La Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana (2015)
acaba de hacer esta grave afirmación en
Comunicado del pasado 18 de diciembre. A pocos días del 6D denuncia,
pues, el divorcio entre el sentir del pueblo y la disposición de un régimen,
que se había ufanado de representarlo.
La misma Conferencia se refirió a este divorcio a comienzos
de año cuando habló de la dramática situación del país: “El mayor problema y la
causa de esta crisis general, como hemos
señalado en otras ocasiones, es la decisión del Gobierno Nacional y de los
otros órganos del Poder Público de imponer un sistema político-económico de
corte socialista marxista o comunista”. Los Obispos añadieron allí mismo lo
siguiente: “Este sistema es totalitario y centralista, establece el control del
Estado sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y de las
instituciones públicas y privadas. Además, atenta contra la libertad y los
derechos de las personas y asociaciones y ha conducido a la opresión y a la
ruina a todos los países donde se ha aplicado”. (Exhortación Pastoral Renovación ética y espiritual frente a la
crisis, 6, del 12 de Enero 2015).
Para ese tipo de sistemas el pueblo es sabio cuando apoya, e imbécil cuando disiente. Tiene
Derechos Humanos cuando aplaude y cae en
la orfandad de ellos cuando interpela.
El pueblo no vale por sí mismo, sino por su alineamiento ideológico-partidista.
Tiene una dignidad prestada.
El pueblo venezolano lanzó El 6D un grito de inconformidad y
protesta al tiempo que de querer y
esperanza. No decidió en las urnas electorales sobre una controversia filosófica o literaria,
sino con respecto a una crisis de supervivencia propia frente a cosas bien
terrenales y concretas como escasez de medicinas y comida, carestía y colas,
inseguridad y opresión. Decidió igualmente frente a otras realidades que también sufre como el control
comunicacional, la instrumentalización educativa y la criminalización del “derecho
al pataleo”.
Implícitamente el pueblo ha rechazado la causa principal de
estos males como es el cacareado
Socialismo del Siglo XXI, en forma más contundente, por cierto, que en
2007, cuando se le propuso una reforma constitucional hacia un “Estado
socialista” (recordemos que lo negado
entonces, el Régimen lo ha venido metiendo de contrabando entre gallos y
medianoche).
¿Qué tiene que hacer
el Gobierno post 6D? Reconocer la nueva mayoría y buscar con ésta mediante acuerdos positivos y
efectivos la solución de los graves problemas que el pueblo está urgiendo. Así
de simple. Porque hambre, enfermedad y muerte no tienen carnet partidista. Y la
crisis se agrava sin pausa.
No es el momento para estar fraguando asambleas paralelas, pirateando
tribunales supremos de justicia, ideando argucias para decapitar diputados
electos mediante el “sistema electoral mejor del mundo” y saboteando el
desempeño de un poder del Estado recién electo por un tsunami popular. Ha de
señalar el rumbo la observancia de la Constitución, cuya defensa compete
también y de modo especial a la Fuerza Armada.
El Gobierno está expropiando esta Navidad 2015 como ambiente
de encuentro, serenidad, amistad, fiesta, tradición y fe. La está invadiendo
con sobresalto, proclamas incendiarias, escenarios apocalípticos y leguleyismos violatorios de la
Constitución.
¡Alto al fuego! Es el clamor de la gente cansada de odio,
confrontación, lenguaje bélico, puño alzado, amenaza de colectivos y milicias.
Y deseosa de entrar en un año que sea realmente nuevo: de recuperación
económica, pluralismo político y renovación ético-cultural.
Si el Régimen no está para el diálogo, al menos converse con
“el otro” para construir acuerdos de emergencia. En las guerras los
contrincantes silencian los cañones para, al menos, poder recoger heridos y
contar muertos. ¡Alto al fuego!
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