lunes, 14 de mayo de 2012

17.5.2012 TIEMPO DE DERECHOS HUMANOS Ovidio Pérez Morales El tiempo esplendoroso y combativo de los Derechos Humanos es el de la oposición o el pre-gobierno. Aquéllos se convierten en reclamo constante, en bandera de lucha. Entonces se exige a instituciones como la Iglesia, pronunciamientos enérgicos a su favor. Hay otro tiempo, de penuria y opacidad, de los Derechos Humanos. Como el de las vacas flacas, que sucede al de las vagas gordas, según el relato del capítulo 41 del Génesis. Es el tiempo del ejercicio de gobierno por parte de quienes sustentan un proyecto despótico, dictatorial o totalitario. Entonces los Derechos Humanos se deshidratan y se visten con un traje político-ideológico. Se los parcializa, al entendérselos como pertenecientes sólo a cuantos se alinean en la misma acera y apenas mientras están así alineados. Los “demás” no tienen derechos. Desde 1948, cuando se dio la Declaración Universal, abundan los ejemplos. Es el caso del actual régimen socialista-marxista de nuestro país, el cual quiere aislar a los venezolanos del organismo continental, que tiene como misión velar y proteger en materia de Derechos Humanos. Aunque las consecuencias de un tal aislamiento las pagamos caras los ciudadanos, consuela, sin embargo, pensar que si bien se puede cerrar la puerta a un organismo tal de Derechos Humanos, eso no significa que éstos pierdan su vigencia y que tarde o temprano vuelvan a prevalecer. Más aún, es en los momentos de mayores violaciones a esos Derechos cuando su importancia y su radicalidad se ponen más de manifiesto, y su defensa y promoción cobran mayor actualidad. Ante amenazas o pasos reales de aislamiento como el que se acaba de mencionar, es preciso recalcar que los Derechos Humanos no son regalo de ningún estado o institución. Ellos radican en lo más profundo de la condición humana. La persona es portadora de Derechos Humanos por el solo hecho de existir y mientras existe, no importa su credo o raza; su nacionalidad, status social o cultura; su identificación filosófica, ideológica o política; su calificación jurídica o moral (por ejemplo, preso o malhechor); su condición vital (por ejemplo, enfermo o por nacer). Esto deben pensarlo seriamente quienes se ufanan de pisotearlos o ignorarlos, amparados en el poder. ¡Y los cuales, una vez dejado el mando, seguramente apelarán a los Derechos Humanos en propio beneficio! ¡Y quienes, en una perspectiva de verdad, justicia y coherencia, criticamos hoy abusos y tropelías, seremos defensores de los Derechos Humanos de los autores de las mismas, cuando tengan que sentarse al otro lado de la mesa! Como católico me complace citar aquí lo que el Concilio Plenario de Venezuela ha estampado en uno de sus documentos, La Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad: “La Iglesia en Venezuela acoge de corazón la enseñanza bíblica y del magisterio eclesial, pontificio y latinoamericano, sobre la grandeza, inviolabilidad y centralidad de los derechos de cada persona, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural; asume, por lo tanto, la defensa de tales derechos, y se hace solidaria con quienes los promueven. En esta línea, los cristianos estamos llamados a adoptar permanentemente una actitud profética de denuncia contra los abusos y violaciones de esos derechos, dando así testimonio concreto del Evangelio de Jesucristo en la realidad histórico–cultural actual” (CIGNS 47). El tiempo de los Derechos Humanos no tiene cortes, ni paréntesis. Es todo tiempo.

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