos para la indiferencia.
¿Caminos de recuperación? “Este momento requiere-dicen los
Obispos- de una gran dosis de esperanza junto a acciones concretas”. Vuelven a
subrayar lo indispensable de un canal
humanitario, que el propio pueblo doliente debe exigir masivamente, al
tiempo que señalan la contribución que está prestando la Iglesia junto a otras
instituciones y organizaciones. Recalcan la necesidad de un “cambio de rumbo”
debido al fracaso del Gobierno en su servicio a la nación; de un cronograma
electoral y de condiciones positivas para las elecciones, según lo pedido también recientemente por el Papa
Francisco; de la liberación de los centenares de presos políticos. Con respecto
a diálogo y negociación, la Conferencia Episcopal exige que deben darse “en condiciones
distintas de las que hasta ahora se han
establecido”.
Despertar y reaccionar ya. Lo imponen un humanismo
fundamental y un cristianismo básico. Y también normas constitucionales muy
precisas (cfr. CRBV, Artículos 333 y 350), las cuales obligan a todos los
ciudadanos, comenzando por los portadores de armas de la República.
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