domingo, 6 de noviembre de 2022

DE PREPOTENCIA A CONVIVENCIA

    No raras veces las faltas contra la estética son peores que las transgresiones en materia ética. Sucede con exhibiciones del poder político, cuando de modo descarado se violan normas constitucionales y se ejerce con desfachatez la represión particularmente en tiempos electorales.

    Estos días el tema de elecciones se incrementa y con él la realización de primarias. Pues bien, justo en este momento se viene dando un cierre abundante de emisoras radiales no oficiales y un incremento de actos persecutorios del régimen contra defensores de derechos humanos y políticos disidentes. (Uno tiene conocimiento directo de casos dolorosos de ensañamiento contra personas y sus entornos familiares).

    Es manifiesto el acogotamiento de sectores sociales con medidas empobrecedoras que afectan de modo patente a educadores y pensionados, dignos de un delicado tratamiento por la trascendencia de su labor o lo vulnerable de su condición.  Junto a ello se perciben los privilegios de la “nueva clase” frente a las estrecheces de la gente común, denunciados por el yugoeslavo Milovan Djilas con respecto a la oligarquía comunista de la postguerra.

    Contra la estética es también el ufanarse gubernamental de un crecimiento económico argumentando en base a la multiplicación de casinos y bodegones así como de altamente publicitados espectáculos, mientras el un país se desangra con desesperada emigración en un marco internacional cada vez más estrecho y aun hostil.

    Junto a lo estético, la desfachatez en el ejercicio arbitrario del poder lastima algo más grave, el ámbito ético, al golpear la moral y espiritualidad de la población. Hay una serie de disposiciones, actitudes y comportamientos que resultan seriamente afectados. Pensemos en la autoestima y la libertad, la participación y la responsabilidad, la paz y la esperanza. La psicología es ciencia que puede aplicarse malévolamente para humillar, cerrar horizontes, masificar, instrumentalizar, entristecer, desesperar a las personas, para empequeñecerlas y dominarlas. Los daños al alma son peores que los materiales a los cuerpos.  

    Los obispos de Venezuela, en el marco de su servicio pastoral han venido haciendo un seguimiento de la situación y ofreciendo orientaciones a la comunidad eclesial y al país en general. Su palabra ha sido de anuncio, pero también de denuncia de aquellas cosas que obstruyen el buen relacionamiento con Dios y con el prójimo. Han sido directos y claros en la identificación de la gravísima crisis nacional, así como de la causa principal de la misma, que radica en el tipo de proyecto político ideológico socialista comunista que con sus mixturas y contradicciones se trata de imponer, sin importar los costos humanos y el sufrimiento que traiga al pueblo venezolano.

    Ante la situación de deterioro general el Episcopado planteó el año pasado (Exhortación del 12. 7.2021) la necesidad de una “refundación de la nación”, de reedificar el país. Para ello urgió la necesidad de la solidaridad y la unión: “Estamos conscientes de que sólo si unimos esfuerzos y voluntades podremos sacar el país adelante (…) Sólo tomando conciencia del protagonismo de todos los miembros del pueblo venezolano, único y verdadero sujeto social de su ser y su quehacer, podemos alcanzar la meta tan deseada por la inmensa mayoría del pueblo: reconstruir nuestra nación”.

    Estamos prontos a iniciar otro año del nuevo del siglo y milenio. Como seres libres no podemos aceptar un fatalismo histórico. Como creyentes y seres racionales tenemos el reto de construir una convivencia nacional fraterna, corrigiendo rumbos y abriendo horizontes deseables. Es un desafío a los venezolanos a doscientos años de la llamada Independencia. Sector oficial y sociedad civil, gente de diversas confesiones e ideologías estamos llamados y obligados como un solo soberano a reconstruir el país para ésta y las futuras generaciones. No estamos condenados a ser una nación despedazada interiormente, fracasada materialmente e indigente espiritualmente. Tenemos derecho y obligación a una Venezuela digna, libre, productiva, solidaria. Es mandato divino y ha de ser compromiso nuestro.

 

 


viernes, 21 de octubre de 2022

¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO?

     Los números no tienen color, calor, ni sustancia. Pero como se dice que son fríos, dentro de esta frialdad podemos recordar que los 7.1 millones y más de venezolanos emigrados forzados, doblan la población criolla a la caída de Gómez en 1936, e igualan la nacional a la caída de Pérez Jiménez en 1958. Una cifra superior a la de habitantes de varios países latinoamericanos y la de muchos del concierto internacional ¿1 venezolano fuera por cada 4 dentro?

    Los números cobran vida cuando se “encarnan” en seres humanos concretos. Entonces son 7.1 millones de compatriotas de carne y hueso, dispersos y rondando por los varios puntos cardinales del globo. Insertos en árboles genealógicos concretos, con relaciones familiares precisas y situaciones frecuentemente dramáticas y no pocas veces trágicas. Allí hay nombres y apellidos de niños abandonados, ancianos en soledad, muchachas expuestas, hogares descuartizados, jóvenes narcoatrapados; ilusiones truncadas, estudios interrumpidos, enfermedades agravadas, muertes aceleradas; parejas rotas y uniones fugaces.

    Inventariar daños materiales, perjuicios económicos, es relativamente fácil; no sucede lo mismo con pérdidas y destrozos antropológicos en profundidad. Es aquí donde se toca la autoestima, el sentido de la vida, la conciencia de auto realización. Es alegría o tristeza respecto de una habitación o empleo, de un emprendimiento o documento. Justificar una existencia e identificar una razón de vivir.  

    Junto a los aspectos negativos individuales y familiares de esta emigración forzada es menester anotar en el inventario del éxodo los daños sociales, económicos, políticos y ético-culturales de Venezuela como conjunto, el lamentable impacto habido en la educación y la asistencia social y, en general, en los servicios públicos a todos los niveles; el debilitamiento institucional de la sociedad civil y el acrecentamiento del simple poder de facto en el sector oficial. 

    Recordar el lado oscuro de la expatriación no significa ignorar logros parciales y elementos positivos dentro del maremágnum de la dispersión. Estos, con todo, no impiden calificar el conjunto como tragedia nacional y escándalo internacional, los cuales desafían gravemente a la conciencia y el compromiso humanos contemporáneos.  

    Un factor muy dañino en situaciones como la que estamos considerando es el síndrome de Estocolmo, que lleva a aclimatarse en situaciones y procedimientos inaceptables; las víctimas se van progresivamente familiarizando con violaciones de derechos humanos, tenidas inicialmente por in soportables.

    A propósito de este desangramiento de Venezuela viene muy a propósito hacer a los principales personeros militares y civiles del presente régimen Socialismo del Siglo XXI, la pregunta que Dios hizo al fratricida Caín, en lo que el Génesis narra como inicios de la historia humana: “¿Dónde está tu hermano Abel?” (Gn 4, 9).  Porque los millones de venezolanos que han salido a buscar otras tierras no lo han hecho por una catástrofe natural, un conflicto bélico o una calamidad semejante. El Episcopado venezolano ha sido claro y preciso al denunciar la causa: “En los últimos tiempos Venezuela se ha convertido en una especie de tierra extraña para todos. Con inmensas riquezas y potencialidades, la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna. Junto a esto, además de ir eliminando las capacidades de la producción de bienes y servicios, ha aumentado la pobreza, la indefensión y la desesperanza de los ciudadanos (…) Esto ha conducido a que un considerable número de personas decidan irse del país en búsqueda de nuevos horizontes” (Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana, Mensaje del 19 de marzo 2018).

    Porque la destrucción es global y el mal profundo el Episcopado ha urgido repetidas veces la urgencia de una refundación nacional. Ésta exige como condición fundamental nuestro reconocimiento mutuo como personas portadoras todas de una común dignidad y derechos humanos irrenunciables, participantes de una soberanía de carácter originario; sujetos éticos, libres y responsables. Y en perspectiva creyente: hijos de un mismo Padre celestial.

    ¡Sí!  ¡Dios nos ha puesto como guardas de nuestros hermanos compatriotas!

 

 

lunes, 10 de octubre de 2022

MEMORIA APARA AVANZAR

     Hay una tentación siempre amenazante y frecuente en Venezuela, la de proyectar futuros sobre vacíos de memoria histórica. 

    Condición fundamental del ser humano creado por Dios es su historicidad, la cual, siendo tiempo humano de libertad y no simple secuencia de hechos, comporta duración riesgosa, desafío permanente hacia compromisos éticos. La historia genera memoria -tanto individual como colectiva- que, si bien, está sujeta al olvido, es en sí imborrable. Estamos llamados a mejorar nuestro pasado y proyectar un futuro mejor mediante un presente más sensato y positivo. Pero “lo escrito, escrito está”. De sabios y prudentes es saber manejar y aprovechar el camino recorrido. El “eliminarlo” en casos es onerosa enfermedad y el ignorarlo priva de experiencias necesarias hacia un futuro realista y consistente. Eso sí, la limitación y pecaminosidad humanas no hacen fácil la tarea de recordar y recordar bien.

    Falla notable venezolana ha sido el no haber utilizado bien nuestra memoria, en especial por parte de quienes ha tenido manos mayores responsabilidades en los distintos ámbitos de la vida social. Un ejemplo bastante ilustrativo es la escasa o predominantemente negativa valoración del pasado colonial, casi como si la genealogía patria hubiese comenzado el 19 de abril hace sólo dos siglos; en esto Simón Bolívar pudo haber sentado mejores precedentes; gente como Mario Briceño Iragorri ha dejado, sin embargo, páginas de gran profundidad y mesura sobre la génesis e identidad nacionales. Otro ejemplo es el de los “eternos comienzos” con ocasión de la nutrida sucesión de guerras y enfrentamientos fratricidas y las correspondientes consignas y pretensiones de “crear” novedades a partir de la nada. Intentos de re-renacimientos fantasiosos de un país en continua agonía, con la vana pretensión de existir y progresar sin ascendientes ni herencias. Historia sin pretérito. Muestra de ello, un “Siglo XXI” sin precedentes.

    Esta ilusión creacionista explica la debilidad de estructuras y tradiciones en los varios campos de la vida nacional y la poca estima, cuando no olvido y desprecio respecto de organizaciones, personas y acontecimientos que han brindado aportes significativos al desarrollo del país, pero que no han sido ubicables en los estrechos cercos de la ideología o intereses dominantes.  Es bien expresivo al respecto lo que sucede hoy con universidades y academias de mayor edad, con medios de comunicación de largo recorrido y alcance, con instituciones como las judiciales, merecedoras éstas de privilegiado respeto y cuido. Las realidades buenas merecen el tratamiento de los vinos, en que el añejamiento cuenta, también cuando los nuevos tiempos son de cambio epocal.

    El tema de la identidad corre íntimamente unido al de la memoria pues aquella se teje en historia; por ello también no constituye un simple dato (factum), sino que implica también un deber ser, tarea y cultivo permanentes. La identidad es dinámica, en actualización permanente, de modo especial en procesos de globalización y salto cultural como los presentes, en que acechan los extremos del cierre sobre sí mismo o el diluirse en la universalidad.    

    Bajando a lo concreto, un campo en que lo de identidad y memoria nacionales merece particular atención es el religioso popular, al cual se dedican algunas líneas en la perspectiva ecuménica y de libertad religiosa del Concilio Vaticano II y del Concilio Plenario de Venezuela. La religiosidad popular católica ha sido un rasgo característico de la identidad del pueblo venezolano, conjunto de mestizaje étnico y cultural que comenzó a integrarse hace ya cinco siglos y cuyo peregrinaje registra un sucederse de transformaciones notables en muy diversos ámbitos y enmarcados ahora en un marco de cambio epocal y globalización. Ese rasgo primordial no recibe del Estado, sin embargo, la atención y el reconocimiento debidos en las políticas educativas. El Estado no se comporta actualmente como laico sino ideológicamente como laicista, hasta el punto que ha cerrado el Programa Educación Religiosa Escolar convenido con la Iglesia.

    Venezuela no es sólo un país. Es una nación, con memoria e identidad. Un conjunto ético-cultural  llamado a crecer como gran familia en el concierto de la polis global.

 

 

 

 

 

viernes, 23 de septiembre de 2022

RECONSTITUCIONALIZAR

     República nada pacífica. Es la que hemos tenido en dos siglos de independencia. Y la seguimos teniendo, dado el carácter dictatorial militarista del régimen actual y la inexistencia de un estado de derecho. Paz no es simple ausencia de guerra; es convivencia en serenidad social con libertad, justicia y solidaridad.

    En su Historia fundamental de Venezuela J. L. Salcedo Bastardo tiene un capítulo titulado Conmociones y violencia, que sintetiza la tragedia venezolana. No menos de 354 sucesos sangrientos y violentos mayores y numerosos otros de menor importancia -dice- “hacen de la inestabilidad y la zozobra el clima del proceso nacional”. Subraya que desde 1830 a 1935 no se registró ni siquiera un lustro continuo de paz estable. En el papel no faltaron buenas intenciones en declaraciones como las del Decreto de Garantías del presidente Juan C. Falcón (18 de agosto de 1863) y la cantidad de constituciones aprobadas desde la Independencia.

    A partir de la caída del general Gómez el balance no muestra una secuencia tranquila. Luego de dos lustros de noviciado libertario con López Contreras y Medina Angarita, interrumpido por el relámpago octubrista, se volvió las andadas dictatoriales por una década.  El promisor período democrático inaugurado el 23 de enero del ´58 y clausurado en diciembre del ´98 no logró espantar definitivamente los fantasmas del pasado (se olvidó que la democracia, como planta viva, requiere cuido, poda, abono). Sectarismo, intolerancia, populismo, dictadura, están al asecho. El permanente recomenzar es la razón por qué las instituciones republicanas no se han consolidado en nuestra patria, con las consecuencias inevitables en el conjunto económico-político-ético cultural de la nación. Y se ha registrado un continuado vacío en educación para la polis, la ciudadanía.

    Hoy el país -en despoblación y destrozo global- es un nudo gordiano de inconstitucionalidades, ilegalidades e ilegitimidades, con esquizofrenia operativa; de allí la urgencia de una refundación, que implica reconstitucionalización. A dos décadas de un nuevo siglo-milenio Venezuela sigue sin brújula segura y confiable. No bastan calmantes; es preciso apelar a procedimientos que vayan al fondo de la crisis y permitan una salida sólida con perspectiva de permanencia.

    Sobre el tapete de la actualidad está el tema de nuevas elecciones, al cual se agrega el de retomar el “diálogo” para lograr entendimientos. Al pueblo soberano (CRBV 5) le toca decidir el presente-hacia-el-futuro nacional. No pocos nos inclinamos por un proceso constituyente, pero podría también buscarse una solución electoral. Todo ello plantea, sin embargo, como conditio sine qua non que el proceso sea auténticamente libre. No es lo mismo elegir (acto libre de la voluntad) que votar (acto físico de adhesión). Mas, ¿puede haber elección con estos Consejo Nacional Electoral y Tribunal Supremo de Justicia subordinados, con una Asamblea Nacional nada representativa y la voluntad manifiesta del oficialismo de “vinimos para quedarnos”, apoyándose todo ello en una Fuerza Armada alineada? El régimen quiere que se le mendigue algo que es competencia del soberano. En estas circunstancias se hace necesario un consistente apoyo de organismos internacionales (supervisión, asesoría…) a lo que desde dentro se haga para posibilitar una decisión libre del soberano.

    Una Venezuela para todos -me gusta calificarla de multicolor y polifónica- ha de estar en la mira de todos estos ajetreos. Dicho en otros términos: el objetivo nacional debe ser una restructuración y funcionamiento del país, de acuerdo con lo mandado constitucionalmente. Porque la vida de Venezuela transcurre hoy al margen de la ley. No hay estado de derecho, sino una dictadura militar, instrumento de un proyecto socialista comunista. Y no podemos seguir malbaratando el siglo XXI-tercer milenio.

 

  

 

 

 

 

 

sábado, 10 de septiembre de 2022

A IMAGEN Y SEMEJANZA

    Los primeros cuatro capítulos del Génesis ofrecen los elementos fundamentales de una sólida antropología. La narración bíblica, en efecto, bajo un ropaje mítico, con antropomorfismos y datos espacio temporales no sujetos a exigencias científicas, ofrece lineamentos básicos de una concepción racional del ser humano. La Sagradas Escrituras tanto del Antiguo Testamento como, particularmente, del Nuevo, habrán de enriquecer ese panorama en una perspectiva de fe, utilizando categorías tales como redención, gracia y santificación.

    Entre los rasgos primordiales del ser humano -creado a imagen y semejanza de Dios- tradicionalmente destacados en el referido texto bíblico, aparecen los atributos de inteligencia, voluntad, subjetividad y libertad, expuestos en contraste con los de los animales y otros seres de la naturaleza, confiados al hombre para su cuido y servicio. La socialidad (apertura a la comunicación y la comunión) aparece también como un dato capital; en función de ella surge la pluralidad y la distinción sexual de las personas; Adán dialoga con Dios y se relaciona con su pareja. El marco del relato es de intercomunicación humano-divina e interhumana, así como de responsabilidad y corresponsabilidad de la naciente humanidad. El lado oscuro autodestructivo de ésta (egoísmo, insolidaridad, auto absolutización) se muestra también en sus orígenes (ver Gn 3).

    La expresión “a imagen y semejanza” de Dios, que usa el Génesis para identificar esa trascendente similitud de la creatura humana, no ha recibido tradicionalmente, sin embargo, un adecuado desarrollo en cuanto a su causa en la socialidad de Dios mismo. Sobre este punto conviene hacer aquí algunos comentarios.

    Lo substancial y central de la fe cristiana está contenida en el Credo. Ahora bien, éste es, centralmente, la confesión de Dios como Uno y Trino (Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo) y de Jesucristo Salvador (el Hijo de Dios encarnado). La Iglesia, por cierto, entiende esta verdad como misterio en sentido estricto, es decir, como verdad no adquirida por procedimiento puramente racional sino mediante la revelación divina, y la cual verdad, aun ya conocida, permanece indemostrable para la sola razón humana.

    Esta naturaleza trinitaria de Dios no ha repercutido adecuadamente, con todo, en la reflexión y la praxis cristianas, a tal punto que un pensador católico como Karl Rahner llegó a decir que si se eliminase la Trinidad de los libros de teología, no cambiaría mayor cosa en el pensamiento y la vida de los cristianos. De Dios se suele subrayar es en su unicidad, infinitud, omnisciencia, eternidad y omnipotencia. Resulta conveniente, por tanto, destacar algunos consecuencias o reflejos en las creaturas humanas de la naturaleza relacional, comunional, de Dios, que “es amor” (1 Jn 4, 8). Valgan algunos ejemplos: a) la socialidad del ser humano (ser-para-el-otro, para la comunicación y la comunión, dialogal); b) el sentido unificante del plan salvador de Dios en Jesucristo, que no finaliza simplemente en individuos singulares, aislados, sino en una comunidad universal, de la cual la Iglesia es-ha de ser signo e instrumento; c) el mandamiento máximo y central divino, el amor, fundamento de  una ética y espiritualidad de comunión, de dimensión también ecológica (ver esta ampliación analógica en Francisco, Laudato Si´220). Vale la pena añadir que la socialidad (relacionalidad, comunionalidad) divina manifiesta la flecha o dirección vital, personalizante y comunional de la perfección del ser. Interpretación ésta que se sitúa en las antípodas de una concepción individualista, intimista, de la persona.

    No creo que resulte extemporáneo al término de las anteriores reflexiones poner de relieve dos cosas. Una primera, el ineludible compromiso temporal sociopolítico y cultural de los cristianos y su proyección supratemporal (ver Mt 25, 31-46). La otra es la necesidad por parte de los mismos, de proyectar debidamente en reflexión y praxis la fe en la naturaleza trinitaria (relacional, comunional) de Dios, para lo cual será de suma utilidad en la actual “civilización de la imagen” la revalorización y difusión del triángulo equilátero como símbolo del Unitrino.


viernes, 12 de agosto de 2022

DESAFÍO CULTURAL ANTROPOCIDA

     El término antropocéntrico caracterizaría al tiempo inaugurado por el Renacimiento, en contraposición al medieval conceptuado como teocéntrico. Es decir, un desplazamiento de la centralidad de Dios a la del ser humano. Nueva época de exaltación del humanismo, del monopolio de la razón y del progreso científico-técnico.

    Coexistente en los inicios aunque renuente después, con el reconocimiento de Dios, el antropocentrismo tendió de modo progresivo a la exclusión de lo genuino trascendente en la interpretación y el manejo de lo histórico, evolucionando hacia una antropolatría (culto divinizante del hombre). Tal fue la dinámica de la Ilustración y sus derivados en una época de absolutización también de la libertad. Marx, Nietzsche y Freud, a los cuales se integra Comte, son bandera en esta corriente.

    Las conflagraciones internacionales del S. XX y experiencias como el Holocausto, los gulags e Hiroshima-Nagasaki, vinieron a desinflar muchas ilusiones sobre el poder humano, hasta recalar en existencialismos pesimistas y desesperos nihilistas. Se llegó a conceptuar al hombre como “pasión inútil”. La llamada modernidad y su entusiasta autopercepción dio paso a un posmodernismo fragmentador, inestable y relativista, que, por su misma naturaleza, ha favorecido un subjetivismo radical y extravagante, a manera de torneo de absurdos y autodestrucciones. Puede decirse que el antropocentrismo radical está generando un antropocidio (cidio viene del latín caedo, cortar, matar). Reconocerlo y lamentarlo no significa, en modo alguno, olvidar el origen y el destino trascendentes del ser humano, subrayados, respectivamente, por la pareja de capítulos que abre el Génesis y cierra el Apocalipsis.

    ¿Antropocidio? No otra cosa es la deconstrucción y volatilización en marcha del ser humano.  La dinámica de la ideología de género y las múltiples corrientes consanguíneas tipo woke, queer -desarrolladas en el marco de una cultura globalista de “corrección política” y de cancelación histórica- han convertido la antropología y, en general, la reflexión filosófica, en una Torre de Babel; en ésta la comunicación se pulveriza en un sinfín de vocablos al gusto personal, que resucitan y acentúan el nominalismo de épocas pasadas. En lo sexual se compele a la biología a ceder el paso a la psicología y ésta a la fantasía. Al ser humano se lo descuartiza y recompone para terminar evaporándolo. Se hace realidad el “mundo feliz” de Aldous Huxley (1894-1963) y su distopia biocientificista. Y gente como Judith Butler no encuentra ya que desestructurar y desidentificar. Claro, de por medio queda aniquilada la familia, diluido el matrimonio e instrumentalizada la educación, particularmente la infantil, con sus conejillos de indias manejados por el papá Estado y poderosos magnates crematísticos y comunicacionales. A la disidencia frente a estos desvaríos se la condena como odio y a lo heredado molesto se le aplica la metodología de cancelación. Parece volverse al caos inicial, de antes que Dios formase el cosmos.

    En tiempos de antropocidio urge afirmar una recta e integral filosofía de lo humano. Bastante iluminadora al respecto es la que, con peculiar lenguaje, ofrecen los capítulos iniciales del Génesis. Allí aparecen claros ciertos rasgos fundamentales del hombre: condición creatural y corpóreo-espiritual, socialidad y responsabilidad ética, binariedad sexual y naturaleza familiar, relación amistosa ecológica y vocación al propio desarrollo integral. Pero también, que somos no sólo limitados y frágiles, sino también sujetos de tentación y pecado; éste se muestra desde el comienzo de la historia como ruptura de la comunión (armonía, unión) humano-divina, interhumana y ecológica querida por Dios; y esa ruptura es fuente de daño y destrucción para el ser humano. El cristiano confiesa a Cristo precisamente como liberador del pecado y de la muerte.

     Al actual desafío cultural antropocida es preciso responder desde la razón y la fe con una   antropología integral.  

 

 

  

 

 

 

domingo, 3 de julio de 2022

REVOLUCIÓN ENTERRADA

    Como los términos son convenciones, por el sustantivo revolución entendamos aquí un cambio positivo de notable profundidad y alcance históricos. Como ejemplos valgan las revoluciones democrática, tecnotrónica y espacial; en la misma línea se ubican la Tercera Ola de Alvin Toffler y la Aldea Global  de Marshal McLuhan. En cuanto al adjetivo, decir enterrada es menos grave que hablar de sepultada. En efecto, no está muerta, sino engavetada.

    El lamento nacional ha sido general ante el desastre de PDVSA, por su repercusión profunda y global en esta petroadicta Venezuela. El oro negro hegemonizaba el ingreso y también la imprevisión y superficialidad del país. En cambio, escasas lágrimas se vertieron ante otro -y no ya tan consciente- desastre como fue la discontinuidad del Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia, con todo lo que ello significaba de frustración para un real salto adelante del país; dicho organismo fue eliminado de modo ligero e irresponsable, no sólo por la siguiente administración, sino por las subsiguientes, ya democráticas o no. Se entró así al siglo XXI sin una herramienta y un objetivo de trascendental poder transformador para dentro y fuera de nuestras fronteras.  

    En tres años más cumplirá medio siglo la publicación de la Revolución de la inteligencia, obra del profeta Luis Alberto Machado. Este libro claro y conciso, luego de recordar al inicio el antiguo conócete a ti mismo, afirma: “Es importante que conozcamos cuáles son nuestros pensamientos, pero creo que es más importante todavía el que conozcamos la manera de poder llegar a ellos”. Y a continuación recoge algo muy repetido: “Si a la orilla del mar encuentras alguien con hambre, no le regales un pez, enséñale a pescar”. Mediante frases simples, pero de suma hondura y grandemente generadoras, se comparte sabiduría como: “nadie nace genio”, “el verdadero creador es el creador de problemas”, “se puede aprender a ser inteligente”.

    Aprender y enseñar a pensar; cultivar la inteligencia; ejercitarse en el método; la verdadera creación es la de problemas. El genio no es más que el fruto acabado de la constancia. Éstas y otras son las puntadas que van tejiendo un conjunto orgánico de reflexiones en torno a la inteligencia como objetivo, tarea, horizonte abierto a todos. La democratización de la inteligencia es una propuesta que tiende a barrer elitismos y marginalizaciones injustificables. Frente a ellos se propugna la inteligencia como oferta permanente, abierta. Como derecho humano fundamental.  De allí que con toda legitimidad se hable de la necesaria revolución de la inteligencia. Dios nos dio la inteligencia como un potencial a desarrollar sin límites, no por algunos, sino por todos. Como regalo, misión, derecho, deber.

    La utopía de Luis Alberto Machado no se quedó en ensueño. Logró traducirse en operatividad concreta, también estatal. El presidente Luis Herrera Campins -de notable altura cultural, ejemplaridad personal y familiar y pulcro servicio ciudadano- la desencadenó entre nosotros creando el Ministerio de Estado ad hoc. Decisión que lo enaltece y lo coloca en lugar preeminente de la historia nacional.

    Gente de fuera, libre de miopes intereses de política casera, captaron con espíritu certero los alcances de lo que en Venezuela se había comenzado a trabajar con seriedad y sistematicidad a nivel oficial.  El académico psicólogo de Harvard BF. Skinner no dudó en afirmar que el proyecto en cuestión “será considerado como uno de los grandes experimentos sociales de este siglo”. La trascendencia de tal empresa venezolana llevó al ministro de educación de la República Popular China a un decidido apoyo del ministro Machado como candidato al Premio Nobel de la Paz. Y el Congreso Iberoamericano de Educación (Madrid 1980) proclamó por primera vez en la historia el derecho a la inteligencia como uno de los derechos del hombre.

    El “Desarrollo de la Inteligencia”, proyecto de primera plana en la historia de Venezuela urge ser desenterrado y llevado adelante para la recuperación de este país y su pujante desarrollo futuro. Recordando siempre que Luis Alberto concebía la inteligencia en el marco de la persona integral, creada para la verdad y el bien en libertad.