martes, 13 de noviembre de 2012
UN PAÍS CAPAZ
19-7-12
UN PAÍS CAPAZ
Ovidio Pérez Morales
Algunos argumentan lo prácticamente imposible de un relevo en la conducción de la República mediante las elecciones del 7-0. ¿Razones? El poderío petrolero oficial, una conducción politizada de la Fuerza Armada, el dirigismo ideológico de la burocracia, las amenazas y presiones sobre la ciudadanía, los mensajes apocalíticos ante un eventual cambio de rumbo del Estado.
Se ha expandido cierta idea de que para el venidero proceso electoral tendría que descartarse como factible la puesta en práctica del Art. 6 de la Constitución Nacional: “El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo (las cursivas son nuestras), responsable, pluralista y de mandatos revocables”.
El escritor latino Horacio nos dejó esta frase: “Al que vive temiendo, nunca le tendré por libre” (Epístolas, lib. I, 16, v. 66). Y tenía razón, porque el miedo encadena, paraliza. Es como derrota anticipada. Lo contrario es el sentimiento y la actuación de libertad de ánimo, la cual no ha de confundirse con una confianza ingenua ni identificarse con un proceder temerario.
Hay un llamado que constituye una línea transversal en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. Se trata de la invitación-exigencia “no temas”, “no teman”, fundada en la todopoderosa, omnipresente y amorosa asistencia de Dios.
Si convicciones positivas son necesarias en la actualidad del país, hay una que emerge con suma importancia y urgencia: la de que el pueblo venezolano, cuyos dos siglos de Independencia está celebrando, es capaz de darse a través de unas elecciones libres un cambio de gobierno. Y que haciendo esto, no caerá de ningún modo en el caos ni en la autodestrucción, casi como si se estuviese en un fin de mundo negativo. Es preciso internalizar la idea de que aquel cambio podrá darse en paz –aunque tensa- y sin violencia.
Así como el miedo es contagioso, lo son también la confianza y la alegría. La esperanza desencadena fuerzas y despliega libertad. No sería la primera vez que una ola impetuosa de entusiasmo venciese resistencias e impusiese una nueva dirección en el país. Muchos “muros de Jericó”, que parecían inconmovibles, han caído.
Sin duda alguna es preciso tomar precauciones, afinar estrategias, esforzarse. El refrán “a Dios rogando y con el mazo dando” es indicativo de que el ser humano no puede quedarse en vacía invocación. Pero la dominante en todo esto ha de ser una gran confianza en el triunfo de lo positivo.
Al entusiasmo debe ir unido el propósito del máximo bien común con el cambio que se proyecta. Es preciso liberar los espíritus de sentimientos negativos como el revanchismo, la retaliación. No se puede repetir el drama que se ha vivido en estos últimos años con tanta exclusión y sectarismo.
Si se quiere un país distinto, habrá que tender puentes y ampliar caminos para la reconciliación y el encuentro. Venezuela nos necesita a todos, no a pesar de nuestras diferencias, sino, precisamente, porque somos diferentes. La democracia no puede quejarse del pluralismo, de la policromía; antes bien, tiene que apreciarlos como consubstanciales a ella.
Que el 7-0 abra un verdadero nuevo capítulo de historia nacional, caracterizado por la unión entre los venezolanos y la búsqueda compartida de un futuro para todos. El país es capaz de lograrlo.
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