martes, 13 de noviembre de 2012

ELECCIONES NO APOCALÍPTICAS

24.8.12 ELECCIONES NO APOCALÍPTICAS Ovidio Pérez Morales Como en años anteriores, estoy pasando algunas semanas en una parroquia hispana de Washington DC, colaborando en varios servicios pastorales. Esta ciudad cuenta con una notable presencia de gente venida del sur del Río Grande. Sólo el número de salvadoreños (desde recién llegados –muchos de ellos indocumentados- hasta nacidos aquí) se acerca al medio millón en la zona metropolitana. Estos días son aquí de plena campaña electoral presidencial. La alternativa se plantea entre el candidato (a la reelección) demócrata, Barack Obama –acompañado por Joseph Biden para la vicepresidencia- y el republicano Mitt Rommey –con Paul Ryan para la función vicepresidencial-. El bipartidismo es efectivo y de larga data. La contemporaneidad de este proceso electoral con el similar que se viene dando en Venezuela, invita a escribir algunas consideraciones. Lo más notable que encuentro en este campo es la diferente estimación de la trascendencia de la jornada electoral. Lo primero que aparece es el carácter “apocalíptico” asignado por no pocos al proceso electoral venezolano. Algo así como si éste constituyese un fin de mundo para la República “bolivariana”. La no reelección del actual presidente se pinta, desde el sector oficial, con rasgos no sólo dramáticos, sino trágicos; en el país ocurriría un caos, ideólogos radicales y militares darían una “patada a la mesa”, el “pueblo” armado no aceptaría la substitución del “único” líder, del “único” capaz de gobernar esta nación. Confusión, llamas, apocalipsis. Desde el mismo sector oficial se presenta como imposible e insoportable el triunfo del candidato opositor y, producida su derrota, los perdedores intentarían, de seguro, un golpe para alzarse con el poder. Quienes están en la otra acera rechazan la reelección del actual presidente porque significaría -como el sector oficial mismo asegura-, el paso definitivo a un sistema “socialista” duro (a la castrocubana), con la neutralización completa de toda disidencia, la hegemonía comunicacional y la estatización completa de empresas, propiedades, etcétera. La oposición democrática, en cambio, entiende su triunfo como la apertura a un sistema amplio, plural, de justicia con libertad, democrático, según la Constitución. En los Estados Unidos las elecciones se interpretan como un acontecimiento normal dentro de su más que bicentenaria democracia. Hoy gobiernan los unos, mañana los otros. Sin que tiemblen los empleados públicos, ni la política internacional sufra un bandazo. El Congreso continúa en un casi fifty-fifty y el poder judicial se siente con capacidad probada de forzar la renuncia del Presidente. El cambio no es, por tanto, apocalíptico. Se siguen reglas firmes y las instituciones funcionan. Esto no quiere decir que todo es dorado. Es una democracia “humana” en la cual se dan vicios y grandes, los pecados capitales se manifiestan y emergen serios desafíos en los distintos órdenes (desde el económico hasta el ético) esperando adecuadas respuestas. Pero el ciudadano tiene siempre, y lo ejerce, el “derecho al pataleo” y nunca se ve obligado a ponerse la franela monocolor ni a concurrir al mitin del “Partido”. Tengo la convicción-anhelo de que el triunfo del candidato opositor en Venezuela no será seguido de ningún caos y de que el trago amargo para el oficialismo será asumido por éste, dramática, pero no trágicamente. Después del 7-0 el país seguirá andando y lo hará por un camino de paz, resolviendo desencuentros y uniendo esfuerzos en un marco político civilizado, cívico, plural. Según el mejor sueño de nuestros libertadores y sin pesadillas apocalípticas.

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