lunes, 25 de junio de 2012

28.6.’12 ENCUENTRO INTERRELIGIO POR LA PAZ Ovidio Pérez Morales Ha sido mi primera participación en un Retiro (encuentro de oración y reflexión) interconfesional. La experiencia ha sido sumamente grata y enriquecedora. Del 13 al 15 del presente mes tuvo lugar en Los Teques el “Encuentro de Espiritualidades por la Sanación y Paz de Venezuela”. Nos congregamos personas de diferentes confesiones cristianas y no cristianas, así como de espiritualidades hinduistas, indígenas y otras. Una congregación que, subrayando lo que une y no lo que diferencia, siguió el sendero trazado por los encuentros internacionales de Asís, promovidos por los dos últimos romanos pontífices y orientados a promoción de la paz. El Retiro conjugó tiempos de oración, celebraciones características de los distintos grupos, reflexiones sobre diversos aspectos de la paz como obligante quehacer humano y religioso. En perspectiva de reconocimiento y alabanza del Ser Supremo y de aprecio del “otro” (proximus), como obra y reflejo suyos. Todo ello en un ambiente de compartir amistoso y estimulante. Se evocó a Jesucristo y junto a él, a personas como Mahatma Gandhi, Buda, Mahoma, Arnulfo Romero, M.L. King. La oración del Poverello de Asís, frases evangélicas y expresiones de grandes agentes de paz, inspiraron los pasos de la reflexión. Una expresión de Gandhi me recordó fuertemente la línea del Sermón de la Montaña: “La no violencia no consiste en amar a los que nos aman. La no-violencia comienza a partir del instante en que amamos a los que nos odian”. También ésta otra de un Jefe Indio Seattle: “Nuestro Dios es el mismo de ustedes. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el indio blanco”. Hondas y animadoras fueron las palabras del Nuncio Apostólico en este Retiro, que ha constituido la primera fase de la Iniciativa de espiritualidades por la Sanación y la Paz de Venezuela (VENSANAPAZ 2012). Bella empresa humanizante promovida y coordinada por Frank Bracho y el jesuita Raúl Herrera. Dijo Mons. Pietro Parolin: 1) Venezuela está necesitada, en forma apremiante, de una gran sanación y de paz, frente a la situación de desazón y tensión que se vive en estos tiempos; 2) en el fondo, muchos problemas que agobian al país, como la conflictividad, la violencia y sus diversas expresiones, tienen su origen en una enorme crisis de valores, en una crisis ética y moral; 3) en el actual contexto socio-político venezolano existe una gran necesidad y se tiene sed de paz y reconciliación; 4) las iglesias, las comunidades eclesiales, las religiones, las tradiciones religiosas, las espiritualidades y todas las personas que buscan la verdad, pueden dar un significativo y eficaz aporte en este sentido. El Nuncio enfatizó: “Las tinieblas no se disipan imprecando contra la oscuridad, ni mucho menos empuñando las armas: ¡Las tinieblas se alejan al encender faros de luz!”. Ciertamente las religiones están y deben estar al servicio de la paz; ellas poseen medios suficientes para superar divisiones y tejer tolerancia, respeto, amistad reciproca, reconocimiento mutuo. Concordia nacional e internacional. El compromiso es-ha de ser de todos, pero especialmente de los líderes. El Retiro de Los Teques ha mostrado lo mucho y maravilloso que se puede lograr, con mente lúcida y corazón abierto, al servicio de la fraternidad y la paz. Los creyentes hemos de responder al imperativo, que, en esa dirección, nos interpela de modo muy particular, entendiendo que el encuentro plural no significa caer en protocolares concesiones ni sincretismos. Se trata de edificar sobre la verdad y hacia la búsqueda auténtica del bien, en compartir fraterno. Para los cristianos lo Trascendente es Dios-Trinidad, Amor; para los creyentes monoteístas Dios es el Único, Omnipotente Creador y Remunerador; para otros es Realidad y Poder sobrehumanos, Energía suprema. Para todos constituye fuente, fuerza y exigencia de actitudes y comportamientos de rectitud y bondad. Fundamento y estímulo de encuentro para el logro y el robustecimiento de la paz y la fraternidad. En el hoy de una Venezuela agobiada por la violencia, herida por enfrentamientos destructivos y autodestructivos, con graves interrogantes sobre el tiempo próximo, encuentros como el habido en Los Teques y el cual será seguido por otras iniciativas de paz, emergen como luz, guía y animación para la edificación de una convivencia nacional pacífica, fraterna. Y, con ello, feliz.

lunes, 11 de junio de 2012

31.5.2012 COMUNIÓN Y SOLIDARIDAD Ovidio Pérez Morales Mensaje cristiano y doctrina cristiana pueden considerarse como sinónimos en su intento de compendiar el conjunto teórico-práctico de proposiciones y normas, que el creyente en Jesucristo está llamado a creer y aplicar. El cristiano, en efecto, es una persona que tiene una interpretación de Dios, del ser humano y del mundo, cuya clave última asume como divinamente revelada; esa interpretación, sin embargo, no la afirma como pura concepción o visión de la realidad, (en alemán podría decirse Weltanschauung), sino que genera o implica un nuevo modo de relacionarse, de vivir o existir. Más aún, entiende que el juicio último sobre su persona y sobre la humanidad no pasará principalmente por lo cerebral o lo técnico, sino por lo cordial (del latín cor-cordis, corazón) y lo vivido. Ahora bien toda esa pluralidad de proposiciones de fe o conexas con la fe, de una parte, y, de la otra, la multiplicidad de preceptos orientadores de su vida moral y religiosa, no se quedan en eso, en mera pluralidad o multiplicidad, como lo manifiesta la generalidad de libros que exponen la doctrina y la moral cristianas. Veamos por qué. Algo sumamente iluminador y útil, logrado y ofrecido por la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (reunida en Puebla, México, en 1979), fue la formulación de una línea teológico-pastoral –así la denominó-, como hilo conductor de sus reflexiones y propuestas doctrinales, morales y pastorales. El Documento final de dicha Conferencia conformó, en consecuencia, un conjunto orgánico, estrechamente interrelacionado. La noción que escogió como línea fue: comunión. A ésta la hizo acompañar de la categoría de participación, para expresar un fruto y, al mismo tiempo, un requisito de la comunión. De tal modo, quedó como línea teológico-pastoral de Puebla: comunión y participación. El Concilio Plenario de Venezuela, que congregó a los obispos y a representantes de los otros sectores de nuestra Iglesia (sus sesiones duraron de 2000 a 2006), siguió, felizmente el ejemplo de la III Conferencia. Determinó una línea teológico-pastoral para sus trabajos, asumiendo la misma de Puebla: comunión. Como categoría acompañante, en vez de “participación” eligió “solidaridad”, categoría muy sentida en los tiempos de nuestro Concilio. Conviene señalar, con todo, que “solidaridad” y “participación”, antes que excluirse, se complementan, como aparece bien claro en los documentos conciliares. Algo importante, sin embrago, agregó el Concilio Plenario: la definición expresa, con rigor metodológico, de lo que es la “línea teológico-pastoral”. Por ésta se entiende no un simple tema principal o dominante, una pura línea transversal o cuestión recurrente. Se trata, en efecto, de un núcleo articulador, un marco englobante, una perspectiva fundamental, un común denominador; es “la noción o categoría, interpretativa y valorativa, que constituye el principio o eje unificador de lo que teológicamente se afirma y pastoralmente se propone”, como oportunamente la concretó el Episcopado venezolano en su Carta Pastoral Con Cristo hacia la comunión y la solidaridad (enero 2000). Dicha noción, consiguientemente, es la respuesta a preguntas que van desde qué es Dios hasta cuál es el sentido último de la Iglesia y de la historia según el plan divino. Algo fundamental: esa línea no se presenta como válida sólo para lo teórico y práctico de una conferencia o un concilio. Tiene, con títulos legítimos, pretensión de validez universal. Personalmente estimo que su formulación ha de considerarse un gran logro para la Teología y la Pastoral de toda la Iglesia. Y sale al paso de la notable carencia de algo que armonice, centre y organice la yuxtaposición, el agregado o la multiplicidad de elementos doctrinales y ético-pastorales, en que se quedan ordinariamente los catecismos y aún los textos de enseñanza religiosa superior, para no hablar de otras instancias. Dicha línea ayudará también a dar rumbo claro y de conjunto a la “nueva evangelización”, que la Iglesia se propone como imperiosa tarea en nuestro tiempo. La razón y el sentido últimos de la línea teológico-pastoral de comunión residen en que el Dios único y verdadero, que se nos ha revelado y comunicado en Jesucristo, no es un sujeto aislado, encerrado en absoluta y eterna soledad, sino Trinidad, comunión de personas, vivo compartir relacional. O como bellamente lo define la primera Carta de Juan: “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8). Y si Dios –Unitrino- es así, el sentido de su actuar, creativo y salvador, consiste en generar y difundir comunión.
14.6.12 REUNION EPISCOPADO-GOBIERNO Ovidio Pérez Morales La reciente reunión entre los directivos de la Conferencia Episcopal Venezolana y una representación gubernamental del más alto nivel, suscitó no pocos comentarios y unos cuantos rumores. Resultó también extraña, dada la ruptura de puentes producida por el sector oficial hace casi diez años. En la agenda normal de las asambleas ordinarias del Episcopado se contempla, desde décadas, un tiempo para la visita de un alto funcionario del Gobierno (antes era el Ministro de Justicia y Cultos), con el fin de intercambiar sobre asuntos de interés común. A partir de 1999 ese espacio comenzó a estar vacío, hasta que la intercomunicación se rompió por completo. A esto se añade que peticiones también escritas para una audiencia presidencial no recibieron respuesta. Con la reunión de Mayo se ha restablecido una comunicación, que esperamos, continúe. El país no gana nada con ruptura de puentes. Los miembros de la Iglesia son simultáneamente ciudadanos del Estado venezolano y postulan que sus representantes se entiendan, al menos, en cuestiones fundamentales-límite. Para no decir que desean una regular colaboración mutua en cuestiones beneficiosas para todos. Algún periodista ha dicho que dicha reunión habría constituido un apaciguamiento de la Iglesia, impuesto por Roma y debido a motivos financieros. Esta afirmación, aparte de ser totalmente falsa, revela un tratamiento light y completamente desinformado de la cuestión. Estimo que la Iglesia, y concretamente, los obispos, necesitan críticas serias, con fundamento, las cuales pueden también conducir, en casos, a cambios que mejoren actitudes o comportamientos de los pastores. En efecto, la Iglesia, que peregrina en y con la historia, no puede considerarse ni autosuficiente ni como comunidad perfecta. Pero no ayudan a su mejoramiento y conversión infundios como los mencionados. De paso no estaría de más agregar, a propósito de este tipo de reuniones, que, a menos darse una grave justificada razón en contrario, conviene o se necesita una información autorizada , veraz y oportuna, a la opinión pública, sobre las mismas, pues no hay nada más contraproducente que el “secretismo” en tales casos. Intercambiar, dialogar, no significa ni “apaciguar”, ni “apaciguarse”; tampoco, renunciar a las propias identidades y convicciones. Implica sí entrar en comunicación para iniciar o mejorar el mutuo conocimiento, entenderse en puntos que puedan disminuir tensiones y lograr acuerdos: progresar en verdad y bondad. El bien común ha de ser horizonte hacia el cual se encaminen los encuentros. El diálogo supone pluralidad y polifonía. Cerrarse a la comunicación sería renunciar a la condición más propia de un ser, como el humano, que se define como ser para la comunicación y la comunión. Al fin y al cabo –creemos los cristianos- Dios, primer principio y fin supremo de todo, es Amor (ver 1Jn4, 8), comunicación, comunión. Para la Iglesia el diálogo es, desde tiempos del Vaticano II, algo no sólo bueno sino obligante e irreversible. Lo explicitó Juan Pablo II a propósito del Ecumenismo y en máxima apertura interreligiosa e interhumana. Con respecto a un encuentro Episcopado-Gobierno en Venezuela, realista, fundado en la verdad y tendiente al logro de acuerdos beneficiosos para el país, no sobra recordar la línea del proyecto político-ideológico oficial, a saber, socialista de corte marxista, como se autoidentifica el “Socialismo Siglo XXI”. Con ocasión de la propuesta de reforma constitucional sometida a referéndum en 2007 sobre la implantación de un “Estado Socialista” en Venezuela, el Episcopado tomó una posición firme y clara. La expresó en la exhortación Llamados a vivir en libertad. Allí, como conclusión, leemos lo siguiente: -la proposición de un “Estado Socialista” es contraria a principios fundamentales de la actual Constitución, y a una recta concepción de la persona y del Estado. -la propuesta de Reforma excluye a sectores políticos y sociales del país, que no estén de acuerdo con el Estado Socialista, restringe las libertades y representa un retroceso en la progresividad de los derechos humanos. -por cuanto el proyecto de Reforma vulnera los derechos fundamentales del sistema democrático y de la persona poniendo en peligro la libertad y la convivencia social, la consideramos moralmente inaceptable a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Esa fue y es la posición de la Conferencia Episcopal Venezolana. El verbo lo uso aquí también en indicativo, por cuanto lo que se propuso entonces y fue rechazado, se ha venido de facto implementando; más aún, para la próxima jornada electoral del 7 de Octubre se plantea como propósito, de parte oficial, la profundización de su socialismo. Recuerdo esta posición del Episcopado para subrayar, precisamente por las hondas diferencias existentes y ante eventuales situaciones críticas que se puedan presentar en relación al 7-0, la conveniencia y necesidad de reuniones como la que es materia de estas líneas. Y también para salir al paso de consejas periodísticas sobre crematísticos apaciguamientos. Estoy seguro de que la gran mayoría de los venezolanos espera la continuación de la reunión de Mayo en otras y con otros (sectores políticos y sociales en general). Resulta plausible, en este sentido, que al día siguiente de reunirse con el gobierno, el Episcopado hizo lo mismo con el candidato presidencial de la oposición.

domingo, 20 de mayo de 2012

24.5.2012 NUESTRA FE: CONJUNTO ARMÓNICO Ovidio Pérez Morales ¿Es la doctrina cristiana un conjunto de afirmaciones sueltas, sin mayor interconexión? ¿Es la práctica pastoral de la Iglesia una simple suma de normas y orientaciones, que van cambiando con alguna regularidad, sin un eje articulador que muestre su interrelación y unidad? ¿Es la moral cristiana un inventario de mandamientos yuxtapuestos, válidos en sí, pero sin organicidad? ¿Son lo teórico y lo práctico, por separado, agregados desarticulados, que no logran formar subconjuntos efectivos, ni, mucho menos, un verdadero conjunto global? Cuando recitamos el Credo exponemos una serie de proposiciones fundamentales de fe. Cuando aprendemos o enseñamos el Catecismo hacemos el recorrido por muchas afirmaciones doctrinales. Cosa semejante se diga cuando explicitamos el Decálogo y explicamos las orientaciones morales básicas. La acción pastoral de la Iglesia, por otra parte, implica múltiples determinaciones para concretar su misión evangelizadora. Al hablar de la Espiritualidad tenemos que referir principios, criterios, experiencias. ¿Se queda todo lo anterior en simple suma de elementos, sin estrecha integración? La impresión que se saca de la lectura de textos religiosos cristianos y aún de catecismos en boga, es que en todo ello se está frente a un cúmulo de dogmas, enseñanzas, preceptos, líneas de acción, pero no a un conjunto armónico. De allí la variedad y no pocas veces la proliferación inconexa de respuestas, cuando se pide ofrecer una síntesis del pensamiento y de la praxis cristianas. En una obra no hace mucho publicada por mí, he buscado concretar y desarrollar una formulación orgánica, que muestre la unidad de lo que como cristianos creemos y hemos de realizar. El título del libro es Nuestra fe: conjunto armónico (Ediciones Trípode, Caracas 2010). El Concilio Plenario de Venezuela, siguiendo el ejemplo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Puebla 1979), ofreció la clave de solución al problema planteado, al declarar una línea teológico-pastoral y, concretamente, la de comunión (ésta significa íntima unidad, interrelación). Espero volver en próximo o próximos artículos sobre este punto, que estimo capital para la compresión del ser-quehacer cristiano. Por el momento, sin embargo, baste decir que la noción de comunión constituye una respuesta adecuada a preguntas como las siguientes: ¿Qué son Dios, Cristo, la Iglesia? ¿En qué consisten el Reino de Dios, la santidad, el cielo? ¿Cuál es la tarea de la Iglesia en el mundo y hacia donde ha de tender la vida moral del cristiano? ¿Qué han de ser, fundamentalmente, la familia y la convivencia humana en perspectiva evangélica? ¿Qué es lo que se opone al plan de Dios? He venido trabajando bastante sobre el tema en estos últimos tiempos. Esta cuestión es de primerísima importancia, no sólo para darse uno mismo razón y sentido de la fe y contribuir a que otros hagan lo mismo, sino como principio y criterio orientadores de la Iglesia, sobre todo en momentos en que ésta se propone una nueva evangelización. La noción de comunión como línea teológico-pastoral, que armoniza el conjunto teórico-práctico cristiano, parte de la concepción misma de Dios, según la Revelación. Dios es comunión, Trinidad, relación-unidad interpersonal, Amor. Y a toda su obra de creación y salvación le ha puesto ese sello relacional unificante. Lo que creemos y lo que estamos llamados a vivir no son un amasijo de doctrinas, normas y cosas por el estilo. Forman, felizmente, un conjunto armónico.

sábado, 19 de mayo de 2012

1.12.11
CRISTIANOS PARA ESTE MUNDO
Ovidio Pérez Morales
¿Damos la razón al marxismo, que interpreta la esperanza cristiana como desvinculada del ajetreo mundano y volcada simplemente a un mundo en el que no vivimos, devaluando el compromiso con este muy concreto, en el que desarrollamos nuestra existencia?
El pasado domingo 27 ha comenzado un nuevo año para la Iglesia. Con él se inició, en efecto, el tiempo de Adviento, preparatorio de la Navidad, que conmemora la encarnación (es decir la “historización” o “mundanización) del Hijo de Dios, al asumir éste nuestra condición humana en todo, menos en el pecado.
Pues bien, la oración de la Misa que abre el período del Adviento, viene a dar un principio de respuesta al interrogante formulado más arriba. ¿Qué dice dicha oración?: “Señor, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de las obras de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al Reino de los cielos”.
Aquí la oración se refiere a la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos (denominada Parusía), que la Iglesia une en su liturgia al nacimiento en Belén. La referencia al juicio, a las obras de misericordia y a la entrada en (la etapa definitiva de) el Reino, es una referencia muy directa al evangelio según san Mateo, en el cual, capítulo 25, vv. 31-46, se habla de ese término de la historia y del inicio de lo definitivo celestial.
El criterio de salvación-condenación que aparece en dicho juicio es el de haber o no practicado las obras de misericordia (“tuve hambre y….). En los catecismos se suele incluir el listado de estas obras de misericordia, corporales, a las cuales se añade otro con las “espirituales” (enseñar al que no sabe,…).
El texto de Mateo, que recomiendo releer, es de extraordinaria riqueza. Desarrollo sólo algún aspecto y es el del ineludible compromiso social del cristiano, si es coherente con la fe.
En primer lugar tú y yo podemos alargar el listado de las “obras de misericordia” que allí aparecen. Por ejemplo, con ésta: “me persiguieron y hasta me botaron del puesto por expresar legítimamente mi opinión y ni te inmutaste”….).
En segundo lugares es preciso considerar las obras de misericordia no sólo en la relación persona-persona (una ayuda individual), sino también en círculos más vastos, vecinales, de ciudad, de nación, y así podemos hablar de campañas de alfabetización, de voluntariado carcelario o de hospitales, de organizaciones de ayuda a damnificados y desplazados, como obras de misericordia.
La acción política ha de interpretarse en esta perspectiva: un cristiano que interviene en política para lograr una buena seguridad social, un adecuado plan de empleo y de vivienda, una convivencia plural respetuosa y pacífica, una sociedad en donde tengan plena vigencia los Derechos Humanos, ha entendido bien de lo que trata el evangelio de Mateo y quiere el Señor. Igual se diga de quienes articulan la sociedad civil para enfrentar necesidades, así como para consolidar y ampliar bien común.
Antes que lanzar fuera del mundo, evadiéndo la situación concreta, el Evangelio nos reclama insertarnos en el tejido social para hacer presente allí el mandamiento nuevo de Jesús.
En este sentido Juan Pablo II dijo una cosa muy buena en un documento de 1979 sobre la formación de la fe, y es que la enseñanza social de la Iglesia tiene que estar presente en la formación catequética común de los fieles (Catechesi tradendae, 29). Y, por lo tanto, desde la más elemental.
Cuando san Pablo habla de vida nueva (Rm 64), de vivir en Cristo (2 Co 5, 17) no se refiere a una vida más allá de este mundo, sino que se tiene y ha de manifestarse desde el aquí y ahora de nuestro existir mundano.
Mateo 25 y la oración inicial del Adviento van en una línea opuesta a la concepción de Marx. Jesús, antes que alienar, compromete. Y de veras.

2.2.12 CONDENADOS POR INACCIÓN Ovidio Pérez Morales Un texto evangélico sumamente instructivo acerca de la conducta humana es el relato del Juicio Final que trae Mateo 25, 31-46, el cual hemos de leer y releer. Entre los elementos importantes que pone de relieve dicha narración, es el hecho de que los condenados son declarados como tales, no por haber cometido activamente una falta determinada, sino por no haber hecho nada. Por haberse quedado con los brazos cruzados. “Habiendo padecido yo una necesidad ustedes permanecieron indiferentes, sin mover ni siquiera un dedo”. Esto parece que quiere decir el Señor, quien como Rey en su trono de gloria, emite el juicio condenatorio: “Apártense de mí, malditos… porque tuve hambre y no me dieron de comer…”. La argumentación del Rey va más allá: “cuanto dejaron ustedes de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo”. El Señor no aparece dando un juicio de condenación por algo que haya dañado al prójimo; por ejemplo el haber matado o robado o algo por el estilo. La sentencia condenatoria se aplica por acciones que se han dejado de hacer. Es lo que llamamos “pecados de omisión”. Pecados que solemos olvidar, particularmente cuando nos “confesamos”, es decir, cuando acudimos al sacramento de la reconciliación; entonces la atención se polariza en ubicar actuaciones en las cuales hemos hecho algo malo, mientras que el descompromiso, la indiferencia, la inacción, la insolidaridad no son tomadas en cuenta, no entran en el examen de conciencia. Y esto es precisamente sobre lo que el Señor llama la atención. La oración del Yo pecador que se reza al inicio de la Misa, puede ayudar mucho a revisarnos en esta materia, pues en aquella decimos ante Dios y ante los hermanos: “he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”. Alguien ha dicho que el mundo anda como anda, no por lo que hacen los malos, sino por lo que los buenos dejan de hacer. Quienes creemos o decimos creer en Cristo, tenemos que examinarnos muy seriamente al respecto. Leí una vez un afiche, que se me quedó grabado: “Al hay que tengo que sustituirlo por el tengo que, y entrar en acción para poder decir: estoy en”. Fácilmente componemos el mundo situándonos en la acera del frente, criticando, proponiendo, pero no implicándonos en la construcción de soluciones; cómodamente buscamos chivos expiatorios para justificar nuestra pasividad. Vemos los toros desde la barrera, y, todavía peor, criticamos al toro y al torero. Hablamos con soltura de la participación, pero evitamos comprometernos. Hay que…. Y nos quedamos en esta triste e inútil observación. Una frase que ha circulado bastante y ha hecho tanto bien es la siguiente: “Es mejor encender una vela que maldecir la obscuridad”. Es preciso actuar en lo poco o mucho que nos permitan nuestras capacidades y posibilidades, para cambiar situaciones que estimamos indebidas o intolerables. “El mundo no será el mismo desde el momento en que haya brotado una hoja en un árbol” lo oí también. Todas estas reflexiones surgen naturalmente al tomar contacto con textos como el de Mt 25, 31-46. Este relato bíblico es un llamado al compromiso, a poner de nuestra parte lo pequeño o grande que podamos aportar para que el mundo sea otro, mejor, deseable. Al decir “mundo”, el término abarca desde las situaciones más inmediatas, familiares, del círculo de amistades o del prójimo, del vecindario, hasta las más amplias de la ciudad, de la nación y del globo. Aquí entra, por tanto, la vida del hogar, las relaciones de trabajo o profesionales, la marcha de la política y tantas otras cosas. No debemos esperar que el mundo “se componga”. Porque no se compondrá si cada uno de nosotros no lo componemos. Mateo 25, 31-46 es una enseñanza que vale oro.
3.5.12 EXPROPIACIÓN DE PERSONAS Ovidio Pérez Morales Desde el punto de vista teórico-ideológico se trata de expropiación de medios de producción con miras a una colectivización posibilitante de una sociedad socialista camino al comunismo. Desde el punto de vista práctico-político resulta ser una expropiación de personas con miras a un dominio societario de tipo totalitario. Lo inmediato que se confisca es un bien material; lo mediato que se busca es la confiscación de la libertad de la persona en lo que dicha libertad tiene de perceptible-manifestable. No se pretende obviamente penetrar en su intimidad –inasible por principio- sino dominar su expresión. Esta es la triste experiencia que se tiene con el socialismo marxista histórico, es decir, con el socialismo real. Una utopía “mesiánica” que, por la fuerza de su fundamentación, su dinámica y su “escatología” materialistas, no puede menos que tratar de asfixiar la dimensión ético-espiritual de una sociedad que, porque humana, dice una inextinguible apertura trascendente. Una concepción filosófico-ideológica como la señala no puede menos que caer en contradicciones. Al fin y al cabo ha sido un idealismo (hegeliano) vuelto al revés (materialista), pero que no se libera completamente de aquél, al exigir de la materia (así se la conciba muy dialéctica) lo que ella no puede generar de sí: un hombre y una sociedad “nuevos” de una pureza ética que “sobrevuela” la base material (medios colectivos de producción), que, por principio, constituiría su razón suficiente. Es un salto que más que por un encadenamiento lógico brota de un acto de fe. Por algo se ha dicho que esta concepción que niega la consistencia de lo religioso, es una reintroducción de lo religioso por otros caminos y con otras expresiones y mediaciones. De hecho el socialismo real ha caído en cosas como el dogmatismo ideológico y el culto a la personalidad.