lunes, 2 de noviembre de 2015

RENOVACIÓN ECLESIAL A LA LUZ DEL CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA



DIEZ PUNTOS CLAVE

Introducción

El número inicial del primero de los diez y seis documentos del Concilio Plenario (CPV), titulado La proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela, luego de referirse a los quinientos años de la evangelización en nuestro país, señala que la Iglesia desde 1498 “no ha cejado en su empeño de cumplir la misión fundamental que Jesús confió a sus discípulos: anunciar el Evangelio a toda criatura”. Y agrega:

 La Iglesia en Venezuela, hoy, quiere continuar esta misión examinándose a sí misma, haciendo suyas las angustias y esperanzas del pueblo venezolano para comunicarle con mayor eficacia la buena noticia de Jesucristo y su proyecto salvador, a través de una Nueva Evangelización, que exige nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión (PPEV 1).

El presente trabajo ofrece, como un servicio a esta “nueva evangelización”, una breve síntesis  de diez elementos claves del Concilio Plenario:

  1. Núcleo articulador
  2. Misionera o no es Iglesia
  3. No presuponer la fe
  4. Eucaristía: sacramento del peregrinar
  5. Laico: de colaborador a protagonista
  6. Reformulación y diversificación del ministerio
    7.   Parroquia: comunidad de comunidades y movimientos
    8.   Dimensión social de la evangelización
    9.   Evangelizar la cultura
    10. Diálogo: actitud y tarea


Para continuar leyendo el trabajo:  Renovación Eclesial a la Luz del Concilio Plenario de Venezuela, haz clic en el enlace


https://drive.google.com/file/d/0BxOAgXdJltC2VWlROV8tNE1VWUE/view?usp=sharing

viernes, 30 de octubre de 2015

6D, APERTURA





El 6D será la caída del muro venezolano, que tiene encerrado al país en un proyecto ideológico-político inviable y en un ámbito en que imperan el desabastecimiento, la corrupción, el autoritarismo, la inseguridad y lo narco en diversas formas.

La jornada electoral de diciembre constituirá, por tanto, la apertura nacional a un efectivo y solidario desarrollo económico, a una convivencia política democrático-pluralista, a una auténtica recuperación ético-cultural.

Como un aporte a la actitud con que, de modo positivo y comprometido, hemos de afrontar esa trascendental jornada, expongo a continuación cinco elementos fundamentales.

Primero, oración. Quienes creemos en Dios invoquemos su amorosa y fuerte asistencia, a fin de que los venezolanos nos reencontremos para construir juntos esta patria, que nos ha regalado. Él nos hizo libres y nos ha planteado la historia como tarea, pero no es menos cierto lo que dice el salmo  127: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia”. Misteriosa paradoja: pidamos lo que debemos hacer. A  la oración individual –a la cual  hemos de unir el ayuno y obras de misericordia- juntemos la comunitaria, también en expresiones ecuménicas e interreligiosas.

Segundo. Voto. Acudamos todos a votar, convencidos de que la alternativa puesta al país es extremadamente grave, dramática. Se trata de escoger entre proyecto totalitario o democracia; desarrollo integral o empobrecimiento global; progreso económico, o parálisis improductiva y hambreadora; estado de derecho o reino de la arbitrariedad;  respeto de la persona y sus derechos fundamentales o masificación deshumanizante;  cultura de calidad  ética y espiritual o dogmatismo y praxis de signo materialista.

Tercero. Entusiasmo. Vivir y difundir júbilo por lo que traerá de positivo y esperanzador esa jornada. Alentar un clima de contagiosa alegría, de confianza en la capacidad de los venezolanos para grandes causas. Que corran aires de compartir, de encuentro colectivo, y resuenen consignas no ya de enfrentamiento, odio y retaliación, sino de reconocimiento fraterno y disposición a un caminar juntos el futuro nacional. La caída del Muro de Berlín  fue fruto de un tsunami festivo, de una multitudinaria alegría.

Cuarto. Fortaleza. Disponernos con lucidez, vigilancia y entereza para que la jornada transcurra y concluya con seriedad, respeto mutuo y estricto cumplimiento de la escogencia libre ciudadana. Participar de modo responsable y eficaz para asegurar una secuencia pacífica, desde la conformación de las mesas de votación hasta la  proclamación de los legítimos resultados. No se trata simplemente de emitir el voto, sino de garantizar su efecto. A la Fuerza Armada le impone la Constitución una estricta coherencia institucional, consciente de que a quien se deben los militares, no es a un partido, una cúpula, un gobierno, sino al soberano, a la República. El proceso ha estado plagado, lamentablemente, de vicios, abusos y corruptelas oficiales, pero eso, antes que debilitar  el espíritu ciudadano tiene que  fortalecerlo.

Quinto. Trabajo. Los venezolanos debemos entender que el 6D es el inicio de un proceso de apertura y no la exhibición del producto acabado. Inaugura un tiempo muy exigente, en el que estamos obligados a echar adelante corresponsablemente el país con sabiduría, constancia, coraje y paciencia. Se requerirá gran generosidad, disponibilidad y espíritu de servicio. Quienes estén al frente de órganos de poder, partidos, organizaciones, asociaciones y comunidades han de entender que la suerte del pueblo, especialmente del más débil y necesitado, les exige una gran dosis  de solidaridad, entrega y sacrificio.

El 6D será la apertura de puertas y ventanas hacia el futuro de Venezuela, “casa común” de y para todos los aquí nacidos o sembrados. Venezuela una y unida, no “a pesar de” nuestras diferencias, sino “precisamente por y con” ellas.  Con sus diversos rostros. Multicolor. Polifónica.

domingo, 18 de octubre de 2015

6D CAÍDA DEL MURO






Berlín estuvo dividido por un muro durante 28 años (13 agosto 1961-9 noviembre 1989). No sólo la ciudad como espacio geográfico (calles, parques, plazas), sino, lo realmente grave, como convivencia humana (familias, amistades, comunidades de variada índole).

Cuando en 2011 se conmemoraron en múltiples formas los 50 años del inicio de la construcción del Muro, tuve la oportunidad de apreciar allí mismo lo que esa barrera ignominiosa había significado para la población, tanto de dicha ciudad  como de Alemania entera. Coronas fúnebres en lugares simbólicos eran memoriales de  intentos de fuga hacia la libertad pagados al más alto precio.

La caída del Muro no fue el producto de una operación concertada, sino de la avalancha de berlineses del sector comunista hacia el libre, ante la noticia de que sus autoridades habían ampliado la posibilidad de comunicación entre ambas partes de la ciudad. El desmantelamiento del Muro comenzó de inmediato y de modo espontáneo; en ello contribuyeron, sorpresivamente, contagiados por el entusiasmo general, miembros de los cuerpos armados rojos encargados de la vigilancia. Le reunión de berlineses y alemanes se consumó sin enfrentamientos ni derramamiento de sangre; los miembros de la esfera  oficial comunista no desaparecieron; los habitantes  de uno y otro lado del Muro se entretejieron ¿Qué  pasó? De allí en adelante la secuencia de los acontecimientos se aceleró hasta la completa reunificación de Alemania.

Las características de la caída del Muro –unidas a las de cambios semejantes- han sido para mí fuente de honda y variada reflexión. Y de exhortación a no simplificar hipótesis respecto de mutaciones políticas de envergadura.

Confieso que la eliminación del Muro, la reunificación alemana y el desmoronamiento del bloque comunista no constituían para mí real problema. No les veía, en efecto,  soportes de solución. Destacaban como puras incógnitas, que yo remitía a un por-venir indeterminado; histórico, obviamente, pero tan lejano como para no convertirse en causa  de pre-ocupación. Tendía más bien a imaginarme su acontecer en términos “apocalípticos” como conflagraciones- mortandades macro, extraordinarias intervenciones de lo alto. (Alguien se atrevió a fabricar esta paradoja: “Lo que más cabe esperar es lo inesperado”)

Ciertamente me alentaba el pensar que la racionalidad y la bondad, la búsqueda de justicia y libertad  humanas no se podían extinguir, así como la activa presencia de Dios en la historia; también que la naturaleza inhumana de proyectos totalitarios como el comunista llevan en sí los gérmenes de su descomposición; y que los sistemas proclamados para perdurar mil años han demostrado ser castillos de naipes. El Altísimo “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” cantó  la Madre de Jesús en su Magnificat (Lc1, 51-52).  

Frente a la situación nacional y a las puertas de las elecciones parlamentarias del  6D  ha venido a mi mente, mi corazón y mi oración que dicha jornada puede ser- deberá ser- será la de la caída del “muro venezolano”, que divide la entraña nacional. Jornada de la re-unión, del re-encuentro de los venezolanos para re-constituir la convivencia nacional, democrática pluralista, la cual, multicolor-polifónica, habite, “no a pesar de” “sino con” sus diferencias, esta Patria, llamada a ser “casa común” de todos los nacidos aquí o que se han venido a sembrar en nuestra tierra. Se tendrán así la unidad que la Constitución establece y la fraternidad que Dios exige.

Sin Muro no  se hablará más de apátridas y patriotas, de juventud expulsada a otros países por una madre que no la  reconoce, de presos   por pensar con su propia cabeza, de “listas” de subhumanos. Se tendrá la relegitimación del poder y  la reinstitucionalización de la República según los dictados de la Constitución. Es lo que tantos queremos al plantear la necesidad de un Gobierno de transición-unión-salvación nacional.

6D sea-será la caída del “Muro de Venezuela”.    

jueves, 1 de octubre de 2015

FRANCISCO FRENTE AL PODER





   El Papa Francisco dejó claras ciertas cosas en la ONU, que tienen particular resonancia en Venezuela. Se trata de los límites y la distribución del poder. Abordó éstos temas desde la soberanía del derecho y en el contexto de la relación justicia-fraternidad.

En primer lugar el Papa recordó la necesaria  limitación del poder.  Expresó que ésta  “es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales”.

Apliquemos esta afirmación del Papa a la actuación de la autoridad pública en el  hoy de  nuestra política nacional. Pues bien, si algo ha caracterizado en este siglo el ejercicio del poder en Venezuela, ha sido la pretendida omnipotencia de los gobernantes, iniciada por la del  significativamente denominado “comandante eterno” y continuada por quienes enarbolan la “Revolución”  como principio y criterio máximos de la conducción del país. Esto constituye un retroceso hacia el absolutismo regio, la sacralización del poder político y  la identificación de la suerte del Estado con la una ideología, un grupo partidario o una persona. Como prototipo histórico de una tal tendencia  ha quedado  el  monarca francés Luis XIV (+1715) con su definición “El Estado soy yo”. Y como expresión de  “omnipotencia” criolla el anecdotario nacional registrará el “exprópiese”  del comandante temporal, cuando  decidía alegremente el destino de bienes que no eran suyos. 

Con ínfulas de  “omnipotente”, el régimen del  SSXXI pasa por encima de los Derechos Humanos, de los imperativos de la Constitución, de los reclamos de  organismos internacionales y -last but non least- de fundamentales exigencias  de la cortesía y la delicadeza humanas. En línea de “omnipotencia” busca imponer en nuestra patria un proyecto totalitario; lo ha denunciado repetidas veces  la Conferencia Episcopal Venezolana. En nombre de una ideología con pretensiones de fatalidad histórica se pone a todo un pueblo al servicio de fórmulas  y programas, que aplastan los reales intereses de la  gente de carne y hueso. Resultado: el pueblo es servidor de la elite gobernante y no lo contrario. En consecuencia, poco importan la opinión,  los sentimientos, los sufrimientos de los ciudadanos, frente a la  conservación  y el acrecentamiento del poder de la cúpula gobernante.     

En segundo lugar Francisco asumió y amplió lo que desde Montesquieu se viene subrayando para la configuración de un Estado: “La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder”.

Nuestra  Constitución dedica amplio articulado para establecer un Estado de derecho con  pluraridad de poderes  enderezada a garantizar una efectiva convivencia democrática. No los separa para contraponerlos, sino para que, en constructiva  interrelación y mutuo control,  contribuyan a una efectiva salvaguarda de los derechos de los ciudadanos  y del progreso global de la nación. Lamentablemente, bajo la consigna de “un solo poder”, se operado en estos últimos años una concentración de los poderes en el Ejecutivo, en la cual la culpabilidad del Tribunal Supremo de Justicia se ha exhibido de modo vergozoso.  Expresión patente de esto han sido  condenas jupiterianas de inocentes por parte  del monarca-presidente, mecanografiadas ulteriormente por juzgados de papel.     

El Papa Francisco recordó en la enseñanza que he comentado, elementos básicos de la Doctrina Social de la Iglesia como son la dignidad-centralidad de la persona humana y el poder como servicio, así como los principios de  participación y subsidiaridad, indispensables para la edificación de una “nueva sociedad”. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

CONVERSIÓN ECOLÓGICA






Conversión es un término denso. Significa cambio, pero implica mucho más. Toda conversión es cambio, pero no viceversa. El caminar es sucesión de cambios. Pero lo de San Pablo en el camino de Damasco fue conversión.

La conversión es un cambio en profundidad. De corazón. La vida adquiere un nuevo sentido. Cuando Jesús comenzó el ejercicio de su misión, exhortó a sus oyentes a convertirse ante la proximidad del Reino de Dios (Mc 1, 15).

El 24 de mayo Francisco nos ha lanzado la invitación-desafío a una conversión ecológica con su formidable encíclica Laudato Sí sobre el cuidado de la casa común. No propone el Papa simplemente el cambio de algunos comportamientos irresponsables respecto del ambiente, los cuales están llevando a desastres patentes. Lo que formula  es de gran trascendencia y suma hondura: la reformulación radical de nuestra relación con el ambiente (naturaleza, tierra, mundo).

Francisco recoge y enriquece notablemente la enseñanza de pontífices cercanos como Juan Pablo II (quien ya había usado el término conversión ecológica) y le da un desarrollo actualizado y sistemático en la encíclica. Introduce de lleno lo ecológico en el ámbito de la reflexión teológica, así como en el de la vida y espiritualidad cristiana. De la periferia conceptual y práctica traslada la cuestión al campo de la fe y del actuar del creyente. Consiguientemente al de la misión de la Iglesia, la evangelización y, por ende, al del diálogo ecuménico, interreligioso, interhumano.

Hablando de términos densos,  Francisco emplea igualmente otro, el de comunión,  para precisar el tipo de conexión de la espiritualidad del cristiano con el propio cuerpo, la naturaleza y las realidades de este mundo.

Comunión en sentido propio, estricto, expresa  la íntima relación, el compartir, el encuentro, entre personas. Jesús nos ha revelado a Dios como comunión –perfecta, inefable- en cuanto es, en su unicidad (Dios es uno y único), interrelación personal trinitaria, “familia divina”: Padre, Hijo y Espíritu. Dios no es soledad.

En esta “lógica” de unidad, el mensaje cristiano subraya como objetivo del proyecto divino creador-salvador, la comunión de los seres humanos con Dios y de los seres humanos entre sí. Dicho plan (la Biblia lo denomina Reino o Reinado de Dios) tiende a la realización, desde el aquí y ahora del peregrinar terreno, de una gran fraternidad universal, íntimamente unida a la Trinidad divina. El gran signo e instrumento de ese proyecto unificante es Jesucristo, El Hijo de Dios hecho hombre, quien para tal fin ha asociado históricamente a su Iglesia.

La noción o categoría comunión ofrece la clave –núcleo articulador- para entender el mensaje cristiano en su coherente integralidad. En este contexto se entiende por qué Jesús ha dejado como mandamiento máximo aquello que precisamente construye comunión, a saber, el amor.

La conversión ecológica lleva a entender y vivir la relación con el entorno natural en términos de comunión (tomando este vocablo aquí en acepción amplia). No era otra la visión del poverello de Asís al tratar al sol, a la luna, a los animales, como hermanos y  a  la tierra como madre.  El encuentro con Jesucristo reformula las relaciones del cristiano con el mundo que lo rodea. Proteger “la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana”  (LS 217).

“El cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica capacidad de convivencia y  comunión” (LD 228). Una ternura con las cosas que refleje la ternura con los prójimod. Una ecología integral, global, conjuga el  relacionamiento del ser humano con: su entorno natural, su multiforme comunidad histórica, la Trinidad divina. El cuido del ambiente se entreteje así con el de la polis pequeña y grande. La conversión ecológica pide hacer del hábitat la “casa común” de una genuina fraternidad abrazada al Dios-Amor. Hermosa y exigente visión cristiana, que se propone en apertura dialogal.

viernes, 21 de agosto de 2015

HACIA UNA NUEVA SOCIEDAD






“¿Debemos conocer la Doctrina Social de la Iglesia?”

Esta pregunta la formuló el Arzobispo de Caracas Rafael Arias Blanco a los niños  cursantes de “los grados 3º, 4º, 5º y 6º de Instrucción Primaria” (según la nomenclatura de entonces), en su Catecismo de la Doctrina Cristiana (1956). Lo hizo un  año antes de su famosa Carta Pastoral, catalizadora de la rebelión ciudadana, que llevó al derrocamiento de la dictadura perezjimenista.

En aquel momento faltaban seis años para comenzar el renovador Concilio Vaticano II y más de dos décadas para publicar Juan Pablo II un documento en el cual se lee cómo “el rico patrimonio de la enseñanza social de la Iglesia”  debe encontrar su puesto “bajo formas apropiadas, en la formación catequética común de los fieles” (Exhortación Catechesi Tradendae de 1979).

Los catecismos, estructurados por entonces en forma de pregunta-respuesta, procedían de manera concisa, para que el contenido fuese fácilmente memorizable por los alumnos. La  respuesta dada en este caso por el Catecismo de Monseñor Arias era la siguiente: “Sí; debemos conocer la Doctrina Social de la Iglesia para poder defender la justicia social con una orientación cristiana”. Y de inmediato venía otro binomio: “¿Dónde está contenida la Doctrina Social de la Iglesia? La Doctrina Social de la Iglesia está contenida principalmente en la encíclicas Rerum Novarum de León XIII, Quadragesimo Anno de Pío XI y de numerosas declaraciones de los últimos papas”. (El término “justicia social” utilizado aquí por Mons. Arias Blanco sintetizaba la amplia temática de valores contenida en la DSI)

Mucha agua habría de correr bajo los puentes desde 1956 en lo tocante a DSI, en  ineludible correspondencia con el formidable cambio histórico contemporáneo – epocal ha sido el adjetivo inventado para calificar la magnitud del mismo-. En cuanto a documentos, baste pensar en las encíclicas Pacem in terris (paz) de Juan XXIII, Populorum Progressio (desarrollo) de Pablo VI, Laborem Exercens (trabajo) y Centesimus Annus (revolución del ´89) de Juan Pablo II, Caritas in Veritate (actualización del mensaje social) de Benedicto XVI y Laudato sí (ecología) del Papa Francisco. Se deben  mencionar también la Constitución Gaudium et Spes (Iglesia en el mundo actual) del Concilio Vaticano II; los documentos de las Conferencias Episcopales latinoamericanas de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007); y los documentos del Concilio Plenario de Venezuela, particularmente los relativos a Nueva Sociedad y Evangelización de la Cultura.

Es preciso retomar hoy con fuerza la iniciativa de Mons. Arias Blanco por parte de nosotros los católicos y de nuestra Iglesia como conjunto, con respecto a una formación “masiva” en DSI. Estamos, ciertamente, en deuda con el país, que atraviesa la más grave crisis de su historia. Y lo digo también, en apertura dialogal, a los hermanos cristianos no católicos, a los creyentes no cristianos y a los no creyentes animados por propias convicciones éticas humanistas. Porque la DSI constituye un cuerpo de enseñanzas fundadas primariamente en la razón –por lo tanto, de amplia fundamentación y manejo-, enriquecidas, sin duda, por el Evangelio así como por la reflexión y praxis de la Iglesia católica.

La DSI no propone un modelo  determinado de organización social, económica, política y cultural. Pero ofrece, sí, principios, criterios y orientaciones para la acción, que iluminan y estimulan la construcción de modelos, los cuales serán siempre perfectibles. No es una “tercera vía”, ni una ideología en el sentido de proyecto específico. Tampoco una doctrina simplemente hecha, sino que conjuga traditio consistente, con creatio permanente.  Pensemos, por ejemplo, en la novedosa ecología del Papa Francisco elaborada con  materiales viejos y recientes.

La DSI ofrece luces para salir de túneles, como el que dramáticamente estamos atravesando, y, sobre todo, para construir una Venezuela a la altura de lo que la razón y el Evangelio postulan.

lunes, 3 de agosto de 2015

ALTO AL DESASTRE NACIONAL



Me apena, pero debo recordarlo. Es algo del Antiguo Testamento, pero aplicado a este inicio de milenio venezolano.
El rey Salomón al final de su vida se volvió duro y desordenado, lo cual enojó a Dios, según relata el Libro Primero de los Reyes (12, 1-25).  Al morir le sucedió su hijo Roboam. Un grupo grande de israelitas acudió al nuevo rey para decirle: “Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros, y te serviremos”. 
Roboam pidió consejo a los ancianos, que habían servido a Salomón; ellos le aconsejaron mejorar el trato al pueblo y así asegurar la gobernabilidad. Roboam, sin embargo, desoyó este buen consejo y aplicó, más bien, lo que le recomendó un grupo de radicales, “que se habían criado con él y estaban a su servicio”. Así pues, cuando regresó la gente para obtener la respuesta prometida, esto fue lo que les espetó Roboam: “Mi padre hizo pesado el yugo, yo lo haré más pesado a ustedes todavía”. Al oír esto, la gente le respondió a Roboam más o menos en estos términos: ¿Así son las cosas? Quédate con tu pedazo de reino, que nosotros montaremos tienda aparte. ¿Qué resultó? La  división del Reino en dos: el del Sur (Judá) y el del Norte (Israel). ¿Y qué pasó después? Vinieron los asirios y acabaron con el segundo, y luego los babilonios, quienes arrasaron el primero (conquista de Jerusalén y deportación, hacia el año 587 av.).
El hijo de Salomón fue terco, sordo, miope. Pensó que apretando el torniquete, los súbditos, temerosos, se quedarían quietos. Pero no contó con que la paciencia tiene sus límites.
Algo semejante está ocurriendo en nuestro país. A la muerte del comandante (¿eterno?),  que trató de imponer un proyecto opresivo, el sucesor elegido por él, ha recibido pedidos de revisión de su política inviable. Consejos no han faltado, comenzando por los que la Conferencia Episcopal Venezolana ha hecho reiteradamente en una perspectiva de genuino servicio nacional. La respuesta ha sido la descalificación de los que hemos propuesto caminos de entendimiento para el bien de Venezuela y una gobernabilidad consistente.


¿Cuál viene siendo el resultado de la terquedad, conocido y sufrido por la gran mayoría de compatriotas? Inseguridad e inflación galopantes, desabastecimiento creciente; crisis de los servicios y desencanto-malestar que se agravan. Mientras tanto se multiplican: controles, restricciones, estatizaciones, intimidaciones, violaciones de DDHH, encadenamientos mediáticos, conflictividades. Todo esto junto a las más variadas y acentuadas formas de corrupción.
La terquedad del régimen se exhibe en el dogmatismo político-ideológico, que busca imponer un antihistérico, opresivo y empobrecedor “socialismo”. Seguir por esta vía significa correr hacia la destrucción material, moral y espiritual del país. 
Los venezolanos tenemos derecho a un ambiente respirable de tranquilidad, respeto mutuo, entendimiento, paz; a la promoción del emprendimiento, la producción y la productividad; al ejercicio del pluralismo democrático; a una educación sin trabas ideológicas. En fin a la convivencia humanista, que está en la letra y el espíritu de la mismísima Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
En la actual grave crisis nacional, la luz al final del túnel no es algo simplemente deseable. Constituye un imperativo. Tenemos que lograrlo. Y lo vamos a lograr. Con la ayuda de Dios evitaremos el desastre, cambiaremos el rumbo  e impulsaremos la marcha hacia adelante del país.

Hay signos manifiestos de la voluntad mayoritaria de hacer de Venezuela una verdadera casa   común, en la que cuantos hemos nacido o se han sembrado aquí, quepamos, convivamos y trabajemos por el bien de todos, “no a pesar de” sino “precisamente con” nuestras diferencias. La jornada electoral de Diciembre, unida a una lúcida y efectiva transición, permitirán poner un alto al desastre nacional y abrir las compuertas al progreso nacional en justicia, libertad, unión y solidaridad.