sábado, 19 de mayo de 2012

1.12.11
CRISTIANOS PARA ESTE MUNDO
Ovidio Pérez Morales
¿Damos la razón al marxismo, que interpreta la esperanza cristiana como desvinculada del ajetreo mundano y volcada simplemente a un mundo en el que no vivimos, devaluando el compromiso con este muy concreto, en el que desarrollamos nuestra existencia?
El pasado domingo 27 ha comenzado un nuevo año para la Iglesia. Con él se inició, en efecto, el tiempo de Adviento, preparatorio de la Navidad, que conmemora la encarnación (es decir la “historización” o “mundanización) del Hijo de Dios, al asumir éste nuestra condición humana en todo, menos en el pecado.
Pues bien, la oración de la Misa que abre el período del Adviento, viene a dar un principio de respuesta al interrogante formulado más arriba. ¿Qué dice dicha oración?: “Señor, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de las obras de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al Reino de los cielos”.
Aquí la oración se refiere a la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos (denominada Parusía), que la Iglesia une en su liturgia al nacimiento en Belén. La referencia al juicio, a las obras de misericordia y a la entrada en (la etapa definitiva de) el Reino, es una referencia muy directa al evangelio según san Mateo, en el cual, capítulo 25, vv. 31-46, se habla de ese término de la historia y del inicio de lo definitivo celestial.
El criterio de salvación-condenación que aparece en dicho juicio es el de haber o no practicado las obras de misericordia (“tuve hambre y….). En los catecismos se suele incluir el listado de estas obras de misericordia, corporales, a las cuales se añade otro con las “espirituales” (enseñar al que no sabe,…).
El texto de Mateo, que recomiendo releer, es de extraordinaria riqueza. Desarrollo sólo algún aspecto y es el del ineludible compromiso social del cristiano, si es coherente con la fe.
En primer lugar tú y yo podemos alargar el listado de las “obras de misericordia” que allí aparecen. Por ejemplo, con ésta: “me persiguieron y hasta me botaron del puesto por expresar legítimamente mi opinión y ni te inmutaste”….).
En segundo lugares es preciso considerar las obras de misericordia no sólo en la relación persona-persona (una ayuda individual), sino también en círculos más vastos, vecinales, de ciudad, de nación, y así podemos hablar de campañas de alfabetización, de voluntariado carcelario o de hospitales, de organizaciones de ayuda a damnificados y desplazados, como obras de misericordia.
La acción política ha de interpretarse en esta perspectiva: un cristiano que interviene en política para lograr una buena seguridad social, un adecuado plan de empleo y de vivienda, una convivencia plural respetuosa y pacífica, una sociedad en donde tengan plena vigencia los Derechos Humanos, ha entendido bien de lo que trata el evangelio de Mateo y quiere el Señor. Igual se diga de quienes articulan la sociedad civil para enfrentar necesidades, así como para consolidar y ampliar bien común.
Antes que lanzar fuera del mundo, evadiéndo la situación concreta, el Evangelio nos reclama insertarnos en el tejido social para hacer presente allí el mandamiento nuevo de Jesús.
En este sentido Juan Pablo II dijo una cosa muy buena en un documento de 1979 sobre la formación de la fe, y es que la enseñanza social de la Iglesia tiene que estar presente en la formación catequética común de los fieles (Catechesi tradendae, 29). Y, por lo tanto, desde la más elemental.
Cuando san Pablo habla de vida nueva (Rm 64), de vivir en Cristo (2 Co 5, 17) no se refiere a una vida más allá de este mundo, sino que se tiene y ha de manifestarse desde el aquí y ahora de nuestro existir mundano.
Mateo 25 y la oración inicial del Adviento van en una línea opuesta a la concepción de Marx. Jesús, antes que alienar, compromete. Y de veras.

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