jueves, 22 de diciembre de 2016

NAVIDAD EN TIEMPO DE SSXXI



Una invitación muy singular es la de un preso, quien, desde la cárcel y ante una previsible  ejecución, exhortaba de modo insistente a la alegría a sus hermanos en la fe.  “Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres”. El preso se llamaba Pablo y escribía  a los cristianos  de Filipos, ciudad de Macedonia, bajo el imperio romano. Motivo de esa alegría: “El Señor está cerca” (Flp  4, 4-5). El Apóstol habla  de sus sufrimientos por el Evangelio como un regalo de Dios.
Este llamado a la alegría lo tengo presente en la actual Navidad venezolana, en la que la gente –que somos nosotros- y especialmente la más necesitada, sufre el rigor de la escasez de alimentos y medicinas, de la disminución de sus recursos devorados por una desaforada inflación, de la inseguridad reinante, de la angustia ante la incertidumbre, de la opresión política. En esta circunstancia no sólo no creyentes sino también muchos que se identifican como cristianos no perciben razones para celebrar estas fiestas decembrinas.
Algo que también me ayuda a discernir la alegría es el hacer memoria de la primera Navidad. La de Belén en tiempos de la dominación romana en Palestina y el reinado  de Herodes. Éste, hacia el año en que nació Jesús, hizo quemar vivos a dos maestros de la Ley y cuarenta y dos jóvenes, acusados de haber destruido el “águila imperial” colocada en el templo. Y siendo Jesús niñito el Gobernador de Siria, Varo, hizo crucificar a unos dos mil judíos en las afueras de Jerusalén, y sus soldados destruyeron Séforis, a seis kilómetros de Nazaret y arrasaron las aldeas del entorno.
Lo que los Evangelios nos cuentan acerca de la Navidad integra aspectos dramáticos de la existencia humana, que  el Hijo de Dios asumió al hacerse hombre de verdad y  correr la suerte de los humanos, especialmente de los pobres. José y María en apuros no encontraron donde alojarse, y experimentaron carencias básicas en momentos de particular necesidad. Ciertamente ratos de reconocimiento y congratulación hubo, con la visita de los pastores y la llegada de los “magos del Oriente”; pero lo trágico no tardó en llegar con la matanza de inocentes decretada por  Herodes, celoso de su poder ¿Consecuencia? El trío de José, María y Jesús se convirtió en el primer grupo de cristianos que tuvo que exiliarse, para salvar la vida del pequeño y probablemente la de ellos también. La primera Navidad no fue novela rosa ni cuento de hadas.
La Navidad actualmente se ha globalizado, con la consiguiente pérdida de la identidad que tiene para los cristianos. Santa Claus es un personaje que la sociedad de consumo  confecciona para todos los gustos. Pero dentro de todo hay valores que son apreciables en las fiestas navideñas mundializadas como son los encuentros familiares, los tejidos amistosos y un ambiente favorable a la sonrisa y la paz (pongamos entre paréntesis la superficialidad, los abusos y los excesos).
Para el cristiano la Navidad genera una alegría insobornable y  sólida, pues se funda en la verdad fundamental  subrayada por Pablo: la cercanía del Señor. El nacimiento de Jesús significa que Dios se ha hecho prójimo (proximus) de los seres humanos, compartiendo todo, menos el pecado. Se ha aproximado para liberar, salvar. No estamos solos en la historia; y pase lo que pase, el Señor está al lado en y al final de nuestro peregrinar por el tiempo. “No teman” es una palabra divina que recorre toda la Escritura santa.
Pero la Navidad es también seria interpelación. Y esto no lo deben diluir ni ocultar los fuegos artificiales ni el intercambio de regalos. Jesús nos interpela  a gestar una convivencia  a la medida de su “mandamiento máximo”, el amor. A edificar una “nueva sociedad”, libre, justa, solidaria, pacífica, fraterna. Sin marginaciones, odios, exilios,  dominaciones, ni herodes.
La Navidad para los venezolanos y de modo particular para los cristianos es hoy una exigencia de cambio nacional, hacia una convivencia digna de hijos de Dios y de ser presentada ante el Señor Jesucristo cuando regrese glorioso.                    


La Cruz Trinitaria


La Cruz Trinitaria





La Navidad rememora el nacimiento de Jesús,. quien  nos revela la intimidad de Dios Trinidad, Amor, nos introduce en su vida  y nos regala  la participación en su Reino. Con mi saludo y  mejores votos te hago llegar Como obsequio de Navidad la Cruz Trinitaria




La Cruz Trinitaria
consiste  en un triángulo equilátero (símbolo de  Dios  Padre-Hijo-Espíritu Santo) enmarcando la Cruz (símbolo de Jesús el Cristo Salvador). Representa así  el misterio central de nuestra fe cristiana, que es el de Dios Uno y Trino, creador, liberador y santificador. 
Este símbolo, muy fácil de dibujar, lo podemos convertir en la señal de la Cruz Trinitaria, simplemente agregando a las palabras trinitarias que decimos el triángulo correspondiente, y al signo de la cruz que  dibujamos las palabras referentes a Jesucristo.   Podemos hacernos dicha señal trazando  con la  mano derecha cinco líneas consecutivas: 
1a. de la frente al hombro izquierdo (diciendo Padre); 
2a. del hombro izquierdo al derecho  (d. Hijo);  
3a. del hombro derecho a la frente (d. Espíritu Santo) ;
 4a. vertical descendente dentro del triángulo (d. Jesús) y  
5a. horizontal  cruzando la anterior (d. Cristo). Podemos  también bendecir personas y cosas de modo semejante.

*Ahora bien, el proponer  la señal de la Cruz Trinitaria  no pretende substituir la tradicional señal simple de la cruz, sino complementarla, favoreciendo de tal manera una más completa y gráfica expresión de la fe cristiana.
*La Cruz Trinitaria difundida  mediante  insignias, estampas, medallas u  otras formas, será de gran ayuda para la vivencia y comunicación de la fe, trinitaria-cristológica, en tiempos de necesaria nueva evangelización.

Diciembre 2016
R. Ovidio Pérez Morales
Arz-Obispo Emérito de Los Teques

jueves, 8 de diciembre de 2016

ASAMBLEA NACIONAL Y RECONSTITUCIONALIZACIÓN



Expongo a continuación y en forma de decálogo, un aporte para la solución de la gravísima crisis nacional.
Primero. Reconstitucionalizar quiere decir que se está gobernando al país al margen y contra la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Segundo. Esta inconstitucionalidad la viene denunciando el Episcopado venezolano desde 2007 cuando calificó la propuesta de un “Estado Socialista”, sometida entonces a referéndum, como “contraria a principios fundamentales de la actual  Constitución y a una recta concepción de la persona y del Estado” (Exhortación del 19 de octubre 2007).
Tercero. La calificación hecha por el Episcopado no se quedó sólo en lo jurídico, sino que se planteó también en terreno ético al tachar esa propuesta de “moralmente inaceptable a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia”(Ibíd.).
Cuarto. Al insistir ulteriormente el Régimen en imponer el “modelo de Estado socialista, marxista-leninista, estatista”, rechazado en el Referéndum, automáticamente se puso al margen y contra la Constitución. Esta situación no ha sido subsanada, sino que, al contrario, se ha venido agravando  progresivamente. “Socialismo del Siglo XXI-Plan de la Patria” se ha convertido en bandera de combate.
Quinto. Las desastrosas consecuencias de un tal proyecto  preanunciadas en 2007 por el Episcopado se han cumplido, de modo que éste tuvo que afirmar el año pasado ante la crisis nacional: ”El mayor problema y la causa de esta crisis general (…) es la decisión del Gobierno Nacional (…) de imponer un sistema político-económico de corte socialista marxista o comunista. Este sistema es totalitario y centralista” (Exhortación del 12 de enero 2015).
Sexto. La Constitución es taxativa en lo que se refiere a la respuesta ciudadana ante la violación de la misma, especialmente cuando se tocan aspectos fundamentales. “El pueblo de Venezuela (…) desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” (Artículo 350). “Esta Constitución no perderá su vigencia si  dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia” (Artículo 333).
 Séptimo. Actualmente el único órgano del Poder Público Nacional que cuenta con una clara, robusta  y reciente legitimidad, en virtud del mandato expreso del pueblo soberano (CRBV 5) expresado el 6 de diciembre de 2015, es la Asamblea Nacional.
Octavo.  De lo anterior se desprende que en este momento tan crítico del país, corresponde a la Asamblea Nacional actuar con lucidez y firmeza todas sus facultades y también encabezar un gran movimiento nacional, de máxima confluencia de instituciones, organizaciones y personas, para restablecer el orden constitucional e iniciar la reconstrucción del país en lo socio-económico, político y ético-cultural.   
Noveno. La Asamblea Nacional para cumplir, con el apoyo de la sociedad democrática, su obligación de resituar la nación en el marco constitucional, deberá de inmediato proceder a la reestructuración de los otros órganos del Poder Público Nacional, a la liberación de los presos políticos y a medidas urgentes de corte humanitario.
Décimo. La Fuerza Armada Nacional, que en “el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna” (CRBV Artículo 328) debe constituir un sólido apoyo en la obligante tarea de la recuperación institucional y constitucional del país.

Invoquemos el poder misericordioso de Dios sobre esta Venezuela nuestra, para que logremos una estable convivencia en libertad y justicia, en solidaridad y paz, en progreso y fraternidad.   

lunes, 5 de diciembre de 2016

LA SEÑAL DE LA CRUZ TRINITARIA












La  “Cruz Trinitaria” es  la cruz dentro de un triángulo equilátero. El dibujarla y el signarse con ella brotaron de una reflexión bastante simple, que expongo a continuación.
¿Por qué al hacer la señal de la cruz, 1) no acompañamos las palabras trinitarias que  decimos, con  un signo que  represente el misterio de la Trinidad, como es el triángulo equilátero, y 2) no acompañamos  el signo cristológico, la cruz que  trazamos, con  palabras que mencionan al  representado,   Jesús Cristo (Jesús el  Mesías, el Ungido)? Se tendría entonces un conjunto bien rico y significativo,  integrado por el signo compuesto del  triángulo  encerrando una cruz y las palabras  que expresan conjuntamente  lo central y fundamental de nuestra fe: la Trinidad y Cristo. Las palabras explican los signos y éstos refuerzan aquéllas. 
La Señal  de la Cruz Trinitaria  enriquece la señal simple tradicional -sin pretensiones de substituirla- y es muy fácil de  hacer: con la  mano derecha  trazamos sucesivamente cinco líneas , acompañándolas con las correspondientes palabras: 1ª de la frente al hombro izquierdo, diciendo en el Nombre del Padre; 2ª  del hombro izquierdo al derecho, diciendo y del  Hijo y 3ª  del hombro derecho a la frente, diciendo  y del Espíritu Santo; luego 4ª  vertical descendente dentro del triángulo, diciendo Jesús, y  5) horizontal  cruzando la anterior, diciendo  Cristo.
La Cruz Trinitaria (triángulo enmarcando la cruz) es  muy fácil de trazar. Ella facilita la percepción y  comunicación del misterio trinitario-cristológico, así como la identificación del cristiano y de lo cristiano. Ayuda a niños, jóvenes y adultos  a robustecer y expresar su fe. El difundir este signo en múltiples modos (dibujo, orfebrería, arquitectura…) contribuirá poderosamente a la “nueva evangelización”; destaca  lo medular de la fe y la recuerda de manera sencilla. En este sentido pensemos, a título de ejemplo, en lo bueno que es ver uno un triángulo y pensar espontáneamente en la Trinidad; y contemplar una cruz y enmarcarla en un triángulo que recuerda al Unitrino. Cristo nos revela y comunica el misterio de Dios Trinidad, Comunión, Amor.      
Sobre este tema he escrito un pequeño libro, Cruz Trinitaria, que se encuentra en la Distribuidora Paulinas. En mi blog perezdoc1810.blogspot.com se halla también algún material al respecto.

Mons. R. Ovidio Pérez Morales

miércoles, 30 de noviembre de 2016

¡PRESIDENTE, VUELVA A LA CONSTITUCIÓN!



1.            Urgencia del llamado
Bajo el título “!Presidente, vuelva al Cabildo!” dirigí un llamado al entonces Primer Mandatario  Hugo Chávez Frías, con ocasión del Bicentenario del 19 de Abril. El contenido fundamental de esa carta pública era una invitación-reclamo de asumir su responsabilidad presidencial de impulsar, perentoria y decididamente, una vuelta, según la Constitución, a la unidad de la Patria seriamente fracturada, asumiendo el pluralismo político-ideológico y cultural de nuestro pueblo.
El llamado lo hacía como cristiano, teniendo presente la exigencia del Señor Jesucristo en la Última Cena respecto de la unión y lo subrayado por Simón Bolívar en su postrer mensaje  en línea semejante, como condición de solidez y progreso de nuestros pueblos.
A un año del fallecimiento  del Presidente Chávez, aquel llamado, caído entonces en el vacío, cobra hoy mayor urgencia, dado el ahondamiento del deterioro material e institucional de la nación en los más diversos aspectos y, sobre todo, el agravamiento de la división entre los hijos de nuestro pueblo,  que se está manifestando trágicamente con la sangre de muchos , muertos y heridos, especialmente jóvenes, derramada en las calles como fruto   de la violencia, la represión y la impunidad políticas culpables..
Como persona humana, venezolano, creyente y obispo me veo en la obligación moral, junto a muchos que creemos en la primacía del espíritu sobre la fuerza bruta, de clamar, ojalá que no en el desierto: ¡Ya basta! ¿Nos vamos a devorar fratricidamente olvidando que fuimos creados por Dios para vivir como hermanos en una casa común? ¿Echaremos por tierra un país construido con tantos esfuerzos, sudores, risas y lágrimas? ¿Hemos olvidado lo (que) proclamamos en nuestro himno nacional de que “la fuerza es la unión? Y pudiera agregar: ¿No debemos avergonzarnos como pueblo  que el Bicentenario de nuestra Independencia nos encuentre enfrentados en el propio hogar, en vez de consolidar la nación en respeto y reconocimiento mutuo, en solidaridad y paz?

2.            Sentido de mi invitación
Al dirigirle este llamado no me mueve otra intención y finalidad, sino el bien de nuestro pueblo multicolor, el bien común de nuestros compatriotas. Obviamente entro de modo inevitable y necesario en el campo de la política, por cuanto siendo seres sociales, conscientes y libres,  ésta toca el bien-ser y el bien-estar de la polis, de la convivencia social, de los cuales no puede desentenderse en modo alguno nadie y menos, si cabe, el cristiano junto con su Iglesia.
Lejos de mí, por tanto, y lo expreso con plena conciencia, cualquier  motivación político-ideológico-partidista, en el sentido de favorecer un grupo determinado o un interés parcial y subalterno. Aún menos me mueve un  deseo egoísta como pudiera ser la búsqueda de poder, tener, aparecer o cosas por el estilo. No presumo de purismo;  creo con serena y humilde convicción que en esta etapa de mi vida lo que me debe preocupar, delante de Dios y de mi conciencia, es aprovechar el tiempo que  todavía me conceda la Providencia, para hacer el mayor bien posible al prójimo que ese Dios-Amor me asigna como compañía en mi peregrinar terreno.
En consecuencia, las observaciones, en general críticas, léase, de discernimiento,  que me siento obligado a expresar, deben entenderse como corrección y servicio fraternos, a los cuales uno mi oración al Dios Uno y Trino , quien nos quiere, escruta nuestros corazones y orienta nuestras acciones.

3.            Convicción democrática
Hay algo que deseo subrayar ante todo  y es mi firme convicción de que una sociedad, toda  convivencia humana,  si pretende ser tal, no puede menos que estar abierta a la diversidad de lo radicalmente singular, al pluralismo de opiniones y posiciones en los más diversos campos, político, ideológico, religioso, cultural en general, para, desde ahí, construir verdadera unidad y esperanza de comunidad. Ese abanico es reflejo de la dignidad y los derechos de la persona, y de la trascendencia de su vocación de libertad en cuanto tal. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es clara en ese sentido. La humanidad ha sufrido ya bastante por los fundamentalismos del más diverso género, que plantean exclusiones, apartheids y discriminaciones entre los seres humanos. Frente a ellos es preciso resaltar la “Regla de oro” moral de las grandes religiones, la cual en sentido negativo dice: “No hagas a los otros lo que no te gusta que te hagan a ti” y en sentido positivo recomienda: “Haz a los otros lo que  quisieras que te hagan a ti”.
Este pluralismo, premisa y exigencia básica de la genuina democracia, figura con nitidez como principio fundamental en  nuestra Carta Magna: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”(Art.2).

4.  El problema
 Hay algo que, como una gran mayoría de compatriotas,  he percibido y discernido con creciente y punzante claridad  y apremio en estos últimos tiempos, y es lo siguiente: hay en el país problemas, muchos graves y acuciantes,  pero hay uno que emerge como “el problema”, por su carácter generador, por ser raíz y causa de muchos otros, vitales y cotidianos, que están haciendo sufrir a los venezolanos, como  la inseguridad y la impunidad; el desabastecimiento y la inflación; la dolorosa división en vecindarios, comunidades, ámbitos de trabajo y estudio; los enfrentamientos violentos; el éxodo o la separación de familias. Problemas hemos  tenido siempre y los hemos heredado de gobiernos o regímenes anteriores, pero no se puede ocultar que  algunos se han agravado exponencialmente y otros nuevos han surgido como efectos de “el problema” al que me referiré a continuación, el cual ha reducido, cuando no  neutralizado y hasta eclipsado, los  logros positivos de la gestión gubernamental, central, estadal y municipal,  en diversos campos a partir de 1999.
“El problema” principal, pues, al que se enfrenta  el país y  está radicalizando dramáticamente tanto los problemas  heredados  como los emergentes, es uno en su esencia, pero dual en su estructuración. En efecto, por un lado,   se trata de  la decisión de imponer institucionalmente a la nación el denominado “Plan de la Patria”, que concreta el así llamado “Socialismo del Siglo XXI”; un Socialismo que – no debemos olvidarlo - se propuso como reforma de la Constitución, fue rechazado en el referendo de 2007 y que, sin embargo, se viene poniendo en práctica desde entonces por otras vías. Por el otro lado, existencialmente,   está la convicción de poseer en exclusiva, tanto la clave de interpretación de la realidad, la historia y  la sociedad, y de la persona en ellas, como el proyecto y modelo ideales de  las mismas  e, igualmente, el método eficaz para alcanzar dichos fines.  
La Conferencia Episcopal Venezolana, con ocasión de dicho referendo, dio su juicio al respecto en su Exhortación Llamados a vivir en libertad del  19 de octubre de 2007:
 -la proposición de un Estado socialista  es contraria a los principios fundamentales de la actual Constitución, y  a una recta concepción de la persona y del Estado (…).
   -por cuanto el proyecto de Reforma vulnera los derechos fundamentales del sistema democrático y de la persona, poniendo en peligro la libertad y la convivencia social, la consideramos moralmente inaceptable (el subrayado es nuestro) a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia.
El Episcopado ha ratificado esta posición en su Asamblea de enero pasado al referirse al “Plan de la Patria” y, concretamente, al segundo objetivo histórico del mismo, que es “continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI”. Los Obispos explicitan que dicho objetivo “está al margen de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela” y citan al respecto lo  establecido en el  artículo segundo, señalado   anteriormente.
Hay que destacar que el socialismo del que aquí se trata no es uno cualquiera, sino el que se maneja oficialmente en concreto, en la línea marxista-leninista, con una referencia muy específica, idealizada y benévola,  al vecino modelo cubano. No se tiene en cuenta, por cierto, su aleccionadora historia concreta de implantación y posterior desaparición como “socialismo real”, particularmente en Europa. Un socialismo que, en realidad,  histórica y paradójicamente, no constituye un verdadero socialismo – el cual, en fidelidad al término, evoca descentralización del poder, compartir y pluralismo sociales- sino un Estatismo de extrema concentración y radicalidad. Se da así una patente contradicción: teóricamente se postula una desaparición del Estado, pero en la práctica se lo amplía y robustece en sentido totalitario. Además, el protagonismo que debería residir en las masas populares,  en realidad  lo ejerce en exclusiva una “vanguardia ilustrada”.
El gobernante -persona o grupo- que busca imponer a la nación este socialismo tipo SXXI, automáticamente se coloca fuera y contra la Constitución. Se ilegitima, por consiguiente, cualquiera que hubiese podido ser el origen jurídico de su mandato. La Constitución es clara  igualmente (por ejemplo en el Art. 333) al hablar de la conducta de los ciudadanos cuando se rompe con ella. Por otra parte, en perspectiva ética, la calificación de  “moralmente inaceptable”, conlleva, en sana doctrina católica, un juicio acerca de la negación o amplia insuficiencia de realización del Bien Común social. Este se define, clásicamente, por su referencia a la existencia y seguridad de los miembros de una sociedad, a la vigencia de un orden de derecho y justicia en la misma, y al compartir unos ideales y valores que fundamenten la vida y obrar en común. Ante tal juicio la persona y la comunidad no pueden ni  deben declararse neutras o pasivas. Estamos, por tanto, en una encrucijada muy grave de la nación, por lo que es  preciso actuar con la mayor lucidez y responsabilidad, pues más allá de la legitimidad de hecho, cuestiona la de derecho e impugna la de valor.
 
5. Los problemas
Este Socialismo,  apellidado del Siglo XXI, “Bolivariano” y de otros modos, no sólo ha fracasado históricamente , sino que su progresiva introducción inconstitucional y subrepticia en Venezuela, como lo hemos expresado más arriba, ha chocado y choca con un muy amplio y decidido rechazo de la población, y está agravando o generando muy diversos problemas en el orden social (violencia desatada, inseguridad, división de nuestro pueblo, polarización y enfrentamientos, crisis de la salud); económico (inflación, baja de la producción por el acoso a la propiedad no oficial, desabastecimiento, creciente dependencia de las importaciones); político (extinción real de la  especificidad y complementariedad de poderes, ahogo del pluralismo y creciente represión; amenazas permanentes, alineamientos y alianzas internacionales “sui generis”); ético ( perversión del sentido de la justicia y de la legalidad, ejemplarizado en el sistema carcelario; vigencia de la “doble verdad y la doble moral”, insensibilidad e irrespeto por el Bien Común); cultural (control  hegemónico de los MCS, sustitución de la realidad por la imagen  y las estadísticas, pensamiento único educativo, restricción de la libertad artística, intentos de revisión y reescritura de la historia); espiritual (ideológica devaluación de la palabra pública y descalificación del testimonio ajeno,  relativización del valor y aprecio de la vida, banalización mistificadora de lo religioso). Ligado a esto se profundiza y crece la corrupción, entre otras causas, por la ausencia de autonomía de los poderes contralor y judicial.
Estos problemas los sufre la población sin distingo de colores políticos. Producen un malestar y una incertidumbre colectivos, que impiden una marcha  pacífica, solidaria, productiva del país. Un clima tal de permanente crispación no favorece la educación escolar, el trabajo sostenido, el tejido amistoso ciudadano, la salud mental de personas, familias y grupos sociales.
En sana lógica, la solución de estos problemas depende primordialmente de la que se dé al problema principal.  Marginar la imposición del socialismo permitirá un reencuentro nacional, que estimulará, sin duda alguna, conjugar esfuerzos para atacar los problemas arriba mencionados y otros que afectan seriamente a la población. Entonces se promoverán, en concreto,  la producción y la iniciativa de los particulares en muchas direcciones como efecto del clima de confianza y de seguridad jurídica, así como del cese de las estatizaciones y de la proliferación de controles; se enfrentará de modo efectivo la inseguridad mediante un funcionamiento genuino y mancomunado de la educación, la acción policial, la justicia penal y la realidad carcelaria; se mejorarán los servicios públicos como efecto de la despartidización de la administración y la incorporación de cuadros preparados y eficientes; se elevará el nivel de la educación, liberándola de cargas político-ideológicas, que marginan talentos, empobrecen contenidos y bajan la calidad pedagógica; se ampliará la información, la formación y el desarrollo de potencialidades del pueblo con una genuina libertad de la comunicación social. Por último y no como último, se impulsará una cultura de la solidaridad y de la paz, que propiciará  superar el enfrentamiento y la mutua marginación producidos o reforzados  tanto por la exclusión  heredada como por una nueva ideología del conflicto. . 
Con un país ampliamente fracturado y para no pocos al borde de la ruptura, no se puede pensar en verdadero progreso nacional, pues las energías  se consumen negativamente en divisiones fratricidas y en la subordinación de lo conveniente a lo ideológico. Al final de su vida y con  base en  la experiencia de los primeros años republicanos el Libertador percibió agudamente los efectos tanto negativos de la división como positivos de la unidad de la convivencia. ¿Se podría evocar aquí la reflexión sobre las causas  de la guerra civil hecha años más tarde por un pensador español: todos intuían que estaban al borde del abismo,  prácticamente nadie hizo nada eficaz para evitar caer en él?

 6. Hacia una solución
Un país no puede, en efecto,  caminar partido por la mitad. Jesús, el Señor, advirtió: “Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir (Mt 12, 25). Resulta apropiada aquí una expresión que se suele utilizar en situaciones de crisis: “O nos unimos o nos hundimos”.
Se viene  hablando de paz y de diálogo, con respecto a los cuales están en curso algunas iniciativas a nivel presidencial. Desde la Conferencia Episcopal Venezolana se ha insistido bastante al respecto. La paz, lo mismo que la reconciliación, para ser verdadera, durable, integral,  supone ausencia de violencia, coacción y amenazas, pero, positivamente y más de fondo, voluntad efectiva de justicia y solidaridad, promoción libre del bien, vida en la verdad y la autenticidad, esperanza eficaz de unidad en la diversidad.
El diálogo, por su parte,  es bastante exigente. No se le puede imponer, pero sí tiene intrínsecamente condiciones y so pena de idealismo o intento de manipulación, posee  también condicionantes, porque supone actitud previa de reconocimiento mutuo, aceptación de una común racionalidad,  aspiración a consensos sobre situaciones y temas específicos,  disponibilidad a ofrecer gestos, tanto más necesarios y valorados cuanto mayor es la responsabilidad por la investidura que se ejerce. En concreto, el diálogo  implica encuentro, clima de respeto, comprensión y aprecio, que permita valorar posiciones y lograr puntos de progreso compartido, pues al no haber enemigos, sino a lo sumo adversarios, hay elementos comunes de base y destino.
Estimo, por tanto,  que condición indispensable (conditio sine qua non) para el diálogo auténtico y la verdadera paz en nuestro país,  es la renuncia, de parte de sector oficial, a la pretensión de imponer el Socialismo tal como  lo entiende y ha venido aplicando, y el cual, como lo ha declarado el Episcopado venezolano, no sólo va contra la Constitución, sino igualmente contra principios morales fundamentales. Esa pretensión, repito serena pero diáfanamente,  cuestiona  la legitimidad de ejercicio o desempeño del  Gobierno y de su  relacionamiento con los otros poderes del Estado y, más importante aún, con el conjunto de los venezolanos, encarnación primera y última de la soberanía; por ello, dicha pretensión plantea en conciencia el firme retiro o rechazo del reconocimiento de valor por parte de la ciudadanía. Algo muy delicado que no se resuelve con procedimientos coactivos y abre alternativas muy graves para la nación.
Con relación a lo anterior, he venido proponiendo, como una vía posible de solución, o más ampliamente aún, de respuesta   al actual drama nacional, la formación de un gobierno de transición, que abra paso a una gobernabilidad  sólida y estable a través de   los mecanismos que posibilita la Carta Fundamental. No es de mi competencia, por supuesto, entrar en mayores especificaciones al respecto, pero sí diría que lo de transición consistiría, en una primera instancia,  en asumir como referencia insoslayable los resultados de las últimas elecciones presidenciales, con vistas a formar un Gobierno de Integración, que no sería exagerado calificar de unión  o de emergencia  o incluso de salvación nacional, para caracterizar tanto su urgencia como su significación e importancia. No se trataría entonces de un quitar a unos para poner a otros, sino de tejer una conducción del país, que siendo ella misma   fruto de una voluntad de reencuentro,  se haga signo y produzca más y mejor encuentro y reconocimiento. Hay experiencias ajenas de concertación, que estimulan al respecto: la historia enseña, cómo  se han producido impensables acontecimientos  de reunión, de unión, sin pagar el precio de catástrofes e inundaciones de sangre que se habían  “profetizado” (ejemplo concreto: la reunificación de Alemania a raíz de la caída del Muro de Berlín).
Parece obvio que para llegar a una tal integración  es indispensable  un diálogo serio de parte suya y del sector oficial con la Mesa de la Unidad y con representantes calificados tanto de la sociedad civil organizada como de Instituciones básicas representativas de la vida nacional, para lo cual estimo que la Conferencia Episcopal Venezolana estaría dispuesta, si se le solicita consensualmente,  a prestar un servicio de facilitación.

7. Interpelación del Bicentenario
La celebración del Bicentenario de la Independencia nos interpela a los venezolanos de la hora presente a recoger responsable y proactivamente la herencia de una Patria soberana, libre de injerencias y dependencias externas, pero ante todo, por ejercicio de la primera soberanía, la de las personas como sujetos y la del pueblo como protagonista. Bastante sangre se derramó entonces para lograrla y no poca, especialmente joven, se ha derramado en estos últimos meses y días, interpretando servirla. Por encima y más allá de toda interpretación parcial creo un deber moral lanzar un grito de llamado a la conversión  intelectual, moral y espiritual a la presente generación de compatriotas: ¡Ya basta de sangre fratricida! ¡Ya basta de autodestrucción nacional! ¡No podemos seguir convirtiendo la casa común recibida de Dios en una jaula de fieras! ¿Tendremos que sufrir aún más y avergonzarnos de dilapidar la valiosa herencia recibida de nuestros próceres? 
Todos hemos de convertirnos, pues,  a la unión fraterna a la que Dios nos convoca, Simón Bolívar nos lo reclama y un mínimo  instinto de supervivencia nacional nos lo exige.  Unión que significa no la eliminación de nuestras diferencias ni el desconocimiento de ciertas incompatibilidades en  los principios, pero sí la aceptación tolerante de algunos compromisos razonables y prudentes en vez del “todo o nada” pretensioso y destructivo, así como   la conjunción de fines en aras del bien común de todos los venezolanos y de cuantos comparten la suerte de este país.
Ciudadano Presidente, Ud. tiene hoy la primera responsabilidad histórica de procurar  esa unión de los venezolanos. Una responsabilidad ante nuestro pueblo,  ante Usted mismo y ante Dios.
A este llamado con “temor y temblor” como expreso San Pablo, uno mi oración, convencido ante todo, como dice el Salmo 127: que “Si Dios no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si Dios no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia”.

Caracas, 19 de marzo de 2014.
Ramón Ovidio Pérez Morales

Arzobispo-Obispo Emérito de Los Teques

jueves, 24 de noviembre de 2016

PLANTEAMIENTOS ANTE EL “DIÁLOGO”



He aquí algunos puntos que estimo de necesaria consideración sobre el “Diálogo” en curso entre oficialismo y oposición.
Primero. Escribo Diálogo entre comillas  porque éste exige igualdad fundamental de potencialidades entre las partes. He comparado el desequilibrio del actual “Diálogo” con  la lucha entre un león furioso suelto y  un conejo amarrado. El Gobierno dispone, en efecto, de la Fuerza Armada, cuya cúpula está alineada; de los órganos del Poder Público Nacional, con excepción de la Asamblea; de todos los órganos del Poder Ciudadano; del Poder Electoral. Cuenta con los recursos del petroestado manejados sin control y una comunicación social hegemonizada.
Segundo. El interlocutor oficial busca imponer el Socialismo del Siglo XXI (SSXXI)- Plan de la Patria, violando así la Constitución. Basta una ligera hojeada al Preámbulo y Principios Fundamentales de ésta para percibir el carácter no sólo dictatorial sino totalitario de ese proyecto, “moralmente inaceptable” según  lo calificó la Conferencia Episcopal Venezolana. La oposición ha de tener clara y saber manejar lúcidamente la identidad (ideología, lógica, intereses) de quien se sienta al frente.
Tercero. El “Diálogo” está abordando problemas derivados, consecuencias y causas secundarias, pero no la raíz-fuente-causa principal de la crisis del país, como es el SSXXI de corte marxista-leninista, de la familia del “socialismo real” históricamente fracasado. Este proyecto se trata de imponer en base a un fundamentalismo  ideológico, acompañado de una fuerte carga de corrupción.  Oscar Arias, Nobel de la Paz, ha mencionado también algo ligado a lo narco.
Cuarto. Mientras se tiene el “Diálogo” muchos venezolanos sufren la condición de presos políticos,  comenzando, nada más ni nada menos (hasta comienzos de semana), por el Alcalde Metropolitano de la ciudad capital sede del “Diálogo”. Los “presos políticos” constituyen una especial categoría de esclavos en estos nuevos tiempos. Como esclavos, son mercancía objeto de compraventa, regateo y publicidad. Negocio es negocio.
Quinto. El diálogo -sin comillas- es algo consustancial al ser humano. Éste ha sido creado por Dios a imagen y semejanza suya, como ser para la comunicación y la comunión; constitutivamente relacional  no surge, se desarrolla y alcanza su perfección sino a través del compartir, del encuentro interpersonal.  “Animal dialogante” se lo podría definir. Por eso el diálogo es exigente en disposiciones o requisitos espirituales, éticos y psíquicos, tales como el “ponerse en el pellejo del otro” para aceptarlo, comprenderlo, estimarlo. Por eso hay que cuidar la palabra diálogo para no desmerecerla, depreciarla y hasta prostituirla.
Sexto. El diálogo no excluye otras formas menores de intercomunicación humana para con-vivir y mejorar societariamente, como son  las conversaciones o negociaciones para convenios y acuerdos. Aún en medio de un conflicto bélico se suele tener el “alto al fuego” para posibilitar aunque sea  el retiro de muertos o un canje de prisioneros. La humanidad ha podido sobrevivir porque los humanos han  tenido que buscar formas de interlocución para superar o aminorar enfrentamientos. La vida ordinaria es, por lo demás, una escuela permanente de cómo habérselas con el que está al lado.
Séptimo. Si se acepta que la causa principal y central de la grave  de la crisis nacional es el proyecto SSXXI, no se podrá abordar adecuadamente una solución a la actual problemática nacional, si no se da un cambio de dirección política al país, para reencausarlo por vía democrática. Esto trata de posibilitar el Referéndum Revocatorio 2016 (RR16), el cual no sería la solución de los problemas, pero sí abriría  puertas a la solución de los mismos.

Octavo y último. El resultado del “Diálogo” depende, pues, entre otras cosas importantes, de entender sus comillas, de percibir y enfrentar la causa central de la crisis, de identificar bien a los interlocutores. Y de que, en cualquier hipótesis, tendrá que haber intercomunicación.           

miércoles, 9 de noviembre de 2016

REFERÉNDUM REVOCATORIO 2016 YA



Sentido del “Diálogo”: que hable el soberano. Para eso RR16. El tiempo urge. No perderlo. RR16: puerta para reconstruir el país. Dios primero. Éste fue un “tuiter” lanzado hace poco a las redes.
La presente semana es de particular densidad. Se está jugando, en efecto, el futuro de la nación, la cual se encuentra en grave crisis, global, pues envuelve lo socioeconómico, lo político y lo ético-cultural. La crisis toca  estómago y salud por la escasez-carestía de comida y medicinas, causante de enfermedades y muertes. Toca las mentes, asediadas por el SSXXI con el “pensamiento único”. Toca los Derechos Humanos con presos políticos convertidos en objeto de compraventa, como sucedía en siglos anteriores con el comercio de esclavos. Toca la dignidad humana con un proyecto ideológico deshumanizante -acompañado de narcorrupción-, que pretende convertirse en “el fin de la historia”.
“Diálogo” entre comillas quiere decir que aquí no se da entre iguales. Como la  pelea entre un león furioso y suelto con un conejo inerme y amarrado. Por eso lo extraño de consejos como el siguiente: “las dos partes tienen que ceder por igual para llegar a un entendimiento”. El diálogo ha de  partir del reconocimiento respetuoso  y la atenta escucha del otro. Ha de fundarse en la verdad y orientar al  encuentro en aras del bien común. Por eso el diálogo debe ser bien preparado en organización y espíritu. Pues también existen acuerdos y negociaciones. Hasta en medio de una guerra se tienen conversaciones, aunque sea para el canje de muertos o prisioneros.    
La Mesa de “Diálogo” en la  actual crisis nacional  debe acordar con urgencia que sea el pueblo mismo, al que la Constitución caracteriza como soberano (CRBV Art. 5), quien decida  el futuro del   país. No bastan  los representantes. Debe optar el máximo y primer protagonista de la República. Es lo que justifica la celebración del Referéndum Revocatorio, y con urgencia, para este año 2016. Porque el mal que sufrimos no se cura con el tiempo, pues el problema se agrava a pasos agigantados (baste pensar en el acelerado empequeñecimiento del nano bolívar).
EL RR es un dato o hecho ciertamente de tipo político ¿Significa esto no tener en cuenta lo dramático del desabastecimiento y lo trágico de la inseguridad, u olvidar la devastación ecológica y el exilio forzado de gran parte de la juventud venezolana? De ningún modo. Lo que pasa es que si no se da un cambio substancial en lo político, no se tendrá un cambio significativo en lo social, lo económico  y lo ético-cultural. Por ejemplo ¿Cómo van a mejorar la producción y el abastecimiento, si continúa el proyecto monopólico estatista-“socialista” del Régimen? ¿Cómo van a respetarse y promoverse los Derechos Humanos si persiste el plan dictatorial totalitario oficial? El RR16 no se plantea como la solución de los problemas, que son muchos y serios, pero sí será puerta, puente, camino  consistentes hacia una solución global de la crisis nacional.
El Referéndum Revocatorio contemplado en la Constitución, e instrumento pacífico y civilizado de cambio, debe ser puesto, por tanto,  en la Mesa de “Diálogo”, como prioridad No 1  para este 2016. Hay tiempo todavía para celebrarlo. No está muerto; sólo que lo forzaron a dormir.
El Papa, a petición de aquí, ha ofrecido servicialmente su apoyo al “Diálogo”. Pero los de aquí son o somos los llamados y obligados a lograr que éste sea un instrumento efectivo y eficaz.

Comencé con un “tuiter” y concluiré con la primera de las “Propuestas Urgentes” de la Conferencia Episcopal Venezolana en su Exhortación del pasado 12 de julio: “El Consejo Nacional Electoral tiene la obligación de cuidar el proceso del referéndum revocatorio para que se realice este año. Es un camino democrático, un derecho político contemplado en la Constitución. Impedirlo o retrasarlo con múltiples trabas es una medida absurda, pues pone en peligro la estabilidad política y social del país, con fatales consecuencias para personas, instituciones y bienes”. 

miércoles, 26 de octubre de 2016

PEDIR LO QUE SE DEBE HACER



En el actual escenario venezolano se nos invita a los creyentes a pedir a Dios la paz en justicia, libertad y solidaridad para el pueblo venezolano.
Por otra parte, construir  o reconstruir la convivencia nacional en coordenadas de respeto mutuo, fraterna cooperación y tejido democrático es tarea obligante para todos nosotros, ciudadanos de este país.
Ahora bien, ¿no peca lo anterior de contradictorio ¿Cómo suplicar al Omnipotente lo que ha de ser fruto del esfuerzo conjunto de un pueblo?
Para el creyente ciertamente es una paradoja el suplicar lo que se debe hacer. Pero no una contradicción. Hay una sentencia bastante tradicional que suena así: pedir a Dios algo como si todo dependiese de Él y hacerlo como si todo dependiese de uno.
La contradicción se disuelve con la correcta consideración de los planos en que Dios y el ser humano se mueven. Estamos hablando de Creador y creatura; del Ser y de los seres. Dios trasciende la condición creatural como infinito y absoluto que es. Cuando se habla de dinamismo, capacidad, poder, referidos a Dios y a la creatura, no se trata de fuerzas que pueden sumarse, agregarse, como es el caso de humanos que juntamos nuestros esfuerzos para mover un objeto determinado o concretar un valor. Sin olvidar, por lo demás, que todo término –incluido el de trascendencia- es imperfecto para designar la diferencia de niveles o las desemejanzas entre la Divinidad y lo que es creación o producto suyos.
Lo anterior se aplica también cuando uno pide a Dios la perseverancia en el buen obrar y la fortaleza en la virtud, las cuales exigen, ciertamente, un constante compromiso de parte nuestra. La inevitable paradoja ha de interpretarse en perspectiva de la referida distinción, que se muestra bajo figuras y relatos en los dos primeros capítulos del  libro del Génesis. Dios crea al ser humano como existente libre, llamado a desarrollarse en y con su mundo, pero recordando siempre su relación con Él, que no es limitante sino, antes bien, capacitante y posibilitante.
La paradoja, pero no contradicción, la percibimos en dos enseñanzas de Jesús que nos trae el evangelista Mateo en el así llamado Sermón de la Montaña. La primera pone de relieve la parte de Dios y la necesidad de la súplica: Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca halla; y al que llama se le abrirá (Mt 7, 7-8). La segunda subraya la obligante tarea humana: No todo el que me diga: “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial (Mt 7, 21). 
El salmo 127 constituye una bella y poética síntesis de esa peculiar sinergia humano-divina: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afán los constructores; si el Señor no guarda a ciudad, en vano vigila la guardia”.
Hoy cuando la nación se encuentra en gravísima crisis, los creyentes hemos de orar al todopoderoso y misericordioso Dios, que bendiga y haga fructuoso nuestro trabajo por lograr el urgente cambio que el país requiere, hacia la edificación de nuestra patria como “casa común” de todos los venezolanos sin excepción. Un hogar multicolor y polifónico en que “no a pesar de” sino “precisamente por”  nuestras diferencias, labremos un progreso compartido, consistente, duradero.

Oración y acción componen un binomio inseparable para quienes creemos  en un Dios generador de protagonistas, de  seres humanos corresponsables constructores de nuestra propia historia. 

jueves, 13 de octubre de 2016

BRÚJULA DE LA IGLESIA VENEZOLANA



¿Hacia dónde ha de encaminar la Iglesia en Venezuela sus pasos en los inicios de un nuevo siglo-milenio? Responder a este interrogante fue lo que se preguntaron los obispos venezolanos a finales de la década de los noventa. Estaba a las puertas el V Centenario de haberse comenzado a sembrar el Evangelio en esta “tierra de gracia” (1498) y  también venía encima el año 2000.
El marco de tiempo o situación, tanto de mundo como de Iglesia, en el cual se planteó aquella pregunta era de peculiar significación y trascendencia. Bastaría decir que a nivel global se ha tenido que inventar un término, “cambio epocal”, para calificar la dimensión de las transformaciones histórico-culturales en curso. El país se encontraba en seria crisis, que desembocaría en un  remedio “revolucionario” peor que la enfermedad. La Iglesia a nivel latinoamericano se autointerpretaba en “nueva evangelización”, siguiendo el llamado de Juan Pablo II a propósito de los Quinientos Años (1492-1998). Para la Iglesia universal, en renovación, el momento era muy  estimulante con la proximidad del Bimilenario de la Encarnación.
Los obispos consideraron que el mejor modo de celebrar el  V Centenario en tal contexto era congregar una gran asamblea eclesial con fuerte participación de los distintos sectores del Pueblo de Dios (laicado, jerarquía, vida  consagrada) ¿Objetivo? configurar una respuesta  efectiva  a los desafíos, que desde dentro de la Iglesia y desde su entorno nacional se planteaban a su misión, evangelizar. Esta fue la génesis del Concilio Plenario de Venezuela (CPV), el primero en la historia nacional.
Este Concilio sesionó del 2000 al 2006, cuando el siete de octubre  tuvo su clausura  solemne. Estas líneas las escribo precisamente en el décimo aniversario. Hubo cinco sesiones de trabajo, de una semana cada una, con la participación de todos los miembros conciliares.
El CPV produjo diez y seis documentos relativos a los principales aspectos y dimensiones de la misión de la Iglesia, formando un corpus,  articulado en torno a la categoría de comunión, a la cual se le dio como acompañante la noción de participación. Dichos documentos tratan entonces desde lo referente al primer anuncio del mensaje cristiano (kerygma) y al culto litúrgico, hasta la contribución de la Iglesia a la construcción de una nueva sociedad y el diálogo ecuménico e interreligioso. La Iglesia es signo e instrumento de la comunión de los seres humanos con Dios   y  entre sí; en este sentido debe vérselas con la necesaria incidencia del Evangelio en lo económico, lo político y lo ético-cultural. Sobre esto último merecen subrayarse los documentos relativos a La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (No. 3) y Evangelización de la cultura en Venezuela (No. 13).
La situación nacional-marco del CPV, signada por la progresiva imposición del modelo “socialista”, fue bastante revuelta. Hubo momentos en los que se preguntó si no era mejor hacer una pausa y esperar tiempos más serenos para continuar las sesiones; predominó, sin embargo, la memoria de que históricamente los concilios  se habían dado para hacer frente a  serias  confrontaciones internas y externas. La metodología conciliar,  Ver-Juzgar-Actuar, permitió un seguimiento atento  de la realidad.
El CPV surgió como búsqueda de respuesta a desafíos.   Pues bien, ahora él mismo se convierte en reto para la Iglesia que lo celebró y debe llevarlo a la práctica, con las debidas actualizaciones y adaptaciones. Un Concilio no se realiza para un tiempo corto, sino mirando lejos.

El corpus documental conciliar no constituye un proyecto, en el sentido estricto del término, pero  ofrece, sí, el material y el espíritu para los proyectos de la Iglesia en los próximos años y décadas. Para la evangelización en Venezuela el CPV es, pues, una brújula.   

lunes, 26 de septiembre de 2016

ARMONÍA DEL MENSAJE CRISTIANO



Cuando un cristiano quiere manifestar el contenido fundamental de su fe, recita el Credo, síntesis que proviene de los orígenes de la Iglesia y consiste en un listado de proposiciones, que identifican al creyente  al tiempo que constituyen la razón de ser de su vida.
Y cuando quiere conocer o exponer las normas y orientaciones de su acción como cristiano, apela a un conjunto moral, que tiene como columnas primarias los Diez Mandamientos y las exigencias que Jesús plantea en el Sermón de la Montaña.
El corpus doctrinal y práctico de cristiano se ha venido desarrollando a través de los siglos mediante un trabajo reflexivo teológico en el marco de la experiencia de vida eclesial y cristiana en general; labor realizada en campo católico bajo la guía de un magisterio, que se entiende dotado de autoridad. Un compendio de todo ello ofrecen  los catecismos y textos similares. La profundización y explicación del mensaje ha entrado también con rigor metodológico al ámbito  académico.
El mensaje cristiano no se queda, sin embargo, en un agregado de proposiciones doctrinales o de proposiciones prácticas, como de elementos yuxtapuestos  o simple agregado de cuestiones o temas. Constituye, en efecto, un conjunto armónico que se organiza en torno a un eje, que le confiere unidad y permite ver la interrelación de las partes; esto es posible en cuanto se da una noción o categoría que sirve de núcleo articulador o eje armonizador de los distintos elementos y es la de comunión (corresponde al término griego koinonía). Comunión dice compartir, encuentro y  tiene como sinónimos unidad, unión, pero entendidos en perspectiva de interrelación personal. Es conveniente subrayar que comunión en el orden práctico es lo mismo que  amor (explicitado por Jesús como el mandamiento máximo y referencia última del actuar cristiano). El amor teje la comunión, es comunión.
Esta función de núcleo articulador del conjunto doctrinal y práctico del mensaje cristiano se percibe fácilmente cuando se formula dicha categoría comunión como respuesta a las distintas preguntas que se pueden plantear, por ejemplo, sobre qué es Dios, el Reino o Reinado de Dios como divino plan creador y salvador, el mismo Cristo y el sentido de su obra, el ser y la misión de la Iglesia, el norte de la conducta  cristiana y la plenitud terminal de la historia.
El Dios uno y único según la relevación cristiana no es un sujeto solitario sino comunión de vida, relación trinitaria de Padre, Hijo y Espíritu. No es soledad, sino compartir; por eso el evangelista Juan dice que “Dios es amor” (1Jn 4, 8). A partir de esta condición misma de Dios se explican la estructura antropológica del ser humano, creado  como ser-para-la-comunión, así como, entre otros, la dinámica comunional, amorizante, del plan divino creador y salvador y con ello la misión de Cristo y de su Iglesia.
¿Cuál es-ha de ser entonces la tarea de la Iglesia y, correspondientemente, de los cristianos en el mundo, según el designio de Dios? No otra que ser y hacer comunión (unión, compartir, unidad) con Dios y con el prójimo. Esto lo afirmó justamente el Concilio Vaticano II en el primer número de su documento principal, la Constitución Lumen Gentium. Es así como la Iglesia tiene que estructurarse y actuar entonces como comunidad (grande o pequeña) y trabajar por la comunión (unidad, solidaridad, fraternidad, paz) en el  entorno mundano. Cuando el Papa Francisco subraya la dimensión social del Evangelio no hace otra cosa que recalcar las consecuencias “comunionales” que la fe tiene en el plano de la convivencia social (económica, política y cultural). Lo cristiano no se encierra en intimidades ni se recluye en sacristías.

El mensaje cristiano es, pues, no un agregado de doctrinas y mandatos sino un conjunto armónico doctrinal y práctico que se teje en torno a la noción o categoría de comunión. Y la razón última de todo esto es que Dios no es soledad sino comunión. Y nos tiene en la historia para generar una convivencia del compartir.

jueves, 1 de septiembre de 2016

REFERENDO URGENTE Y OBLIGANTE



El pueblo venezolano no aguanta más dilaciones. El soberano no admite suplente. La Constitución no acepta plan B.
El Revocatorio debe darse ya, porque la gente en su inmensa mayoría quiere un inmediato cambio de Régimen y éste, además de dañino, carece tanto de  legitimidad moral como como de respaldo constitucional.   
El desastre nacional en los más diversos órdenes urge un relevo en la conducción de la República. El hambre (por escasez  y carestía), la muerte y la enfermedad (por falta de medicamentos y asistencia),la delincuencia desatada (por combinación de incapacidad administrativa y política de estado), la corrupción hecha metástasis (por la concentración-hiperpartidización-discrecionalidad del poder), la opresión oficial (por la imposición de un proyecto político-ideológico totalitario con criminalización de la disidencia), el colapso de los servicios y de la producción nacional (por la estatización de toda actividad económica) hacen indispensable la entrega del timón a otra dirigencia, venezolana de veras, democrática, capaz, transparente y de futuro.
El país cuenta con un instrumento constitucional y viable para iniciar de modo efectivo este mismo año el cambio necesario: el Referendo Revocatorio. Algunos pasos se han dado ya en este sentido y a pesar de los múltiples obstáculos puestos por el Consejo Nacional Electoral -contradiciendo de modo patente y desvergonzado su finalidad y sentido- hay tiempo suficiente para la referida consulta.
El cambio lo haremos los venezolanos desde adentro, pero debemos contentarnos porque el marco internacional es muy propicio. Organismos internacionales de la más diversa índole manifiestan su apoyo al Referendo y a un nuevo escenario político venezolano.
En casa se ha ido tejiendo una amplia convergencia ciudadana. Se logró constituir una mesa de unidad interpartidista y crece  una dinámica confluencia de instituciones, asociaciones y sectores de la sociedad civil sobre este  común denominador: el establecimiento de una convivencia pluralista, que refleje y actúe las notas con las cuales  la Constitución identifica el deber ser de  la sociedad y del Estado venezolanos.
Ahora bien, como vivimos en un mundo concreto de Estados y, por cierto, en uno de problemática tradición en cuanto a la relación entre lo civil y lo militar, no se puede obviar el tema de dicha relación en la Venezuela actual. A pesar de la mescolanza que se ha hecho en década y media de “revolución socialista” entre uno y otro campo, debido principalmente al mesianismo chavista y a la orientación castrocomunista del Régimen, soy de los que creen y esperan que la Fuerza Armada de nuestra República, superando liderazgos y grupos “enrojecidos” y/o corruptos, responderá a su compromiso con la Constitución y el bien de la República, y así romperá el encadenamiento del sector militar a una causa históricamente fracasada y dañina para la propia institución castrense.
Como obispo de la Iglesia católica puedo afirmar que ésta, por medio de su Conferencia Episcopal, denunció, aún antes que otros sectores o entes nacionales (comenzando por los partidos políticos), la naturaleza del Régimen, identificándolo no ya sólo como democrático a medias y aún dictatorial, sino, más todavía,  como totalitario en la línea socialista-marxista-leninista). Y en lo que respecta ahora al Referendo Revocatorio, la misma Conferencia ha sido clara y firme en apoyarlo  y defenderlo para 2016. El Proyecto del Socialismo Siglo XXI-Plan de la Patria fue siempre para los obispos moralmente inaceptable y constitucionalmente ilegítimo.
El cambio de régimen y, como paso hacia éste, el Referendo Revocatorio para el presente año son, pues, moralmente obligantes y constitucionalmente imperativos. Ahora bien, frente a las amenazas oficiales y recogiendo el anhelo profundo del pueblo venezolano traería aquí la plegaria del Salmo 19: “Unos confían en sus carros, otros en su caballería; nosotros invocamos el nombre del Señor, Dios nuestro”. 


jueves, 4 de agosto de 2016

COMUNIDAD, NO COLECTIVO



Principio fundamental para la construcción de una nueva sociedad, como sinónimo de una convivencia, que corresponda a la dignidad y derechos fundamentales del hombre, es la centralidad de la persona humana. Ésta es, en efecto, “el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales”, como lo afirmara claramente el Concilio Vaticano II en su documento sobre la Iglesia y el mundo actual (GS 25).
Ello significa que el ser humano vale por sí mismo, no simplemente por una categoría agregada, adjetiva, como puede ser su pertenencia a una raza, nación, nivel social, cultura, ideología, movimiento político, religión, u otras. De allí que un genuino humanismo rechaza toda marginación o discriminación basada en esos factores como también en el sexo o las características psicofísicas de las personas. Lo mismo ha de aplicarse a la valoración del ser humano en las etapas previa a su nacimiento y  crepuscular de su vida.
Esto excluye la interpretación y el aprecio del ser humano, dependiendo sólo de su utilidad en un proceso o para el logro de determinados propósitos ajenos o sociales, a modo de simple herramienta, instrumento o medio. Y aunque sea conveniente o necesario    inventariarlo en estadísticas y analizarlo en porcentuales, resulta imperativo no ignorar los  rostros que se ocultan detrás de las  cifras.
La Revelación cristiana ahonda y enriquece esta interpretación antropológica humanista al identificar al ser humano como creado por Dios a su imagen y semejanza –Génesis 1, 26- con una vocación y una misión que se sitúan en el tiempo y el espacio, pero que trascienden estas coordenadas en virtud de la constitución ética y espiritual del hombre.
Afirmar la centralidad de la persona no significa en modo alguno encerrarla en sí misma, encapsularla en una realización individualista e intereses reducidos al ego. Porque la persona es en sí misma relación, “ser para el otro”, creada por Dios para la comunicación y la comunión. No emerge en el mundo ni alcanza su plenitud, sino en conjunción, proximidad (prójimo), compartir con los “otros”, con quienes construye un mundo como casa común. Por se  ha definido al hombre desde antiguo como  “animal político”. Es también la razón de que el “bien común” es el eje rector y ordenador de los bienes parciales y la meta de la actividad (social, económica, política y ético-cultural) de la comunidad nacional.
Un auténtico humanismo, en el que se alinea la Doctrina Social de la Iglesia, propugna, por tanto, un desarrollo integrador e integral, en el que la búsqueda de  lo común no disuelve lo subjetivo y lo social se interpreta como tejido interpersonal. Por ello excluye tanto un colectivismo masificador (monolito social), como un atomismo plurindividual (archipiélago de subjetividades).  La categoría rectora entonces en la construcción de una “nueva sociedad” es la de comunión, la cual tiene como acompañante, a modo de distintivo, consecuencia, preparación y exigencia, la solidaridad.
La ideología socialista marxista conduce a un tipo de sociedad como multitud sin rostros, en la cual la categoría dominante es lo “colectivo”; en el lado opuesto, una ideología polarizada en el sujeto individual, lleva a una forma de sociedad predominantemente competitiva, segregadora  de exclusiones y descartes de grupos humanos y de pueblos enteros.
Cuando desde la Doctrina Social de la Iglesia se habla de construir una “nueva sociedad”, se está invitando a la búsqueda de modelos –siempre perfectibles-de organización  de la convivencia, como comunidad de personas, que concreten de modo efectivo valores fundamentales como libertad responsable, justicia y solidaridad,  fraternidad y la paz. Una convivencia que conjugue de modo perceptible centralidad de la persona y  bien común  en un escenario desarrollo integral.

Comunidad es encuentro de personas. “Colectivo”, un agregado humano.

miércoles, 20 de julio de 2016

IGLESIA ANTE LA CRISIS


La Conferencia Episcopal ha hecho un pronunciamiento al término al término de su asamblea plenaria de julio. El documento resultante tiene un  título bíblico: El Señor ama al que busca a justicia.

Pudiéramos subrayar en  esta toma de posición tres elementos:  identificación de la causa de la crisis nacional; cuatro exigencias como aportes hacia la solución; oración de compromiso y esperanza.


En primer lugar resulta muy significativa y útil la identificación que hacen los obispos  con respecto a la causa de la grave crisis del país, lo cual formulan en términos breves y claros: “La raíz de los problemas está en la implantación de un proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizador que el Gobierno se empeña en mantener”.  Señalan así  el origen del desastre global que está acabando con Venezuela.  De nada valen  paliativos,  paños calientes, programas altisonantes y decisiones  epidérmicas si no se va a al fondo, a la fuente de los males. La causa de estos reside en el SSXXI, en el Plan de la Patria, en el querer imponer a los venezolanos un socialismo marxista leninista históricamente fracasado en todas partes y abiertamente contrario tanto a un humanismo fundamental como  a la Constitución de la República. Resulta entonces obligante un substancial cambio de rumbo, que va más allá de un simple cambio de gobierno.
En segundo lugar el Episcopado hace cuatro exigencias con carácter de urgencia: Referendo Revocatorio para este año; permiso para entrada de medicamentos; apertura de la frontera colombo-venezolana y liberación de presos políticos.               
Al exigir el Referendo Revocatorio para este año no se está haciendo otra cosa que realizar algo previsto en la Constitución y que en alguna forma ya está andando. En una crisis tan grave como la que experimenta el país, nada más oportuno y  necesario que preguntarle al pueblo, al soberano, qué futuro-destino quiere. Qué le duele y aspira. Al Consejo Nacional Electoral no le queda  otra cosa que ponerse a la orden de quien es la fuente primera del poder político.
Cuando  se plantea al Ejecutivo la urgencia de otorgar el permiso de entrada a medicamentos (y otras ayudas básicas) estamos frente a una exigencia humanitaria  fundamental, ante la cual no se pueden oponer razones de prestigio o de soberanía retórica. Está de por medio la gente de carne y hueso, que se está muriendo y clama por auxilio oportuno. Hay aportes en el exterior listos para ser embarcados y una red nacional de entidades de solidaridad (Caritas y otras) preparadas  para una adecuada distribución.  
La apertura de la frontera  se plantea como requerimiento que asume y supera lo meramente socioeconómico; la frontera ha de interpretarse en perspectiva político-cultural, sobre todo tratándose de países hermanos y en el marco de una  creciente globalización. Suena ridículo en una “aldea global” estar levantando empalizadas para aislar a vecinos, máxime cuando se   los califica también de hermanos  “bolivarianos”.
La última exigencia se refiere al creciente “número de ciudadanos venezolanos recluidos en las cárceles y en distintos lugares de jurisdicción policial, injustamente privados de libertad, muchos de ellos por razones políticas”. En Venezuela hemos inaugurado un siglo y un milenio con medidas y métodos políticos represivos (criminalizaciones, crueldades, torturas…) que se creían hechos para tiempos pasados  de intolerancia y fanatismo .

Los Obispos venezolanos  terminan su documento haciendo una firme  profesión de fe y esperanza en Jesucristo, Señor de la historia En esta perspectiva se comprometen en la construcción de la unión y de la paz; ofrecen sus “buenos oficios para facilitar el encuentro entre los contrarios y el entendimiento en la búsqueda de soluciones efectivas”; invitan a sus hermanos en la fe, a todos los creyentes, a las mujeres y hombres de buena voluntad, a la oración y al ayuno, como herramientas de reconciliación con Dios y con el prójimo.  

domingo, 10 de julio de 2016

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (DSI) EN PERSPECTIVA VENEZOLANA




Identificación de la DSI.

       Como identificación inicial de la DSI podría usarse esta descripción: conjunto de enseñanzas de la Iglesia sobre los principios, criterios y lineamientos para la acción con respecto de la construcción de una nueva sociedad” (“civilización del amor”), es decir de una polis o convivencia humana que responda, del  modo  más conveniente y siempre perfectible, a la dignidad, derechos y deberes fundamentales de la persona y de la comunidad humanas, de acuerdo a una recta razón enriquecida con en el aporte del mensaje cristiano. Por Doctrina se entiende ese corpus o conjunto orientador de ideas; lo Social define el  campo al que aquella se circunscribe, a saber  se refiere a la vida y organización de la societas del ser humano en su concreto entorno ecológico; de  la Iglesia significa que ese corpus es elaborado y propuesto por la Iglesia católica en documentos  de su dirección jerárquica, con base en la Escritura y la Tradición, pero integrando aportes de muy diversa índole y proveniencia no solo eclesiales, sino también del variado ámbito secular. Es Doctrina de la Iglesia, pero no confesional, en cuanto en sus elementos fundamentales tiene una sustentación racional, abiertamente  dialogal (diálogo fe-razón, LS 63). El surplus específico cristiano significa un enriquecimiento de perspectivas, un ahondamiento valorativo y una ampliación de horizontes.

El contenido de la DSI es muy amplio y en continua progresión. Basta dar una hojeada al índice de un manual cualquiera en la materia. No es un conjunto proposicional estático, sino en desarrollo permanente, pues trata de responder a los requerimientos y desafíos de una realidad histórica siempre cambiante. No es “ideología” (aun en el sentido positivo del término) porque sin quedarse en formulaciones puramente teóricas, va más allá, con todo, de un proyecto societario concreto cerrado y subrayando lo estructural y organizativo. No es pura teoría (busca iluminar la situación, se orienta a la acción), ni simple utopía (trata sobre una sociedad deseable-factible), como tampoco “vía media” entre capitalismo y comunismo, pues invita a la construcción de modelos –no un modelo- siempre perfectibles. Puebla dice que la Iglesia “no se atribuye la competencia para proponer modelos alternativos” (P 1211), aunque si tiene derecho de “dar testimonio de su mensaje y de usar su palabra profética de anuncio y denuncia en sentido evangélico, en la corrección de las imágenes falsas de la sociedad, incompatibles con la visión cristiana”(P 1213).

Para  continuar leyendo sobre el IFEDEC FORO  MAYO 2016,  haz clic en el siguiente enlace:

martes, 5 de julio de 2016

DOCTRINA SOCIAL EN FRANCISCO



El inicio formal de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) se suele fijar con la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (15.5.1891).
La DSI es un conjunto de principios, criterios y orientaciones para la acción en el campo social, formulado por el magisterio oficial de la Iglesia, con características como las siguientes: a) se declara en continuo aggiornamento,  porque la sociedad está siempre planteando nuevos problemas; b) se formula en la Iglesia pero destinada no sólo al conglomerado eclesial, pues se entiende como útil y conveniente para toda la humanidad; c) se  desarrolla a la luz del mensaje específico cristiano (Evangelio, Revelación), pero no es “confesional”, por cuanto tiene un contenido básico de diversa proveniencia (también de sectores no creyentes), de aceptación no condicionada a la fe cristiana y de elaboración multidisciplinar; d) se concibe abierta a distintos modelos societarios –factibles y perfectibles- y por ello no se reduce a una “ideología” identificada con proyectos históricos (sistemas, movimientos, programas) concretos. Eso hace de la DSI un corpus  armónico, pero al mismo tiempo flexible y dialogable.
La DSI se inscribe, por consiguiente, en una secuencia histórica. Aplicando a los Papas esto quiere decir que cada uno de ellos encuadra su magisterio en una sucesión, actuando en ésta con fidelidad creadora. Y en una “circunstancia” de Iglesia y mundo de dinámica interrelación.
 Lo anterior sirve para entender el aporte del Papa Francisco a la DSI, quien ha enriquecido la presencia de la Iglesia en lo social no sólo con su mensaje sino también con su testimonio de sencillez, cercanía y servicio evangélicos. Dos documentos suyos son particularmente resaltantes en esta materia: la Exhortación Evangelii Gaudium (24.11.13) y la Encíclica Laudato Si´ (24.5.15). En éstos  recoge  puntos fundamentales que forman parte ya de la DSI (centralidad de la persona, solidaridad, participación,  opción por los pobres, derechos humanos, destinación universal de los bienes,), pero “situándolos” en el presente tiempo (cambio de época , era del conocimiento y de la información, salto científico-tecnológico), que junto a sus innegables positividades, exhibe también economía de exclusión e inequidad, cultura del descarte, globalización de la indiferencia y del paradigma tecnocrático (cf. EG 52-54; LS 106-109).
Del aporte  de Francisco quisiera, con todo, destacar dos elementos propios, de los cuales el primero es particularmente clarificador y el segundo ciertamente  novedoso. Los desarrollo a continuación.
El primero se sintetiza en el título mismo del capítulo IV de  Evangelii Gaudium: “La dimensión social de la evangelización”. La preocupación y  actuación de la Iglesia y de los cristianos en lo social no es algo sólo importante e ineludible en la misión de la Iglesia (evangelización), sino que constituye parte esencial de la misma. Esto se patentiza justo desde el inicio  de la evangelización, a saber, desde el primer anuncio de la Buena Nueva, llamado  kerygma, que  expresa lo nuclear, central, del mensaje cristiano. Éste presenta al  Dios uno y único no como un ser solitario sino como Trinidad, tejido de relaciones personales, comunión, amor. Y Dios ha  creado y salvado al ser humano, a imagen y semejanza suya,  para la comunión (encuentro, compartir) con Él y con el prójimo.
 El segundo punto es la  “comunión universal”, que Francisco subraya en la Laudato Si´ y coloca como título de la sección V del capítulo II de esta Encíclica. El Papa amplía la comprensión y extensión del término comunión, que en sentido estricto significa relación interpersonal, para aplicarlo a  la relación Dios Trinidad-seres humanos-naturaleza. Dice: “todos los seres del universo (…) conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión” (LS 89).  Interpreta así lo ecológico en términos de relacionamiento amistoso, amoroso, asumiendo teológico-pastoralmente la espiritualidad del poverello de Asís.
En Doctrina Social de la Iglesia, Francisco continúa e innova.
 



lunes, 27 de junio de 2016

SOCIALISMO DEMASIADO COSTOSO



Sobre el “socialismo”, que el Gobierno trata  de imponer en Venezuela, se debe aclarar que no se trata de un genuino socialismo, sino del llamado “real”, que sigue el modelo soviético  y, más cercano a nosotros, el cubano. Consiste en una organización de la sociedad que, antes que repartir, desconcentrar, “socializar”, el poder, lo centraliza en forma de pirámide (masa-base, partido, comité central),  que culmina en el  Jefe o Líder supremo. En vez de socialismo se da un estatismo radical, que se traduce en capitalismo de Estado. Los organismos teóricamente de base se convierten en correas de transmisión del alto mando.
Aquí se buscó implantar este “socialismo” mediante una Reforma Constitucional en 2007. Como ésta fue negada por el soberano, se la buscó aplicar por caminos verdes, de acuerdo al principio de que la “Revolución” está por encima de todo. A ésta se la tiene como norma-criterio jurídico y ético fundante de toda legalidad y moralidad. Por eso se siguió adelante con el Socialismo Siglo XXI, Plan de la Patria y todos sus derivados.
Los Obispos venezolanos se opusieron a la referida reforma porque establecía “el dominio absoluto del Estado sobre la persona”, contrariaba  “la visión cristiana del hombre” así como “principios fundamentales de la actual Constitución”. A estos argumentos añadieron uno de orden histórico-práctico: “Experiencias de otros países demuestran que en tal sistema, el Estado y su gobierno se convierten en opresores de las personas y de la sociedad, coartan la libertad y la expresión religiosa, y causan un gravísimo deterioro en la economía, produciendo una pobreza generalizada. Ejemplo de ello han sido los países  de Europa Oriental, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, más cerca de nosotros, la República de Cuba”. Y en lógica bolivariana  la Conferencia Episcopal Venezolana agregó: “Un modelo de Estado socialista, marxista-leninista, estatista, es contrario al pensamiento del Libertador Simón Bolívar”. (Exhortación…,19. 10. 2007).
El Régimen ha venido introduciendo este “socialismo” con retórica bolivariana y apelación indigenista,  pretensiones de liderazgo internacional nutridas con pródigas donaciones, fuerte carga de corrupción y narco-connivencias y hasta ingredientes caribeños de brujería. Lo que  ha venido perdiendo progresivamente de respaldo ciudadanos lo ha tratado de compensar con la intervención abusiva y amedrentadora de cuerpos armados, legales o delincuenciales.
La aplicación del SSXXI le sigue costando muy caro a Venezuela. El precio pagado por el soberano ha sido de sufrimiento en los  distintos ámbitos sociales. Economía por el suelo, reflejada dramáticamente en hambre y muertes por carencia y carestía de alimentos y medicinas; política en ascuas, por criminalización de la disidencia, vía libre a la delincuencia, fractura de la convivencia, instrumentalización ejecutiva desvergonzada de los órganos electorales y judiciales; cultural, con la institucionalización de la mentira, la hegemonía comunicacional y la manipulación “revolucionaria” de la educación. Proyectamos una imagen lastimera de país: rico convertido en mendigo, demócrata venido a menos y gente seria caída  en hazmerreír de no pocos.
¿Visión pesimista? Ser realista no significa hundirse en desesperanza. Personalmente estoy esperanzado, no sólo por razones de fe, sino al comprobar las manifestaciones de los compatriotas, que quieren mayoritariamente un cambio nacional hacia la construcción de algo verdaderamente  nuevo y beneficioso para todos. El 6D fue una muestra de ello;  y ahora es la voluntad de llegar al Revocatorio, no obstante los obstáculos que está poniendo el organismo electoral del Régimen.

El precio pagado por el “socialismo” que se ha tratado de imponer ha sido muy alto. Pero la mayoría de los venezolanos, cristianos y no cristianos,  no queremos pagar más ese proyecto inmoral e inconstitucional. Lo vamos a devolver. ¡Ya!