jueves, 31 de marzo de 2016

FRANCISCO INTERPELA A LOS VENEZOLANOS



Venezuela se ha convertido en espectáculo penoso para el mundo. Lo cual implica la tremenda responsabilidad nacional de cambio y reconstrucción. El Papa lo acaba de poner de relieve.

Nuestro país fue el único de este Continente mencionado por el Papa Francisco en su Mensaje Urbi et Orbi del pasado Domingo de Pascua, en el Balcón central de la Basílica de San Pedro, al hacer un recuento de graves dolores actuales de la humanidad. En una circunstancia, por tanto, de máxima significación para la Iglesia y de universal cobertura comunicacional.

El Papa recogió en sus palabras el clamor de “los hambrientos y sedientos, los extranjeros y los encarcelados, los marginados y descartados, las víctimas del abuso y la violencia”. El inventario fue amplio: desgarramiento de Siria; enfrentamiento de pueblos y culturas en las zonas de la cuenca del Mediterráneo y de Medio Oriente; conflicto en la Tierra Santa; guerra en Ucrania; víctimas del terrorismo en diferentes partes del mundo; tensiones políticas y sociales que laceran al continente africano; la muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados. Francisco precisó lugares y acentuó aspectos de estas tragedias.

El inventario incluyó también a cristianos perseguidos por la fe, así como a “quienes en nuestras sociedades han perdido toda esperanza y el gusto de vivir, a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, a los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro”. El Autor de la  encíclica Laudato Sí expresó su preocupación por la tierra “tan maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias” y  en particular por las zonas afectadas en virtud del cambio climático.

Al hacer este triste recuento Francisco volcó su mirada “sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive” ¿Difíciles condiciones? El Papa tiene abundante información –me consta personalmente- de lo que aquí sucede. ¿Terrorismo y violencia? La masacre de Tumeremo es un botón de muestra de la hemorragia diaria ¿Enfrentamientos? El régimen ha partido el país con represión, exclusión, odio, presos políticos ¿Hambre y sed? Colas inhumanas para comprar caro lo que no se produce ni se encuentra;  y lo de agua y luz se descuidó ¿Emigrados y refugiados? El SSXXI ha forzado el éxodo de infinidad de compatriotas ¿Inclemencia con la naturaleza? Guayana sufre. La lista se extiende.

El Papa, sin embargo, no se encerró en la congoja. Comenzó precisamente su Mensaje subrayando el sentido amoroso de la Pascua. Sólo Dios –afirmó- puede llenar el vacío del corazón contemporáneo, que provoca odio y muerte, “y hacer que no nos hundamos, y que podamos seguir avanzando juntos hacia la tierra de la libertad y de la vida”. A la luz de la victoria de Cristo, quien nos “sacó de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría, del luto a la celebración, de la oscuridad a la luz, de la servidumbre a la redención”,  invitó a  invocar el auxilio divino y a trabajar por una convivencia fraterna, pacífica.

 El párrafo que dedicó Francisco a Venezuela y que debemos deletrear corresponsablemente es el siguiente: “Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos”.

Francisco nos desafía a los venezolanos. A orar y convertirnos. No asume lo que nos corresponde. No explicita la necesidad de cambiar el régimen imperante. Pero la implicita cuando habla de promover unos valores y una cultura que se contradicen con el actual régimen monopólico, empobrecedor, corrupto, opresor, de pretensión totalitaria.   

martes, 22 de marzo de 2016

Doctrina Social de la Iglesia



La Doctrina Social de la Iglesia es un conjunto de vasta temática, como es de suponer; en su lago recorrido histórico ha venido integrando, junto a cuestiones de perenne actualidad, otras que responden a signos de los siempre cambiantes tiempos. Pensemos, por ejemplo, en lo tocante a la dignidad de la persona humana (la destaca ya el libro del Génesis) al lado de lo que contemporáneamente se exige en materia de responsabilidad ecológica. Ahora bien, dentro de las múltiples afirmaciones que se plantean en dicha enseñanza social, hay algunas que emergen con carácter prioritario y deben calificarse, por lo tanto, como fundamentales y generadoras dentro del conjunto. Prioridad equivale a primacía y es un elemento o aspecto que ocupa un lugar anterior o superior a otro u otros. Así se habla de una necesidad prioritaria que atender o de una cualidad o capacidad que privilegiar. Lo prioritario no se plantea entonces con carácter excluyente ni entiende minimizar lo otro. Aparece integrado en un conjunto de elementos todos ellos válidos. Así, en una exposición antropológica se podrá decir que el espíritu tiene prioridad sobre la materia, lo cual no implica en modo algún que se descuida la corporeidad humana, la cual entra esencialmente en la consideración del hombre; sólo quiere decir que en una escala de valores lo espiritual tiene primacía, priva sobre lo simplemente corporal, siendo los dos necesarios.


Para  profundizar  más  sobre  el tema,  haz clic en el siguiente  enlace:https://drive.google.com/open?id=0BxOAgXdJltC2UjBxdnVHMnQ1Qmc

martes, 1 de marzo de 2016

CAMBIO DE GOBIERNO: IMPERATIVO MORAL



Un cambio de Gobierno en la Venezuela actual puede calificarse de varias maneras, dada la multiplicidad  de causas que lo justifican y apremian.
En efecto, es urgente, considerada la situación social. Inaplazable, desde el punto de vista económico. Imprescindible desde el ángulo político. Imperativo, en perspectiva moral.
El enfermo (nuestro país) no puede  estar todavía en sala de espera para consulta, o bajo tratamiento con analgésicos. Debe entrar ya al quirófano para  operación de emergencia. El barco no soporta más al capitán que lo conduce al naufragio, ni arreglos superficiales que prolonguen el hundimiento; reclama un relevo de conductor y de rumbo. Hay problemas que permiten esperas, pero se dan otros, como el presente venezolano, en los  cuales  la demora simplemente agrava.
No es del caso entrar aquí en un detallado inventario de los males, que por su cantidad y seriedad constituyen un conjunto desastroso. Pero no podría menos de recordar algunos factores, agrupándolos por ámbitos. Comencemos por el socioeconómico: desabastecimiento e inflación, que obligan a colas degradantes y pauperización galopante; crisis de la salud, generadora de angustia, penalidades y muertes; destrucción del aparato productivo privado y desmantelamiento de las empresas del Estado; incalculable endeudamiento y oscura alienación depredadora de recursos naturales, puentes hacia una vergonzosa neocolonización.    
En ámbito político: línea totalitaria del régimen, que lleva a la negación del pluralismo democrático y la criminalización de toda disidencia; abierta y reiterada violación de los Derechos Humanos; desencadenamiento de la delincuencia, que junto a la amenazas y represión oficiales conducen a una sociedad insegura y amedrentada; desconocimiento exhibicionista de la división de poderes y de la soberanía popular (por ej. ante el 6D); voluntad de convertir la Fuerza Armada en soporte cómplice y brazo punitivo del régimen .
En el campo ético-cultural: imposición de un pensamiento único; hegemonía comunicacional y manejo de la educación como vehículo de adoctrinamiento sectario;  difusión de una anticultura de muerte alimentando odio, violencia y exclusión; culto de la personalidad y endiosamiento de un caudillo difunto; entronización de la mentira como política de estado; escandalosa corrupción administrativa, tanto admitida como propiciada.
¿Visión pesimista de la situación? No. Realista, sí, pero, en todo caso, esperanzada. Porque lo negativo no agota, felizmente, todo el ser-quehacer nacional. Nuestra Venezuela registra hoy, en efecto, una mayoritaria voluntad de cambio, también en sectores afectos al régimen.  El soberano se ha dado una Asamblea Nacional para abrir nuevos caminos. Hay grandes reservas humanas que, liberadas y estimuladas, pueden reconstruir y llevar ulteriormente al país a un progreso consistente de-y-para todos los venezolanos.
Venezuela tiene futuro positivo, pero con un cambio de gobierno. Este cambio constituye un imperativo moral para gobernantes y gobernados. El deterioro general del país es manifiesto y se profundizará de manera insoportable, si continúan el mismo Presidente, el mismo equipo de gobierno, la misma línea dominante ideológico-partidista.
Empecinarse en seguir gobernando así es poner al pueblo venezolano contra la pared. Exponiéndolo a una explosión social indeseable, a una ingobernabilidad suicida, a  enfrentamientos fratricidas de consecuencias imponderables.
El soberano señaló el 6D un rumbo obligante, distinto del SSXXI inviable y destructor. La Asamblea Nacional debe propiciar, como protagonista principal, un nuevo gobierno, de encuentro-acuerdo-transición nacional, que abra el paso a una solución de largo aliento y constitucionalmente fundada de la gravísima crisis nacional.

El cambio de gobierno es un imperativo moral. No pretendamos, sin embargo,  un nuevo gobierno perfecto, ideal. Pero tenemos que exigirlo, sí, suficientemente democrático, sensato, honesto, capaz  eficiente. Contribuyendo todos para ello. También con sincera oración a Dios.   

sábado, 27 de febrero de 2016

Carta del Comandante Hugo Chávez Frías a Mons. Ovidio Pérez Morales (Parte II)

Para  culminar de leer el documento, haga click en el siguiente  enlace:
https://drive.google.com/open?id=0BxOAgXdJltC2TnVLYm5hbzJ1a0E

Carta del Comandante Hugo Chávez Frías a Mons. Ovidio Pérez Morales (Parte I)

El  Comandante  Hugo  Chavez Frias, solicitó el 31 de julio de 1993 desde la cárcel,  la  imperiosa necesidad  de la  aprobación de la Ley de Amnistía o sobresimiento por  parte  del  Congreso de la República,  para  los  involucrados en el pronunciamiento militar del  04 de febrero  y 27 de noviembre de 1992.



Para  leer  el documento, haga click en el siguiente enlace:
https://drive.google.com/open?id=0BxOAgXdJltC2eHlYZ19JZWZCQWM

jueves, 18 de febrero de 2016

TSJUSTIFICACIÓN DE LO INACEPTABLE



La inaceptabilidad moral como también la inconstitucionalidad del régimen autoidentificado socialista “siglo XXI” (léase marxista-leninista), es algo que regularmente vengo recordando, en la línea de un reiterado juicio al respecto por parte del Episcopado venezolano.

Momento saliente de la posición de la Conferencia Episcopal Venezolana en esta materia fue su Exhortación del 19 de octubre 2007 sobre la propuesta de reforma constitucional para establecer un “Estado Socialista” (Art.6 de la propuesta). En dicho documento leemos: 1) “por cuanto el proyecto de Reforma vulnera los derechos fundamentales del sistema democrático y de la persona, poniendo en peligro la libertad y la convivencia social, la consideramos moralmente inaceptable a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia”; y 2) “la proposición de un Estado Socialista es contraria a principios fundamentales de la actual Constitución, y a una recta concepción de la persona y del Estado”.

En artículos anteriores  he citado los documentos en que los obispos han reafirmado esta posición, afianzada por hechos probatorios de la negatividad del proyecto oficial socialista en nuestro país. Nada extraño, por lo demás, pues la historia contemporánea muestra de modo patente el fracaso general del modelo socialista marxista.

La mayoría de los venezolanos rechazó en su momento la propuesta de reforma socialista (la cual, sin embargo, se ha venido imponiendo progresivamente de manera abusiva y descarada). Y ha ratificado su rechazo, de modo contundente e inequívoco, el 6D. En consecuencia, la política oficial “socialista” (castro-marxista) del régimen ubica a éste, automáticamente, en el campo de la  ilegitimidad e inconstitucionalidad. Por lo demás, bastaría para comprobarlo, en cuanto a lo jurídico, echar un vistazo a nuestra  Carta Magna (aunque fuese sólo  al Preámbulo); y en cuanto a legitimidad y moralidad, dar una hojeada a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

 El Art. 21,3  de la Declaración y el 5 de nuestra Constitución hablan del soberano como base del poder público. Pues bien, en Venezuela la voluntad de la base popular se  manifestó con claridad hace unos dos meses. ¿Pero qué está sucediendo?

El Gobierno, que hasta el pasado 5 de enero tenía en su mano todos los poderes y presumía del apoyo del soberano, se resiste ahora a reconocer la voluntad del pueblo, como si éste fuese  respetable sólo en la medida en que se ajuste al patrón político-ideológico de la Nomenclatura. ¿Resultado?  Si el pueblo mayoritariamente disiente del Partido-Gobierno-Comandante, ya no cuenta  y la representación popular es entonces descalificada y hostigada.

 

Sin entrar en el historial pre-6D, decisiones recientes del TSJ lo muestran como Poder subordinado a la voluntad del PSUV-Ejecutivo-Presidente, lo cual no favorece en modo alguno el ambiente de confianza, convivencia y encuentro, fundamental para que este país pueda salir adelante. El TSJ se exhibe como soporte de un régimen ilegítimo e inconstitucional, con lo cual cae él mismo en  ilegitimidad e inconstitucionalidad. No basta tener  poder, y mucho, sólo de facto.

El Art. 2 de la nuestra Constitución explicita como valores superiores del ordenamiento jurídico y de la actuación del Estado venezolano: “la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.

La nación urge un cambio de rumbo hacia la recuperación de la legitimidad y constitucionalidad del Poder Público, apoyándose en la Asamblea Nacional, que acaba de ser elegida por el  soberano. El cambio debe apuntar a un nuevo Gobierno. Y a la reestructuración del TSJ. Éste debe recuperar su autonomía, distinguirse por su talante de dignidad, moderación y equilibrio, así como   por una perceptible transparencia y eticidad. Tiene que pasar de tsjustificador de lo inaceptable a genuino Tribunal Supremo de Justicia.  

martes, 2 de febrero de 2016

DEL FUNDAMENTALISMO A LA CONVIVENCIA

Amigo mío, Platón; pero más amiga, la verdad. Este dicho se atribuye a Aristóteles. Y Jesús afirmó la verdad como fundamento de la libertad; suya es una frase muy repetida, que  leí en la fachada de la universidad de Friburgo en Alemania : “la verdad os hará libres”(Jn 8,32).

La verdad es afirmación-puente a la realidad, ya como genuina captación de ésta (lo contrario sería caer en lo falso), ya como expresión auténtica de lo que se piensa (lo contrario es mentir). Más aún, la verdad es, en el fondo, la realidad misma (como cuando se dice que tal cosa es verdadero oro).

Una sana y constructiva convivencia humana se edifica sobre la verdad. Ésta le da consistencia al asegurar un relacionamiento confiable. Nada hay más frágil, vulnerable y peligroso que un grupo de mentirosos.

La política, edificación y manejo de la ciudad como conglomerado humano, si quiere responder al propio sentido y vocación, debe tejerse con la verdad. Esto no quiere decir que en la política no se requieran, por ejemplo,  discreción  y reservas, al trazarse tácticas y estrategias.  Hay una sentencia que suena así: el sabio sabe todo lo que dice y el tonto dice todo lo que sabe. Pero una política entendida como mercado de falsedades y bazar de mentiras se convierte en farsa paralizante y destructiva. Conjunto invivible, inhumano.

La mentira, cuando se suelta con desvergüenza, se convierte en cinismo, el cual exhibe una falta moral contra el prójimo al despreciarlo y buscar degradarlo. El cinismo autodestruye y envilece.

Ahora bien, si la convicción de estar en la verdad exige acompañarse de fortaleza, ha de caminar también con  sencillez y humildad. Por eso  el creyente ha de proponer la verdad y no tratar de imponerla, por cuanto entiende que la posesión total y absoluta de la verdad es exclusiva de quien es la Verdad misma, Dios; y no debe olvidar que el valor-criterio definitivo del juicio divino es el amor comprensivo y misericordioso y no la pura posesión de una verdad, como lo subraya el mismo Jesús (Mt 25, 31-46). Lo que recordamos arriba de Aristóteles sobre amistad y verdad se refiere a su relación académica con Platón, pero no al respeto y aprecio de la persona del maestro, que el Estagirita siempre guardó y debió guardar.

Hay que enmarcar la adhesión a la verdad, la convicción y la fe, en la aceptación y valoración del prójimo como persona, en el amor. La humanidad ha sufrido mucho por los fundamentalismos o imposiciones de la verdad, no sólo en el plano religioso (inquisiciones, guerras de religión, yihads) sino también ideológico (totalitarismos). Una de las ventajas de la democracia es la convivencia pluralista, que entraña el respeto a las opiniones de los demás y  la apertura al diálogo. Esto no significa la igualación o relativización de todo, sino la aceptación de los límites propios y la necesidad de compartir-complementar  concepciones y visiones.

En Venezuela hemos venido sufriendo mucho en estos últimos años por el propósito oficial de imponer un modelo político-ideológico (de alta corrupción y con rasgos mágico-cultuales) fundamentalista. De proyecto-pensamiento único, hegemónico, que no acepta divergencias ni alternativas. De allí que al “otro” no se lo interpreta  en términos de distinto, disidente  o contrincante, sino, bélicamente, como enemigo a eliminar. Expresión de una cultura de guerra y de odio.

El cambio que urge nuestro país es indudablemente de proyecto económico y de dirección política, pero, sobre todo, de perspectiva ético-cultural. Paso del fundamentalismo del SSXXI a una convivencia democrática, pluralista.

El 6D ha constituido un clamor de la ciudadanía por otro tipo de política, de ciudad. En que la mentira y la exclusión cedan el paso a la verdad y la inclusión; el fundamentalismo a la convivencia. Porque hemos de construir juntos el país, no a pesar de, sino precisamente con nuestras diferencias.