jueves, 2 de agosto de 2018

PEDAGOGÍA DE LA SUMISIÓN





Característica de los regímenes dictatoriales y totalitarios es la pretensión de uniformar el pensamiento y la voluntad de los ciudadanos para lograr una obediencia forzada a los dictámenes de quien ejerce el poder (jefe, partido). Por eso asumen como tarea indispensable la pedagogía de la sumisión a través de los más diversos medios. Frente a ello imperativo ineludible para  los ciudadanos demócratas es cultivar una pedagogía de la libertad en todos los ámbitos del  relacionamiento humano, desde el familiar o inmediato hasta el vasto de la polis.

La pedagogía  de la sumisión en esos regímenes autoritarios busca  aplastar la libertad de quienes están bajo su gobierno. En este caso la autoridad pierde su sentido genuino para convertirse en poder opresivo; autoridad, en efecto, viene del verbo latino augere, que  significa aumentar, hacer crecer, de modo que su objetivo ha de ser el desarrollo auténtico de quienes están bajo ella, su crecimiento moral y espiritual, léase su personalización. Al déspota le interesa sólo que se le obedezca, que se cumplan sus  órdenes. No que la gente piense con la propia cabeza y libremente.

La pedagogía de la libertad tiende a que el interlocutor se convierta en protagonista y su entorno humano en  verdadera comunidad. La pedagogía de la sumisión, en cambio, se orienta a que los individuos se queden en pasivos ejecutores y su agrupación en simple “colectivo” o masa, es decir, en un  conglomerado homogéneo de seres sin rostro personal, no en una comunidad. Esta, en efecto, presupone existentes libres. Por eso una pedagogía de la libertad es liberadora y personalizante.

La democracia (poder del pueblo) es un sistema que promueve y ha de promover la participación libre de los ciudadanos en la estructuración y vida de la polis. Libertad que no es mera espontaneidad (hacer lo que viene en gana), sino decisión responsable (ante sí, los demás y Dios), que se ha de actuar en conjunción con otros valores fundamentales. Nuestra Constitución nacional dice: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político” (CRBV Art. 2). La democracia exige, por tanto, una educación para la libertad  responsable. Por eso la convivencia democrática no es algo que se establece y mecánicamente continúa, sino una realidad viva, que requiere alimentación continua en lo concerniente a moral ciudadana.

En una comunidad humana el poder-auctoritas ha de interpretarse y realizarse, por ende,  como servicio y no como primacía o dominación. Una patente enseñanza al respeto la dio Jesús a sus discípulos, cuando éstos discutían sobre a quién de entre ellos le correspondía ser el primero: “el mayor entre ustedes sea como el más joven, y el que gobierna como el que sirve” (Lucas 22, 24-27). En las dictaduras y totalitarismos el “gran jefe” y la nomenklatura se consideran dueños de la gente, como señores frente a vasallos. Para ello manejan múltiples instrumentos con el fin de lograr el sometimiento de los súbditos. De allí que mantienen sobre la fuerza, el amedrentamiento, la manipulación de las necesidades de la población para someter y  artificiosos halagos para inducir apoyos. No es pura casualidad la multiplicación en nuestro país de escaseces del más diverso género, de largas colas para lo más mínimo, de cajas Clap  y bonos para amarrar gente, de confusiones premeditadas, de gendarmes y uniformados para  reprimir y aterrorizar disidencias, de insoportable hegemonía comunicacional y pare de contar. En todo esto el Régimen es muy capaz y eficaz.
¿Respuesta a la pedagogía de la sumisión? Educarse y educar para el ejercicio de la libertad responsable, comenzando por la propia familia. Dios creó al ser humano libre. A la libertad creada se la puede  cercar y maniatar, pero no extinguir.

  



               

jueves, 19 de julio de 2018

SALIR DE LA GRAN TRIBULACIÓN




Los Obispos venezolanos calificaron el actual desastre nacional en su  exhortación del 11 de julio con los términos apocalípticos de “gran tribulación” (ver Ap 12, 7-12). Enfrentamiento con las fuerzas mismas del mal, caracterizadas bíblicamente como Diablo, Satanás, Dragón y Serpiente Antigua.
¿Quién es  principal responsable de la gravísima crisis? La Conferencia Episcopal reitera de modo  claro y directo: “el gobierno nacional, por anteponer su proyecto político a cualquier otra consideración, incluso humanitaria.

En cuanto a medidas ante la crisis, los Obispos mencionan la consulta electoral  del  20 Mayo, denunciando que fue  ilegítimamente convocada por la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente impuesta por el Poder Ejecutivo. Expresan que la “altísima abstención” significa “un mensaje silencioso de rechazo, dirigido a quienes pretenden imponer una ideología de corte totalitario, contra el parecer de la mayoría de la población”.

“Vivimos un régimen de facto -dicen-, sin respeto a las garantías previstas en la Constitución y a los más altos principios de dignidad del pueblo”. Detengámonos un poco sobre esto. El comportamiento del ser humano puede dividirse en: fáctico, legal y legítimo. Lo fáctico es lo que se da de hecho (de facto) en la realidad, sin más; lo legal se refiere a lo jurídico, justo, lo que se puede hacer o no  en el marco de las normas reguladoras de la comunidad política, entre las cuales sobresalen las constitucionales; lo legítimo, bueno, se sitúa en un nivel superior, trascendente, el ético-espiritual, que toca el ámbito de la conciencia moral. Esta distinción permite captar la ambigüedad del verbo “poder” (no todo lo que se puede físicamente, se puede legal y moralmente) y el límite de lo jurídico (no todo lo legal es bueno, moralmente justo). Los niveles jurídico y  legítimo son característicos del actuar humano propiamente tal y, por ende, libre, consciente, responsable ante sí, los demás y Dios. Por ello no tiene asidero verdaderamente humano el hacer simplemente “lo que viene en gana”, así como  no basta invocar una ley para justificar una conducta y es razonable u obligatorio oponerse a una ley injusta. Las leyes nazis racistas de Núremberg no legitimaban en modo alguno la exclusión de un pueblo, así como la legalización del aborto no justifica eliminación de una vida. La dignidad del ser humano y sus derechos humanos quedan intactos frente a todo hecho y toda norma.

Cuando los Obispos califican al Régimen del SSXXI como puramente de facto ponen en cuestión la legalidad y legitimidad del mismo. Ya habían denunciado  en enero pasado la usurpación de la soberanía popular por  parte del Régimen e instaban  a la recuperación de su ejercicio por parte de los ciudadanos. Ahora  vuelven sobre el tema: “animamos a las diferentes organizaciones de la sociedad civil, y a los partidos políticos, a exigir la restitución del poder soberano al pueblo, utilizando todos los medios que contempla nuestra Constitución (referendo consultivo, manifestaciones y otros)”. Y en esa misma línea interpelan a la Fuerza Armada.

La inconstitucionalidad e ilegitimidad del Régimen  vienen de muy diversas fuentes. En estos mismo días se está divulgando la sentencia que el 2 de julio produjo el Tribunal Supremo de Justicia (en exilio forzado), que destituye al presidente Maduro, con el resultante vacío de poder y la apertura de caminos constitucionales  para la designación de un nuevo Presidente y la formación de un Gobierno de Transición. En este mismo orden de cosas vuelve a manejarse la fecha de le muerte del Presidente Chávez.
El Episcopado  nacional se identifica como un cuerpo de ciudadanos y pastores, que no puede abstraerse de su obligación moral y religiosa de contribuir a la supervivencia digna y al progreso integral del país. Pero también recalca la ingente tarea que corresponde a los laicos o seglares –extra grande mayoría de la Iglesia- y cuya misión propia es el contribuir a la construcción de una “nueva sociedad” libre, justa, solidaria y pacífica, según los valores humano-cristianos del Evangelio...
 “No temas, yo estoy contigo” (Is 41, 30) es la confiada y esperanzadora profecía, que ante “la  gran tribulación” sirve de título a esta última exhortación de los Obispos.





jueves, 5 de julio de 2018

RÉGIMEN DESEABLE Y OBLIGANTE



Tres actos del drama nacional (que no es tragedia a la griega, pues tiene futuro positivo por construir): inventario, lamentación, solución.

Primero: inventario de los factores del drama. No es difícil hacerlo. Lo sufrimos en carne viva, particularmente  por tres notables hipercarencias: nutrición, salud, seguridad.  ¿Causa fundamental?  La Conferencia Episcopal Venezolana la  ha identificado de modo claro: “el empeño del Gobierno de imponer el sistema totalitario recogido en el Plan de la Patria (llamado Socialismo del Siglo XXI)”. No cualquier socialismo  sino el “real”, comunista.

Segundo: lamentación, sufrimiento, dolor, rabia, protesta. Tres hechos  sobresalen  como emblemáticos: manifestaciones de calle con su cortejo de asesinados, consulta del 16 de Julio y  abstención del 20 de mayo. El despoblamiento del país por el éxodo forzado es síntesis  de esta segunda parte.

Tercero: solución.  A todos los venezolanos nos toca escribirla y  escenificarla cuanto antes: cambio de Régimen (no sólo de Presidente). Los Obispos  en su Exhortación  de enero  pasado lo precisaron: recuperación por parte del soberano de su poder originario, usurpado por el Gobierno.  Protagonizar este “cambio de rumbo” del país es el ineludible e  imperativo y se nos plantea  con urgencia a todos los venezolanos. A todos,  con peculiar énfasis al  liderazgo de los  sectores e instituciones de la sociedad civil  y al  de las organizaciones  político-partidistas.  Es un deber religioso (respetar la dignidad de los hijos de Dios), moral (acatar   los derechos humanos fundamentales) y constitucional (obedecer a la Carta Magna, CRBV 2, 5, 333, 350…) ¿Medios y modos? Los más eficaces y menos onerosos para la ciudadanía.      

 ¿Cuál debe ser el horizonte de acción en este tercer acto del drama? A continuación retomo un “decálogo” de  líneas y orientaciones fundamentales a este propósito, que obviamente han de concretarse en planes y programas concretos. El nuevo Régimen debe:

1.       Priorizar la urgente atención humanitaria y garantizar la alimentación, la salud  y la seguridad básicas de la población (CRBV 43-55.83.86).

  1. Restablecer el estado de derecho y para ello una verdadera independencia de poderes (CRBV 136).
  2. Establecer políticas económicas que promuevan  la producción y el libre emprendimiento  con amplia participación, responsabilidad social y  solidaridad; y en esta misma línea, favorecer la libre asociación de los trabajadores (CRBV 112).
  3. Actuar una política petrolera-minera  eficiente, orientada  a la superación del modelo rentista y  a la diversificación de la economía, cuidando con esmero del ambiente (CRBV 127).
  4. Garantizar el pleno ejercicio del pluralismo democrático (CRBV 2.6).
  5. Promover una educación de calidad humana y científico-técnica, ajustándose a las necesidades del país y al pluralismo cultural, contando con los diversos actores educativos y atendiendo debidamente a los docentes (CRBV 102-104).
  6. Garantizar la libertad de información y comunicación en perspectiva de responsabilidad social , así como convertir los medios  del Estado en genuino servicio público, con administración especial y apertura pluralista (CRBV 6.57-58).
  7. Actuar la descentralización, regionalización y municipalización del poder público, propiciando la mayor participación ciudadana y la subsidiaridad (CRBV 4.6).
  8. Restablecer la Fuerza Armada como institución sin militancia política  al servicio de la nación según lo establecido por  la Constitución (CRBV 328.330).
  9. Promover la elevación moral y espiritual de los venezolanos  retomando la educación moral y cívica, así como abriendo de nuevo espacio a la  educación religiosa escolar  (CRBV 59).
Al tocar lo correspondiente al Gobierno  y a los derechos de la gente  hay que insistir simultáneamente en los deberes ciudadanos. Exigir exigiéndose, pues no carece totalmente de fundamento la afirmación de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.  El Régimen deseable y obligante ha de ser obra de todos. Y con urgencia.





jueves, 21 de junio de 2018

MAL Y MALIGNIDAD



Hay una marcada diferencia entre hacer el mal y actuar malignamente. O lo que es lo mismo: entre maldad y malignidad.

Algunos ejemplos puede ser ilustrativos: un empleado comete ocasionalmente una estafa. Es una acción mala. El  asaltante de una casa tortura a  miembros de la familia para saber dónde ésta guarda el dinero. Es una malignidad. Un gobierno manda a la policía a disolver una manifestación pacífica a planazos y con gases lacrimógenos. Hace mal. El mismo  gobierno encarcela sistemáticamente a  opositores, los veja  y maltrata para amedrentar toda disidencia. Es malignidad. Un régimen descuida el sistema de salud causando de tal modo gravedades y muertes, así como por erradas políticas económicas dificulta la producción de alimentos generando  escasez y carestía de los mismos. Hace mal. El mismo régimen para atornillarse en el poder impide la ayuda humanitaria, y para mantener sumisa a la población partidiza la distribución de alimentos. Procede malignamente.

Una cosa es hacer el mal y otra muy distinta regodearse en hacerlo (perversidad).
 Para hacer el mal basta abrir la puerta a la pasión o la irracionalidad, a una espontaneidad irresponsable. La malignidad implica planificación y poner en funcionamiento integrado inteligencia, habilidades y medios aptos; se tiene entonces una opacidad de la conciencia, que obstaculiza el reconocimiento de lo malo y, consiguientemente, una conversión. Algo parecido a lo que Jesús advierte  acerca de los pecados contra el Espíritu Santo (Mateo 12, 31).

En su exhortación de enero pasado, el Episcopado venezolano afirmó lo siguiente: “Las políticas del gobierno han llevado a los ciudadanos a una gran dependencia de los organismos del Estado (…) Las medidas que el gobierno implementa para dar  alimento al pueblo son insuficientes y tienden a crear mendicidad y mayor dependencia. Por otra parte, las políticas sociales y económicas están infectadas del morbo de la corrupción (…)  han dado como resultado aumento de la pobreza, desempleo, carencia de bienes básicos, descontento y desesperanza general”.

El país, enfermo, se está muriendo no simplemente porque lo traten mal, sino porque lo   maltratan con malignidad. Ello  obliga moralmente y con urgencia a un cambio de tratante y de tratamiento.
El régimen actual está procediendo malignamente de manera sistemática; en efecto:
-niega a los venezolanos recibir ayuda humanitaria que  muchos países  están ofreciendo e impide a Caritas Venezolana distribuir gratuitamente medicinas donadas por múltiples  organizaciones internacionales;
-conduce la población a la miseria con su política de estatización en el marco de un proyecto totalitario; causa también  la muerte de numerosos compatriotas por la culpable  escasez-carestía de  medicamentos y el abandono de  servicios de salud,
-genera el despoblamiento del país con los millones de venezolanos obligados a emigrar por el empobrecimiento masivo generado por el gobierno y sus prácticas opresivas;
-impide el libre ejercicio de los partidos políticos de oposición y encarcela injustamente a quienes disienten de la línea oficial dictatorial; igualmente mantiene un sistema carcelario con normas injustas, hacinamiento inhumano y aplicación regular de torturas:
-somete al Poder Judicial, a los órganos del Poder Ciudadano  y al Consejo Nacional Electoral  al diktat de las determinaciones del Ejecutivo.     
-viola mediante la hegemonía ideológico-política de los medios del Estado y el control indebido de los no oficiales el derecho fundamental  ciudadano a  la  libre comunicación;
-provoca un ambiente de inseguridad y violencia nacional por el mantenimiento de grupos armados oficialistas y la actuación arbitraria de los cuerpos de seguridad.
El inventario podría, desgraciadamente, continuar. No debe, sin embargo desalentar. Los venezolanos superaremos esta gravísima crisis, con la unión activa de la sociedad civil y las agrupaciones político-partidistas; el estimulante recuerdo de experiencias democráticas; la convicción de que el futuro pertenece a la justicia y la libertad. Y, sobre todo, con  la fe en Dios Padre Todopoderoso.


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sábado, 9 de junio de 2018

PARA SALIR DEL DESASTRE




Que estamos en un desastre, es tan  evidente como sufrido; por ello no requiere mucha argumentación probatoria. Baste pensar en el empobrecimiento de la gran mayoría de los venezolanos y el cierre de la tenaza totalitaria tan  acelerados.

¿Por qué ha llegado  Venezuela a este desastre? Es pregunta frecuente en el extranjero ante el colapso de un país que ha contado con  ingentes recursos en múltiples  campos y no ha experimentado en este siglo guerras civiles o con otros,  como tampoco epidemias graves  o  catástrofes naturales de alcance nacional.

Individuar fallas es fácil, identificar  causas no tanto, pero es tarea indispensable para la búsqueda de soluciones. Ahora bien,  con respecto a la gravísima crisis  nacional la Conferencia Episcopal Venezolana ha sido clara  y repetitiva en precisar como causa generadora principal: el propósito del actual Régimen de imponer al país un sistema socialista-hacia-el-comunismo, no sólo moralmente ilegítimo e inconstitucional, sino también históricamente fracasado. La superación del desastre nacional pasa entonces, ineludiblemente, por   la substitución de dicho Régimen para el establecimiento de otro, de signo humanista, democrático, pacífico, solidario y productivo. Nuestra Constitución, particularmente en su Preámbulo y Principios, señala el camino hacia una República que sea “casa común” acogedora y grata para los venezolanos

Ahora bien, edificar de esa “casa común” exige un serio trabajo en los varios campos de la convivencia social: económico, político y ético-espiritual. Para lograr así: una economía productiva y solidaria; una política orientada hacia la libertad responsable y el pluralismo participativo; una ciudadanía de calidad moral y espiritual. Y, por supuesto, un relacionamiento ecológico que garantice sustentabilidad.  

¿Por qué Venezuela ha llegado al presente desastre? Los creyentes utilizamos la categoría “pecado”, de orden típicamente moral-religiosa, la cual, por tanto, no aparece en las ciencias físicas y semejantes, como tampoco en las sociales. El pecado es abuso egoísta de la libertad, que descalabra a la persona, rompe la sana convivencia y enemista  con Dios. Ya desde el Génesis la Biblia habla del pecado y sus consecuencias individuales y comunitarias. Es la raíz de los males humanos. Pensemos, para no ir más lejos, en los efectos sociales de los llamados “pecados capitales”: de la avaricia e insolidaridad en la economía, de la soberbia y envidia en la política, de la deshonestidad y superficialidad en la  cultura.

Cuando Bolívar subrayó moral y  luces como primeras necesidades,  no andaba descarriado. Apuntaba al más específico y positivo horizonte del ser humano: una inteligencia nutrida y desarrollada junto a una voluntad libre dirigida hacia el bien. Sin gente responsable, honrada, justa, solidaria, de rectitud ética y altura espiritual no se puede pensar en una genuina “nueva sociedad”. Por cierto sobre “hombre nuevo” leemos en  la Carta de san Pablo a los Efesios (4,24-32) algunas características y exigencias  válidas no sólo para los cristianos.

El país urge ciertamente un cambio rápido de Régimen, para poder superar la gravísima crisis. Pero no bastan los cambios estructurales. La economía, la política y la cultura, no se hacen solas, con instrumental puramente  científico o técnico. Son obra del ser humano, que les da su sentido y finalidad, ya encaminándolas hacia el bien, ya, desgraciadamente, hacia  el mal. Al desastre, sembrado desde antes del ´99, no se ha llegado simplemente por conocimientos deficientes o procedimientos técnicamente inapropiados, sino, principalmente, por corruptelas y vicios que han deteriorado el espíritu de personas y grupos sociales.
Ya en la tragedia griega se expresó algo como: ¿Qué son las torres y los navíos si no hay hombres en ellos? Para salir del desastre se impone un cambio estructural (sistemas y procedimientos), pero acompañado de una “conversión” ético-espiritual de los venezolanos, especialmente de quienes tienen funciones de conducción.


jueves, 24 de mayo de 2018

¿QUÉ ORDENAS, PUEBLO SOBERANO?


Acusación grave de los Obispos en documento de su Asamblea de enero pasado: “el Gobierno usurpó al pueblo su poder originario”. Esto nos recuerda el artículo 5 de la Constitución: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo (…) Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”. Es un primer principio político de las sociedades democráticas y pilar fundamental del estado de derecho.

El soberano (ciudadanía, comunidad política en su sentido más englobante)  tiene en un país  el poder originario supremo, constituyente y supra constitucional, generador, que permanece  tal  a través y en medio de las delegaciones y  formas  de ejercicio que quiera establecer. El soberano es, por tanto, la referencia última e  inapelable en la estructuración y  manejo de la polis.

Expuse lo anterior en este mismo diario el pasado 18 de marzo. La denuncia de los Obispos  se refería en ese momento a la “la suspensión del referéndum revocatorio y la creación de la Asamblea Nacional Constituyente” y agregaban: “Los resultados los está padeciendo el mismo pueblo que ve empeorar día tras día su situación. No habrá solución de los problemas del país hasta tanto el pueblo no recupere totalmente el ejercicio de su poder”. Y señalaban como ejemplo de solución la consulta prevista en el Artículo 71 de nuestra Constitución.

La referida denuncia debe aplicarse ahora a las  votaciones (no elecciones) presidenciales del 20 Mayo (a las cuales se han añadido otras para pasarlas por debajo de la mesa) fraudulentamente adelantadas y realizadas. Esto agrava la crisis nacional y evidencia el propósito del Régimen, que no es salir  del  desastre del país, sino  radicalizar  el poder  de la actual Dictadura Militar Comunista.  La instrumentación de esa burla al soberano estuvo a cargo del Consejo Nacional Electoral del PSUV, con la activa participación del Alto Mando de la Fuerza Armada,  convertida en  el sostén clave, por no decir único, del Régimen.

Interés de éste no era que hubiese elecciones, sino asegurarse una cantidad de  votos para enmascarar lo ilegítimo y dar forma jurídica a lo anticonstitucional. Cabe repetir: no es lo mismo votar que elegir. Votar es, en sí, un acto simplemente producido por un ser humano (actus hominis), como son las piruetas de un sonámbulo, las agresiones de un demente, la confesión bajo tortura o el voto forzado  por  amenaza. Elegir es algo distinto: una opción hecha en  libertad, don primerísimo otorgado por Dios al ser humano  y, por consiguiente, un acto personal (actus humanus). El obrar con libertad responsable es un derecho inseparable de la dignidad de la persona humana, creada por Dios a su imagen y semejanza; de allí lo bueno del sistema democrático, que “asegura la participación de los ciudadanos en la opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a  sus propios gobernantes, o bien de sustituirlos oportunamente de manera pacífica” (Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus, 46 ).
El pueblo de Venezuela, con su notable abstención y los votos en contra de la reelección, no se reconoce en la votación del 20 Mayo. Urge, por tanto, que el  soberano recobre el ejercicio de su poder y ordene  según el  Artículo 71 de la CRBV qué  hacer en concreto  para que no se siga destruyendo al país, sino que se lo enrumbe hacia una convivencia democrática, pluralista, solidaria  y productiva. Me adhiero a la propuesta de que se organice en tal sentido una inmediata y genuina consulta (referendo) al soberano, asegurando su autenticidad y el respeto a sus resultados. Corresponde a organizaciones de la sociedad civil y  partidos políticos precisar el modus operandi, que ha de incluir un efectivo respaldo de los organismos internacionales como la OEA y la ONU. Preguntas ineludibles al soberano en esa consulta: 1) ¿Acepta la imposición del socialismo comunista? 2) ¿Ordena la inmediata implementación de una ayuda humanitaria?      

Urge, por tanto, la unión de la sociedad civil y los partidos políticos hacia un gran movimiento para la liberación, la paz y el progreso de nuestra Venezuela.
¿Qué ordenas, pueblo soberano, para salir de la actual debacle nacional?

jueves, 10 de mayo de 2018

AMAESTRAMIENTO DEL VENEZOLANO




No hay nada más peligroso que enseñar a la gente a pensar con la propia cabeza. Es algo que me gusta repetir sobre todo en tiempos como el presente venezolano, en que se  está imponiendo un régimen de sumisión.

Amaestramiento es un término que tiene como sinónimo amansamiento. Es lo que se hace con caballos indómitos para convertirlos  en animales domésticos. En estos menesteres se procede eficazmente a través de reflejos condicionados, es decir con respuestas provocadas por procesos de condicionamiento. Iván Petrovich Pavlov es bastante conocido por sus investigaciones en este campo. El amaestramiento produce resultados admirables en animales, lo cual se puede comprobar fácilmente en los circos.

Hay regímenes que para alcanzar sus fines de dominación se convierten en expertos domesticadores. Con el uso de la razón y una voluntad perversamente orientada logran amansar individuos y pueblos, convirtiéndolos en siervos sumisos. Para ello aprovechan los progresos de la ciencia y la tecnología.
En las antípodas del amaestramiento se ubica la educación (que no es mera información), la cual busca perfeccionar el conocimiento, pero, sobre todo, la elevación ética y espiritual de las personas. La educación es herramienta privilegiada de desarrollo cultural, de humanización. Educación viene del latín educo,  que significa, ya hacer crecer, alimentar, ya también  sacar, hacer salir. En este  último sentido se ubicaría la denominada mayéutica socrática, la cual busca ayudar a que el espíritu del otro dé a luz la solución a la cuestión propuesta. El educador actuaría como un partero; o como el escultor, que no introduce la forma en el mármol, sino que actúa para que del mármol emerjan figuras, como  Los  Prisioneros de Miguel Ángel. La educación no impone; ayuda  a que el otro, ser inteligente, libre y social, crezca integralmente. La educación convoca a la inteligencia y  la voluntad, asumiendo también el sentido, para el desarrollo de la persona desde ella misma.
Instrumento privilegiado de los sistemas totalitarios para el amaestramiento de las personas y las comunidades es la hegemonía comunicacional. Con ésta se busca uniformar el pensamiento de los ciudadanos, lograr un pensamiento único  que refleje el diktat del Jefe (Fuhrer, Duce, Líder, Presidente…). A través del control directo, de la autocensura y otros procedimientos se informa y forma con miras a que la gente se amolde a la ideología y praxis del régimen. La hegemonía comunicacional (a través del control, entre otros, de los “medios de comunicación” e institutos educativos) va acompañada del monopolio económico, de la acción policíaca de cárcel y tortura, así como de una política de amedrentamiento (temor y terror).

El proyecto oficial del Socialismo del Siglo XXI va en esta dirección de amaestramiento del pueblo venezolano. Se pretende modelar a éste según los postulados del socialismo comunista. De allí, entre otros, el cerco a las universidades autónomas y las innumerables e interminables cadenas presidenciales. Se intenta que el “síndrome de Estocolmo” contagie a toda la ciudadanía para tener un rebaño bien domesticado.

Felizmente –y es motivo de esperanza- el ser humano ha sido creado por Dios como sujeto consciente, libre y dialogal. Esto hace que ninguna fuerza humana pueda extinguir definitivamente el libre albedrío y el pluralismo en la convivencia. Un régimen dictatorial o totalitario puede imponerse un tiempo y otro tiempo más, pero la historia es, por fortuna, inclemente, pues los muros tarde o temprano se desploman. La URSS copó casi un siglo pero no existe más; y el  castro comunismo tiene su duración contada y la tapa de la olla de presión terminará por levantarse.
No hay que ilusionarse, sin embargo, con la idea de que el cambio de régimen asegurará automáticamente una genuina educación. Ésta constituye un desafío permanente, también en las democracias, hacia una cultura de vida, solidaridad, paz y crecimiento ético y espiritual.